Las mejores firmas madridistas del planeta

Y 2 de mayo de 2020

Sábado. A las seis de la mañana se produce el levantamiento del pueblo español del 2 de mayo de 2020 para lograr su independencia. Hordas de ciudadanos ataviados con vestimentas descendientes del chándal y las mallas toman las calles para correr, andar rápido o caminar sin objeto definido. Los adoquines del suelo los miran estremecidos como si el espíritu Ágatha Ruiz de la Prada combinado con el de Mariano Haro hubiese poseído a la población.

Al parecer, el primero en salir a entrenar es Arbeloa, su amigo Xabi Alonso espera a tomar el café de las nueve, se enfunda un traje de Armani y acude a su quiosco habitual para comprar un surtido variado de prensa, aunque sabe que está cerrado, pero le sirve de entrenamiento de la futura normalidad. Roberto Carlos sale escopetado por la zona izquierda de su barrio hasta que llega al fin del mundo, como aquel anuncio del Peugeot 205. Raúl mantiene la calma, sale al exterior y, antes de comenzar su rutina de entrenamiento, habla con sus vecinos y les explica la importancia de la disciplina en esta nueva fase de desescalada y les insta a ser prudentes y responsables, aún no hay nada ganado y esto acaba de empezar. Hierro comprueba con alegría que no se ha oxidado y sale a trotar con una sonrisa de oreja a oreja.

Mientras tanto, yo yazco en mi cama de manera plácida. Tal vez roncando. El resto de la familia actúa de igual manera, incluso sin roncar. De esta manera tan efusiva, celebramos la posibilidad de salir a la calle. Al modo soso de Ricardo Gallego. Butragueño aprueba esta decisión poniendo cara de escuchar y musitando un leve: «aha» mientras asiente con la cabeza.

El hecho de no haber salido disparado a la calle no ha impedido que comprenda que el confinamiento como tal ha concluido y, por ende, la razón de ser de este diario.

Estos días de recogimiento responsable se han prolongado durante un tiempo concreto, pero han curtido más de lo que el calendario dice. Han servido para sufrir un proceso de curación mental cercano al escabeche. La mayoría de la población ha estado a la altura de las circunstancias, ha sabido reconocer el esfuerzo y el acierto y criticar los errores de manera no fanática vinieran del lado del campo que viniesen. Los casos menos moderados se han polarizado aún más, se han deshumanizado y han adoptado una actitud cruel. Muchos obtienen sus ingresos a cambio de generar un clima de confrontación que, aunque sea nocivo para la sociedad, a ellos y a los de su cuerda les viene muy bien. Cuentan con la inestimable colaboración de un rebaño servil que compra sus teorías crecepelo milagroso sin crítica alguna y, a diferencia de los anteriores, sin obtener beneficio económico ni de otro tipo, salvo la aceptación borreguil. Estas personas viven en un estado de enfado continuo sea cual sea la circunstancia y su único objetivo es poner palos en las ruedas al avance del resto para después utilizar la demagogia y acusar al ciudadano medio de cualquier barbaridad que se les ocurra. Tienen algo podre adentro y cualquier excusa es buena para esparcirlo cual aspersor.

Otras conclusiones extraídas o ratificadas durante el confinamiento:

 

 

 

 

 

 

 

 

Gracias por leer este diario escrito a modo de despresurización y sin pretensión alguna. Espero que podamos encontrarnos de nuevo en la próxima pandemia, pero esta vez que sea una pandemia de percebes y salmonetes caídos desde el cielo en Copas de Europa.

Cuídense y ¡hala Madrid!

 

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1 de mayo de 2020

Viernes, primero de mayo, Día Internacional del Trabajador, es decir, hoy rendimos homenaje a Álvaro Arbeloa y a Lucas Vázquez mientras el resto comemos palomitas tumbados en el sofá.

