“Menuda bestia parda hemos fichado” —con las variantes propias de cada cual— fue uno de los comentarios que más se escucharon ayer en los hogares de los aficionados madridistas de todo el mundo. La bestia parda es Tchouaméni, claro está, que anoche volvió a jugar muy bien al fútbol, porque Tchouaméni principalmente se dedica a eso: a jugar muy bien al fútbol.
Aurélien Tchouaméni parece diseñado por un comité de expertos (de los de verdad) e impreso después en 3D. Tiene el físico, las cualidades y las aptitudes idóneas para jugar en su posición y aún le sobran para conquistar territorios más avanzados, como demostró en la jugada del primer gol del Madrid; en dos zancadas se adentró en territorio españolista, se apoyó en Fede Valverde y asistió a Vini con el exterior para que este deslizara el esférico bajo el cuerpo de Calero, al lado contrario al cual se había lanzado el guardameta.
La potencia de Robocop y la delicadeza de Laudrup. Es raro, porque lo habitual es destacar solo en uno de los extremos del espectro de cualquier habilidad, no en ambos, llevado al atletismo, sería como si Tchou fuese a la vez plusmarquista de los 100 metros lisos y campeón de la maratón.
Sí, acaba de llegar, apenas ha jugado un puñado de partidos y también es posible que a partir de mañana todo sea un desastre, pero no lo parece. Su rendimiento en los entrenamientos y en los encuentros tranquiliza al madridismo tras la lógica incertidumbre que ha generado la marcha de casa de un hijo como Case.
Tchouaméni tiene la potencia de Robocop y la delicadeza de Laudrup. Es raro, llevado al atletismo, sería como si Tchou fuese a la vez plusmarquista de los 100 metros lisos y campeón de la maratón
Y si además miramos alrededor y vemos a Camavinga y a Fede, incluso a Ceballos, el centro del campo no parece ser el gran problema que preveían los agoreros tras el natural declive de la CMK. Como decía Escohotado en “Nunca es igual”, la canción de Calamaro: “no siempre que uno piensa que se va a morir (…) se muere uno”.
Aunque es cierto que hay un espécimen de madridista que sufre cuando no se cumplen sus malos augurios, que parece que disfruta más si se pierde un partido como el de ayer, porque refrenda sus quejas, que si se gana a última hora. Un madridista al que parece que le sienta mal que de momento el equipo no haya echado en falta a Casemiro y Tchouaméni esté a la altura de las expectativas, e incluso, como ayer, sea el man of the match. Un madridista que es capaz de olvidar quién es Benzema por unos minutos de juego poco brillante, aunque marque dos goles. ¿A qué me suena ese discurso de que los goles y ganar son lo de menos y lo importante es el toque? El madridista vinagre, que tal vez se equivocó de equipo al que seguir. Apunten, con Vini va a suceder lo mismo, en cuanto encadene un par de partidos malos va a volver a ser aquel tuercebotas que no vale para el Madrid.
Por suerte, Tchouaméni parece que reserva el vinagre para las ensaladas y apuesta por el aceite para lubricar el centro del campo del Madrid. Como ha escrito hoy Alejandro de León en La Galerna, Aurélien es un Pogba cada domingo, un Pogba bueno en cuanto a constancia. La sal la pone Camavinga, un pura sangre, el mejor desde Red Rum, según afirma Tomás Guasch.
Camavinga es como abrir una Coca Cola después de agitarla. ¿Y Tchouaméni? Ya lo saben, Tchouaméni es alguien que se dedica principalmente a jugar muy bien al fútbol.
Getty Images.
No nos engañemos, es un fichaje para tapar vergüenzas. Menos cartera y más cantera, aunque no haya palanca en el mundo capaz de comprar la silla de Alaba. ¿Y Camavinga? ¿Qué ha hecho Camaviga? Sí, vale, tiene 19 años, roba balones aunque no quiera, tiene una zancada poderosa, le sobra tranquilidad, tiene visión de juego, abarca todo el centro del campo, tiene disparo, se deja ver cerca del área... Pero, aparte de eso, ¿qué han hecho por nosotros los romanos?
Muy buena referencia a los Monty Python!
¡Excelente!
Camavinga está bien, pero no ha pasado el frío que pasó Pedri en Valdebebas. Eso es lo que diferencia a un supercrack.