Anoche tuve ocasión de ver un rato del reality televisivo “Las Campos”. Estaba con mi sobrina (40), mi hermana (62) y mi madre (95). Las decepcioné al abandonar el barco no bien había empezado la tormenta. Les expliqué que, tras una declaración como la que Terelu deslizó al comienzo (“A mí la salsa de los callos me puede”) aquello sólo podía ir a peor, como le sucedía a Kevin Spacey con sus mañanas de American beauty tras la correspondiente ducha epicúrea. La frase era de una mundanidad casi mística, si cabe la paradoja, y nada en el transcurso del programa podría superar la gloria de ese pronunciamiento inicial. Era mejor acostarse aprovechando el hallazgo.
No obstante, lo que vi me dio para saber que Terelu lleva regular sus problemas de peso, y odio descontar que la gente se meterá con ella en Twitter. No me gusta que se metan con la gordura de nadie, entre otras razones porque yo fui un niño gordo y acomplejado. Me enternecen sobremanera los niños y los adultos gordos. Hay que ser muy hijo de puta para meterse con un/a gordo/a. Por eso deploro los ataques de esa índole sobre Terelu, como deploré los que se produjeron contra el Pipita Higuaín por haber puesto unos kilos de más en sus vacaciones. El que la Juve haya pagado noventa millones de euros por ficharle no hace nada en detrimento de la querencia por la salsa de los callos que muy probablemente Gonzalo Higuaín comparte con Terelu. Siempre me han inspirado enorme indulgencia los pecados de la carne, sea cual sea la vía por la que esta se consuma.
Hace ya bastantes días que Gonzalo Higuaín volvió de sus vacaciones como un trullo, y a Twitter todavía le duele la garganta de reírse. Ha sido una risa ronca, tabernaria, cruel. No la comparto porque meterse con un gordo es –como ha sido dicho- una completa felonía, aunque puedo entenderlo en seguidores del Nápoles que se sienten despechados por el fichaje del delantero por el rival turinés. En modo alguno, empero, puedo entenderlo por parte del madridismo de las redes, que en una facción no desdeñable se ha metido con un gordo, sí, pero además con un futbolista que dio al Madrid mucho más de lo que suele decirse, incluyendo goles estratosféricos en postrimerías de partidos que valieron ligas. La cagó con estrépito ante el Olympique y el Dortmund, pero si pensáis que hubo un ápice de dolo en sus errores a lo mejor también dais por hecho que es fácil alejarse del aroma de un buen cocido o del escaparate de una pastelería. La carne es débil, incluyendo la del tobillo cuando eres joven y el Bernabéu ruge.
Claro que yo no puedo ser objetivo respecto a Higuaín. La historia ha sido contada en otros foros, creo. Mi mujer y yo esperábamos nuestro primer hijo sumidos en un agrio debate sobre el nombre con el que habría de ser bautizado. El Madrid jugaba contra el Espanyol y convencí a mi mujer para ir al partido. No sé cómo lo hice. Convencer a mi esposa para ver un partido de fútbol es una heroicidad, persuadirla para que encima sea en el estadio es un milagro, y no existe palabra para definir el carácter extraordinario de un fenómeno como llevarla al estadio estando embarazada. De algún modo lo logré, y apenas llevábamos unos minutos de encuentro cuando me giré desde mi localidad en dirección a la suya, contigua. Era presa de una epifanía.
-El nombre de pila de quien meta el primer gol del Madrid. Ese le pondremos.
Hay muchas razones por las que fui fiel a mi palabra. En primer lugar, porque los caballeros lo son, aun cuando desafían al Destino. Después, porque el Bernabéu estaba colérico, en su más lamentable onda pipera, contra Higuaín hasta que lo marcó. Por añadidura, subrayaré que se trató de un gol feísimo, rematado con la espinilla o la corva derecha, celebrado por su protagonista con lo que desde la tribuna se adivinó estertor agónico y liberador al mismo tiempo. Por último, fui fiel a mi palabra por simple gratitud al Cielo: por el mismo precio, el Señor podría haber castigado mi órdago a la suerte obligándome a criar un niño, carne de mi carne, llamado Mahamadou Bengoechea. Echad cuentas de los nombres que había en la plantilla de aquella temporada (que culminaría con la Liga de Schuster) y luego me decís que no somos una familia afortunada.