Aprovecho el tiempo que proporciona la festividad para ponerle letra a la música que compuso mi amigo tuitero el segundo día de este diario. Se puede apreciar la prisa que me he dado. Además, es su cumpleaños, felicidades. También escribe muy bien en La Galerna.

Me recomiendan hacer yoga y hago un rato en mi habitación, con la puerta cerrada y sin pregonarlo, que luego me empiezan a preguntar los periodistas y es un tostón. No soy capaz ni de sentarme con las piernas cruzadas como los indios. Los indios norteamericanos, no los de la ruta de las especias ni los del Atleti. Mis articulaciones están gripadas, parezco una morsa a las órdenes de José Mourinho. Por fin hago una postura bien, la última; consiste en tumbarse boca arriba con los ojos cerrados y relajarse. Esa la clavo, incluso puede que me duerma un rato sin querer. Me dicen que no me rinda, que en pocos días se mejora y se notan los resultados.

Tras la primera actividad física en mes y medio —como cuando Ronaldo volvía del carnaval de Brasil— veo en la cuenta de Twitter de El Sereno de Madrid, una lechería de los años 50 de la capital en la cual utilizaban réplicas de Copas de Europa a escala 3:5 para servir la leche. Aquí podemos encontrarnos ante un caso de plagio de la propiedad intelectual e industrial. Bien por parte de los lecheros que copiaron el modelo de la orejona, bien por el lado del diseñador de la copa. Me inclino por esto último. El primer trofeo de la Copa de Europa fue donado por L'Équipe, por lo que no es difícil imaginar que un francés con mala leche visitara Madrid en alguna ocasión, fuese a reponerla por leche de calidad y quedase prendado del diseño de las jarras que utilizaba el señor que le despachó el zumo de vaca. De vuelta a París, y ante una crisis de creatividad, no dudó en plagiar el diseño añadiendo otra asa a la jarra.

El descubrimiento del origen ilícito del trofeo de la Copa de Europa me deja exhausto. Para comer, mi madre ha preparado la pieza del carnicero —en sentido metafórico— en salsa con puré de patata. Exquisito. La carne se deshace según la masticas del mismo modo que lo hacen las expectativas vitales a la par que se crece.

Después, un buen café de La Mexicana acompañado de anís. De la botella del Mono queda poco y compramos otra de anís La Castellana. Ambas posan sobre la mesa con su textura adolescente de acné. Me dicen que cada una de las marcas está asociada en origen a uno de los bandos de la Guerra Civil, motivo por el cual es más agradable que ahora las tomemos a un tiempo. No deja de ser como beber reconciliación nacional.

 

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28 de abril de 2020

¿Martes? Sí, todo OK, José Luis. Estoy en la tercera frase del artículo, según el plan de desescalada del Gobierno, puedo escribir en la terraza, pero no dentro de casa. Es un fastidio, porque no tengo terraza. Intento escribir en el alféizar, pero veo a Munitis haciendo lo mismo en la ventana de enfrente y se me pasan las ganas. Al final, escribo frases subordinadas, que es lo que mejor sabe hacer un empleado.

Primer día del confinamiento que no desayuno tostadas con ajo, aceite, sal y tomate. Las sustituyo por una comida mucho más sana; tres sándwiches de Nocilla, un café con leche en barreño y un café solo en vaso de sidra. No empleo más de cinco minutos en dar cuenta de todo.

Vuelvo rodando a mi habitación del mismo modo que Buyo se desplazaba por el césped buscando a Futre y continúo con las tareas.

Ha fallecido Michael Robinson, descanse en paz.

No pude ver a Pedro Sánchez explicar el plan de vuelta a la nueva normalidad y aún no me he enterado muy bien en qué consiste. Quienes lo han visto, cuentan que parecía Ferran Adrià explicando la teoría de cuerdas.

