Lo frustrante desde agosto fue que el campeón no encontrase sus propios mimbres, y en vez de afinar los logros pareciese olvidar ese dominio de todo el campo con serenidad y oficio, como si la realimentación no indujera un círculo virtuoso, y el mero pasar de una fracción tan pequeña del tiempo condenase al círculo vicioso, donde imprecisión, prisa y ráfagas de desgana empañan lo ya conseguido.
Nada de eso, y a costa de un buen equipo, que lo pareció durante un cuarto de hora para sucumbir antes y después a lo que hizo del Real un nuevo aspirante al Mundialito: pegada, coordinación, maestría, entrega. Cuando Ronaldo sacó adelante la brillante iniciativa de Asensio -con un derechazo de los que le aseguraron el quinto balón áureo-, el lance quedaba virtualmente terminado, y por delante había ante todo disfrutar del juego, averiguando hasta dónde llegan la pericia y la fuerza de cada uno. La fortuna pudo premiar a Benzema con un gol repelido por el palo, tras no pocos pases inteligentes troquelados por su personal copyright, pero también él sobresalió a la hora de dar un buen espectáculo.
Magníficos Achraf y Vallejo, que cargaban con el peso de suplir a colosos, y un gustazo ver tejiendo filigranas al ramillete de jóvenes centrocampistas españoles –Asensio, Isco, Ceballos y Llorente-, previsible futuro para el Club y la Selección. Salvo una jugada al primer toque de todos ellos, que por poco no salió, ninguno superó el listón usual; pero incluso así la tarde no solo fue esperanzadora sino muy divertida, cumpliendo la deuda del balompié como modalidad popular del ballet, donde lo difícil se resuelve con arte.
Atravesando las fluctuaciones propias de todo lo real, resulta que el Madrid es la institución más célebre y triunfante de este país, lo bastante envidiable como para que broten magnates de la estepa y el desierto, prestos a invertir montañas de efectivo con tal de imitar sus victorias. Veremos si a tales efectos basta el talonario, porque tampoco le van mal las finanzas a quien cuenta con la inercia de tanto ganar. Jornadas como la de hoy invitan a la serenidad, cuando quizá sea eso lo único requerido para que Bale despierte de su pesadilla.
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