Mi hijo Gonzalo, el primogénito, ha vivido relativamente ajeno a la historia, hasta que me he visto obligado a contársela como algún día tendrá que saber lo de los Reyes Magos o qué hacía Kevin Spacey en aquella ducha. No sé si la comprende muy bien o si le hace mucha gracia, pero de momento pone cara de vaca viendo pasar el tren cada vez que alguien de la familia, algún tío o pariente lejano, le llama cariñosísimamente Pipita.
-¿Y eso?
-Es por lo que te conté del fútbol, hijo.
-¿Pero tiene que ser Pipita?
La mente encadena ideas y ya veis a dónde me ha llevado lo que en principio era una simple reflexión sobre el reality que anoche tenía en vilo a toda España. Qué tiempos aquellos en que la televisión, en verano, arrastraba por los suelos sus estándares de calidad porque aún existía algún estándar que arrastrar. En los ochenta o noventa, un programa como “Las Campos” solo podría haberse emitido en agosto. En 2016 se emite en agosto pero es simple casualidad, porque lo mismo podría emitirse en marzo o en el mercado de invierno tras la noticia del fichaje de un media punta esloveno por el Betis. En los ochenta y noventa, programas como “Las noches de tal y tal”, glorioso precursor de “Las Campos” y por tanto programa icónico, adelantado a su tiempo, sólo podían verse en el estío, y por eso a Gil y Gil (q.e.p.d.) lo veíamos en la piscina o en un jacuzzi gigante rodeado de rubias neumáticas en tanga mientras disertaba sobre avatares políticos o sobre la eutanasia pasiva, es un poner. No había cambio climático o no se hablaba de él, y por eso las estaciones estaban aún bien diferenciadas: en invierno Gil caneaba a Caneda (qué bella aliteración) y en verano se ponía kilos de collares sobre las tetas antes de sumergirse en su piscina ante las cámaras. Es muy posible que el entrañable Don Jesús compartiera el gusto por la salsa de los callos que ha podido ser la perdición canicular del Pipita (del original, no de mi hijo que prefiere la nocilla aunque no esté gordo), y que a decir de la propia interesada desde luego lo es en la trayectoria reciente de Terelu Campos, sobre la que me atreveré a hacer otra confesión.
Hace cosa de un lustro, a los postres de una cena en la que corría el alcohol, mis amigos y yo decidimos aprovechar esos efluvios etílicos para entregarnos a un insano ejercicio de sincericidio colectivo. Hay famosas que place confesar que te atraen físicamente porque la declaración atraerá sobre ti la consideración de hombre de gustos elevados. Luego, están las otras. No fui yo quien dijo lo de la Pantoja, que conste. Pero podéis adivinar por dónde fueron los tiros de mi descarnado descenso en voz alta a las simas de la verdad.
De igual forma, si algún día se produce un intercambio de confesiones similar, pero orientado en este caso a gustos futbolísticos, no necesitaré de profusas libaciones alcohólicas para defender al Pipita Higuaín, ahora o antes, gordo o flaco, en River, en el Madrid, en el Nápoles, en la Juve o en el Atleti, que es mi pesadilla de todos los veranos. Y lo defenderé no solo por haber inspirado el nombre de mi hijo mayor con aquel gol infame, sino porque yo, qué queréis que os diga, tiendo a recordar lo bueno para disfrutar, y no me refiero aquí a Kevin Spacey. Cuando alguien habla de Higuaín, incluso cuando lo hace para mofarse de él groseramente, yo lo recuerdo pateando ese balón bajo la lluvia del Sadar para hacerme en ese justo instante campeón a mí, no sé si también a todos esos que se han quedado enganchados a los michelines de esta pretemporada o al poste de una gris, muy gris noche de octavos ante unos franceses que no se creían su propia potra.