Veo desescalando por el patio de luces a cinco papanoeles y a Antonio Jesús López Nieto. Por fin voy entendido las fases, esta debe de ser la fase cero. Al parecer, en unos días, podrán volver a los entrenamientos los deportistas de élite, así que comenzará a ejercitarse el Real Madrid. El Atleti y el Barcelona tendrán que esperar.

Han decidido que la fase uno venga después de la cero. En ella, se podrá vestir camisetas de equipos de fútbol mientras no sean muy feas, porque pueden enfadar al virus y provocar un rebrote. También se podrá tomar cerveza y vino en las terrazas, pero no dentro de los bares. Cruzcampo no se podrá ingerir hasta la fase cuatro, cuando concluya el estudio serológico.

En la fase dos ya se podrá uno desplazar para aparentar que hace algo y su vida no es una vaciedad continua sin sentido alguno abocada a la desaparición más pronto que tarde. De este modo se irá ensayando para seguir con el mismo ánimo que antes de la pandemia. En esta fase es necesario adoptar la expresión de Dani Parejo.

Si no existen complicaciones, que las habrá, avanzaremos a la fase tres. Aquí quedará expresamente prohibido hacer chistes de ovnis y de Steven Spielberg, aunque ya se permitirá jugar con balones Mikasa y hablar por teléfono en la calle con un dedo largo enrojecido de luz levantado.

Y por fin, vendrá la nueva normalidad, que como escribe Carlos Mayoral en Twitter, es un ejemplo de oxímoron.

En resumen, tenemos por delante varias semanas en las que no tenemos ni idea de lo que va a pasar. Lo cual recuerda a la normalidad de siempre. Mi vaticinio es que cuando se reanuden las competiciones deportivas, el Real Madrid va a seguir ganando como lo ha hecho hasta ahora. Y si no es así, me confino de nuevo.

 

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24 de abril de 2020

Viernes. Despierto y confirmo con asombro que Morata está confinado en el edificio de al lado. Lo sé porque le escucho entonar el atemporal Amor de Lolita, aunque no distingo bien a qué equipo se lo dedica. Creo que ahora mismo se refiere al Hércules de Alicante.

Otro día más con cefalea incapacitante, me duele el celebro y el bulbo raquítico, como decía Guillermo Fesser en Gomaespuma. Hablo con varias personas que están igual. A ver si va a ser otro síntoma. Seguro que no y es más paranoia que otra cosa.

Como estamos a las puertas del fin de semana, decido darme un capricho y hago una excursión al salón, sin mascarilla ni nada, a lo loco. Allí están mi padre y mi hermano viendo un Barcelona – Real Madrid de hace varios años. Karim dribla al borde del área y dispara un arpón instantáneo que repele el larguero.

Benzema es de largo, el jugador más maravilloso que ha existido tras Zidane. Guti le cedió el testigo de la magia en aquel taconazo de Riazor y Karim la asimiló junto con sus virtudes innatas. Benzema es además un filtro ideal para cribar mediocres y personas sin la capacidad de apreciar el talento ajeno ni la belleza en general.

Existen jugadores en los que prima la melodía y otros en los que prevalece el ritmo. La cumbre de la melodía sobre el ritmo fue la Quinta del Buitre. Ahora, el fútbol tiende a la prevalencia de la batería sobre los violines. El jugador que mejor ha combinado ritmo y melodía fue Fernando Redondo, porque el argentino era un bajo, la conjunción perfecta de ambas cualidades. Karim aúna una buena proporción de las dos, mas sobresale la melodía. Guti era una de esas notas llanto que George Harrison emitía al estrujar el mástil de su guitarra, como pidiendo auxilio, que desmoronaban el andamiaje vital de cualquiera durante unos segundos. Zidane, en cambio, era armonía honesta, una extraña coordinación de movimientos que entraba en resonancia con la respuesta al impulso del cerebro y provocaba un placer irrepetible que hacía tambalear la integridad emocional de cualquier persona sensible a la belleza.