Terelu. Higuaín. Gil. La salsa de los callos. Placeres culpables sin los que la vida se parecería demasiado a una escuela de valors con su correspondiente impostura de Busquets. Es posible que la verdad no os haga libres porque nunca he entendido ese estereotipo, pero desde luego os hará más madridistas, con permiso de D. Jesús a quien Dios tenga en su gloria.
Y de Kevin Spacey.
Estimado D. Jesús
Qué bueno su relato, una vez más. Felicidades, y gracias por tan divertida anécdota
Ahora, gordo lo que se dice gordo, sólo uno para los madridistas. RONALDO "EL GORDO".
Pocas veces un calificativo tan despectivo para un futbolista como gordo, se ha vuelto contra los que osan cuestionar a un deportista como en el caso de nuestro querido Ronaldo "el gordo".
Disfrutar de una de sus estampidas hacia el marco contrario, y escuchar a algún amigo cerveza en ristre, levantándose de la silla del bar: "VAMOS GORDO ENCHÚFASELA". Realmente a mí me sonaba a.. "quien es el gordo ahora hijos de PUTA" cerrar vuestras bocas, y admirar a un fenómeno sin igual
Don Jesús, sólo le digo...a veces, sólo a veces, hay expresiones que pueden contener un exceso de cariño escondido tras un calificativo mal sonante o despectivo. La vida está llena de gordos llenos de magia. Vivan los gordos, "y si no nos enfadamos"
Un saludo
Pues a mí me gusta el nombre Mahamadou... 😉
El Pipa siempre fue, y es, un grandisimo delantero. Y fue un estandarte del Madridismo de los Vikingos, no del madrileñismo ranciaco y pipero; no del glamour del Tio Florentino. Dolorosa para mi su salida, como la de Jose Callejon, Di Maria, Diego Lopez, X Alonso... Sustituidos por cromos que no les han llegado en Madridismo ni a la altura de la zapatilla... Dolorosa la permanencia en la plantilla de jugadores con cero compromiso, Benzema, Coentrao. Isco, James.,, Emocionante esos brotes verdes que parece van saliendo... Dani Carvajal, Nacho, Casemiro, Lucas Vazquez, Morata, Mariano, Marco Asensio... Y la esperanza de que los que han salido a "hacer la mili" vuelvan pronto... Borja Mayoral, Vallejo, M Llorente, D Llorente, Jese...
Buenas noches, delicioso comentario que justamente reivindica la figura de los gordos, aunque a mi parece que hacerlo en el futbol moderno cuando menos es una temeridad, recuerdo el paso de Ronaldo el brasileño
por el Madrid como una época nefasta, en sus 4 temporadas sólo se gano una liga, y como se rio del
madridismo, eso sí con su oronda figura, de Higuaín, no voy a decir nada, a pesar que, desde que se fue ,
no ha parado de soltar mierda contra el club, aún le duele que el club escogiese a Benzema y no a él,
la verdad es que en este tema el que se equivoco fue el club porque debió largar a los dos.
Una última acotación a su comentario, calificar a D. Jesús de entrañable es como mínimo un exceso
de buenismo, que el miserable de S. Rafael no se merece. Allá usted
Hombre, el gordo por excelencia del Madrid, incluso por encima de Ronaldo, es el gran Ferenc "Pancho" Puskas. Yo quiero gordos como ese.
Pues vaya... con el Benítez sí hubo y de verdad escarnio por su sobrepeso y me pareció increíble... daba igual que ganara partidos, el desprecio absoluto por su físico estaba en muchos antis y también en demasiados madridistas....
Me llamaba la atención que siendo Del Bosque bastante más gordo, nunca nadie comentara nada al respecto, ni lo usaran como mofa de mal entrenador (en los últimos tiempos, demasiado largos, de la Selección Española).
Me pregunto yo si un entrenador es mejor o peor por tener más o menos barriga... en fin...