Haber disfrutado, y seguir haciéndolo, tantos años a Karim es un lujo que aún no hemos valorado lo suficiente, recuerdo pensar lo mismo de Míchel a principios de los 90 en el gallinero, con el programa del partido en una mano y el bocata en la otra, esperando a que comenzase el mismo. Porque, además de estético, Karim se ha colado en las estadísticas, hecho que hasta ahora parecía terreno vedado para los jugadores rítmicos, como Raúl. Siendo Cristiano Ronaldo el rítmico por antonomasia. Cristiano es el John Bonham del fútbol, inmisericorde e incesante.

Con estos pensamientos peregrinos transcurre el viernes. Al final de la jornada el dolor de cabeza remite, lo que me permite sumarme al ataque para rematar un córner que se dispone a sacar Lukita Modrić en el minuto 93.

 

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23 de abril de 2020

Jueves. Seguimos con la orden de alojamiento. Es indispensable conocer mejor al virus para poder combatirlo, del mismo modo que es inevitable asustarse de lo que se va averiguando. Aprensivos abstenerse de informarse mucho acerca de las investigaciones, sobre todo porque aún no hay certezas y existen muchas personas que no saben manejar la incertidumbre porque están acostumbradas a dogmas artificiales. Hoy soy pesimista, tengo una lata de paté que caduca después de la extinción humana.

Seguro que me equivoco, pero si nos vamos todos al garete, cuando vengan los marcianos o evolucionen los brócolis hasta ser inteligentes, descubrirán que el Real Madrid fue el mejor equipo de homo sapiens sapiens que existió. También me congratularía mucho una desaparición total por esa parte de la especie mala, cruel y quejica. Y, por último, sería un gran descanso la jubilación por extinción, no tener que madrugar ni trabajar más. Decidido, a por la extinción, ¿cuándo se juega la final?

Tras una mañana decepcionante, duermo una pequeña siesta y ahora creo que no nos vamos a extinguir. Del todo. Pero estamos solo al principio de todo esto, solo hemos arañado la superficie, avanzaremos cuatro o cinco pasos y retrocederemos tres, continuamente con el riesgo de despeñarnos para siempre. De todos modos, la vida siempre ha sido así, pero debido a nuestra ignorancia y a las creencias irracionales que tenemos todos, no somos conscientes de lo cerca que se está en todo momento del abismo y la responsabilidad que tiene el azar en cuanto nos sucede. Esta visión sesgada de la realidad es un mecanismo de supervivencia para que no saltemos por la ventana cada ocho horas, como el paracetamol.

Al igual que el físico cada vez es más importante en el fútbol, en la economía parece que el dinero físico acelerará su desaparición o, al menos, perderá valor respecto al imaginario que viaja en las transacciones online. Si algún economista lee esto, me mirará como mirábamos todos a Carlos Secretario. Pero sigo pensando que el dinero físico pasará a ser el fax de la economía.

La palabra fax irá siempre asociada al fallido fichaje de De Gea. Tal vez de los porteros buenos de esos años, era el menos recomendado para el Real Madrid, el arquero es un junto que se dobla pero nunca sigue en pie y no creo que resistiese. Por sus venas corre sangre de acelga rehogada sin sal y para defender la portería blanca hay que estar siempre en tensión. Y además parecerlo, aunque solo sea para desmoralizar al enemigo, como decía Gila.

Este fichaje fallido visto por muchos como una decepción o un error, resultó ser una bendición después, con la continuación de la mejor racha triunfal del fútbol moderno y la importancia de Keylor Navas en la misma. Esto puede ayudarnos a tener esperanza en que superemos esta debacle, aunque ahora no lo parezca.

 

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21 de abril de 2020

Martes. Ayer se le estropeó la tele a mi tío, compré una por internet y hoy vienen a traérsela. Aprovecho una oferta tremenda. Otra tía mía duda que con lo que ha costado el aparato se vea. Mientras tanto, mucho jaleo en los quehaceres matinales, poco ilusionantes, como Vanderlei Luxemburgo. Un entrenador prescindible que además me daba mala espina, no como Concha.

Llama el repartidor de la tele, dice que llegará en media hora. Me atavío con los EPI y salgo al barrio, pero sin sésamo. Mi tío vive en la calle de al lado, solo. Es algo mayor y no es ducho instalando televisores, así que Boy George aprovechando la salida a comprar pan. Todo legal y responsable, como una donación a Unicef de Valdano.

La instalación televisiva transcurre por los cauces reglamentarios. La peana va atornillada a la pantalla, pero no hay destornilladores adultos en casa de mi tío, solo uno que calculo que tendrá unos tres meses, aún solo toma lácteos y apenas mide unos cuatro centímetros, por lo que solo se puede hacer fuerza con dos dedos. La tarea exige destreza y fuerza a partes iguales, como Toni Kroos. Al fin aprieto los cuatro tornillos y la televisión ya se mantiene en pie, ahora solo le falta aprender a andar. Ese momento de los primeros pasos de toda televisión es caótico, en cuanto te descuidas se va del salón y se lía a hacer trastadas con el microondas, le tira del pelo a la lavadora o mete en el congelador al secador.

Una vez de una pieza, enchufo la tele, la sintonizo, ordeno los canales —ubico Real Madrid TV después de los seis canales generalistas— e instalo el módulo de VAR. Ajusto el volumen del fuera de juego para que no haya muchas interrupciones y optimizo la saturación de tarjetas amarillas y rojas. ¡Cáspita, el software tiene un virus! Aparece en la pantalla la cara de Hernández Hernández burlándose al modo del gordo roba embriones de dinosaurio de Parque Jurásico. Extermino el virus con 600 mg de Cristasol.

Mientras trabajo, mi tío me comenta que a los niños los dejan salir porque muchos se están quedando sordos y ciegos de estar en casa y apenas ya pueden moverse. Qué articulista ha perdido El Mundo Today.

A la vuelta paso por la farmacia para comprar más mascarillas. Siguen a 1,50 €. Al parecer, por la tarde el Gobierno regula su precio a 0,96 €. Diantres, seguro que sale más barato en tiempo redondear a 1 €. Yo qué sé. Seguro que existe un motivo que desconozco, como que Busquets padre fuese futbolista profesional.

La tarde es tan poco reseñable como el paso por el Real Madrid de Secretario, Claudemir Vítor o Faubert. Este último llegó al equipo después de haber escrito Madame Bovary y no se sintió motivado ante el reto de jugar en la Liga española. Una pena.

 

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11 de abril de 2020

Sábado. Otro más. Flirteo con un café para que quede poso. Me ducho según las indicaciones redactadas en el BOE. Me perfumo, como Roberto, el Mariscal, aquel gran marcador argentino, y parto raudo hacia la compra semanal.

Estoy de mal humor, hastiado por la situación. La cola para entrar al híper es hectométrica. Tardo una hora en acceder, parece un saque de banda con el Atleti cuando va ganando. Hay una señora con su hija. Ambas tienen la suficiente aptitud para que no sea delito meterse con ellas. Son desesperantes. La niña de 30 años cruza con el carrito vacío una y otra vez la calle Madrid sin importarle que en calzada tienen preferencia los vehículos a motor. La madre lucha por apartarse el pelo mugriento de la frente y se comunica a voces con la espabilada hija y con su pareja por teléfono. Más adelante, y a pesar de la distancia de seguridad, se adhiere a la paciente anterior y empieza a explicarle sus hábitos de compra y su relación vecinal.  Soy un profundo defensor de los derechos humanos, pero todo tiene un límite. ¡Cállese y aguarde la fila en silencio, ser cochambroso e insoportable!

El único hecho reseñable es que compro alcachofas de nuevo. Las alcachofas son el Xabi Alonso de las verduras.

 

12 de abril de 2020

Domingo de Pascua. Desidia, indolencia, abulia. Me despierto, escribo, me acuesto, me duermo, me vuelto a levantar, desayuno. Mi comportamiento parece el de Cassano en el hotel donde vivía cuando estaba contratado por el Real Madrid. Después de comer, otra siesta. El día es como la temporada 90-91 del Real Madrid.

Me encomiendo al billete de 5 libras de George Best que guardo como oro en paño y me acuesto. Ya en la cama imagino a Best en el Madrid. Una especie de Guti, pero a lo bestia. Es el jugador más salvajemente bueno que he conocido nunca. Y el más brillante fuera del terreno de juego. Tanto, que se quemó. George Best y Keith Moon tal vez fuesen la misma persona, pero who knows.

 

13 de abril de 2020

Lunes. Tengo mucho jaleo y además un trabajo de Derecho Público para la universidad. Es como si tuviese a Capello obligándome a no perrear mientras me encuentro agotado y sediento en un desierto a 50 º C con los Hombres G cantando Lawrence de Arabia. Para colmo, el poco tiempo que tengo, lo paso leyendo a Tolstoi y a Dostoievski. Acabo confundiendo los nombres de sus personajes del mismo modo que en España confundimos a Robert de Niro con Al Pacino.

Por la noche vemos de nuevo el 5-1 de España a Dinamarca en el mundial de México 86. El Buitre era nuestro George Best, pero educado. En aquel partido había cuatro jugadores adelantados a su época, que vistos ahora no parecen antiguos: Míchel, Butragueño, Gallego y Laudrup.

Recuerdo el partido original, cuando se jugó en la realidad en directo, en el tiempo que le correspondía; 1986. Lo vi con mi padre en rockies, junto a la mesa baja de cristal que poníamos en verano en el salón y con la luz apagada para que no entrasen mosquitos porque el encuentro se disputó muy de noche en Europa.

 

14 de abril de 2020

Martes. Me despierto y veo un tuit nacionalista catalán que me hace pensar que lo burgués no quita lo demente. Respiro hondo porque hay que asumir que en el mundo también hay maldad.

Me da por leer El Lobo estepario de Hermann Hesse y una frase resuena más alto que las demás: «No estaba ya en condiciones de visitar casas distinguidas, porque en primer lugar siempre estoy de muy mal humor y atacado de gota y de reuma y, en segundo lugar, borracho la mayor parte de las veces». Honestidad brutal, como el disco de Calamaro.

Pero lo más importante del día es que La Galerna, junto con la Fundación Real Madrid, subasta auténticas joyas de jugadores y técnicos legendarios de las secciones de fútbol y baloncesto para recaudar fondos para la lucha contra el maldito coronavirus. Por favor, si pueden, pujen, merece la pena. En todos los sentidos.

 

15 de abril de 2020

Miércoles. Bajón de rendimiento como en la liga que dimitió Florentino. Solo se me ocurren estupideces como que Bertolucci rodó El último emperador en una pescadería y que Cousteau solía decir que la escafandra es lo último que se pierde.

Esto mismo debió de pensar Del Bosque el año 2000 cuando ganó la Copa de Europa con los restos del naufragio.

En el trabajo de la universidad saco otro 9,5. Me doy bastante asco, qué repelente.

 

16 de abril de 2020

Jueves. Sigue sin haber convocatorias ni entrenamientos vespertinos. Me confirman que Marcelo y Hazard tienen un candado en el frigorífico. Isco les vigila. Bien.

Una señora de más de ochenta años de una comunidad de vecinos me llama para interesarse ella por cómo estoy yo, porque dice que siempre la he tratado muy bien y la he ayudado. Me se cae el alma a los pies, el mundo al revés, que se preocupe ella por mí. Cortamos por hoy.

 

17 de abril de 2020

Viernes. Bajo a la farmacia a por medicinas. Por fin consigo mascarillas de proa. Tengo varios pedidos online que aún no han llegado y resulta que a 25 metros de casa la farmacia de toda la vida las vende a 1,5€. Da que pensar. Como cuando se busca fuera lo que tienes en la cantera.

Me dicen que alguien se desvía unos metros de su itinerario para regar las plantas de cierta oficina y que no mueran, pero no quiero darle veracidad a este rumor que le ocurrió a un amigo.

Mi madre llevaba encerrada más tiempo que el conde de Montecristo. Una vez que consigo mascarillas, no me opongo a que salga y le viene bien el aire fresco.

El viernes acaba, gracias a unos torreznos que preparo, como uno de esos trofeos de verano de finales de los ochenta en los que el Madrid de la Quinta y de Beenhakker barrían cualquier forma de vida de la faz de la Tierra. Solo les faltó el convencimiento psicológico de que eran los mejores para haber arrasado también en Europa. No tengo la menor duda.

 

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10 de abril de 2020

Viernes Santo, me levanto y escribo un rato. Me trago un reloj por error, como Pedro Luis Jaro se zampó aquel gol contra el Milan en el Trofeo Bernabéu del 90.

09:15   Me acuesto de nuevo y, no contento con ello, duérmome. Sin remordimiento alguno. Sin compasión.

11:00   A pesar de mi intención de ser el Jerzy Dudek del confinamiento, resucito —o resurrezco, no sé qué será más correcto—, me levanto de nuevo y ando. Hasta la cocina, para ser exactos, y degluto la tostada antivampírica diaria y bebo un café.

11:30   Vuelvo a la cama, que ya está hecha, y me recuesto sobre ella con el mismo ímpetu irrefrenable por no hacer nada. De momento lo estoy consiguiendo. Estoy ya a la altura de Coentrão.

11:45   Observo que la geometría de la uña del dedo corazón de mi mano derecha ha sufrido una ligera modificación en poco tiempo. ¿Me estaré deshaciendo del mismo modo que se deshizo en hielo Wesley Sneijder?

12:00   Viene a mi mente que las primeras declaraciones de la renta a finales de los setenta eran públicas. Las listas se exhibían en Hacienda. Yo mismo me doy cuenta de lo poco que viene al caso y procedo a engullir la inexistente mesilla de noche.

12:20   Este pensamiento enlaza con el de que Berlanga pidió asesoramiento a Francis Franco para rodar La escopeta nacional porque no tenía ni idea de cómo funcionaba una cacería. Le indicó que criticaría lo que se hacía en ellas, pero no se metería con su abuelo. Nada que objetar a esta curiosa colaboración que tan buen fruto produjo.

12:30   Mi madre me recuerda que la comida tiene que estar a las dos porque viene mi tío Juanito a recoger su plato. Como quedó huérfano a los sesenta y tantos y no es edad para cocinar, la familia le prepara la comida. Mientras cocino, la luz se va, pero la vecina sigue cantando. No sé con qué suerte de energía funcionará esa mujer.

14:00   Comemos paella. Al principio creo que no está muy buena, pero después logra gran aceptación de los presentes. Como pasó con Casemiro.

14:45   Vuelvo a donde estaba antes (la cama). Leo, pero empiezo a notar el cansancio de tanto trabajo y comienzo a dormirme. Mezclo realidad y ficción varias horas. Pierdo la noción del tiempo y del espacio. Despierto y no sé ande estoy.

19:00   Toso y expulso el reloj. Apatía general en el 3º2 de este portal.

Este receso del mundo pone de relieve el comportamiento de los grandes cluzs —como decía Lopera— y permite sacar bastantes conclusiones respecto al funcionamiento interno de ellos. No soy objetivo, pero creo que el Real Madrid está actuando de manera correcta e inteligente. Sabe que también se está librando una batalla de imagen aún más cruda que de costumbre. Si consigue trasmitir sensación de eficiencia, fortaleza, honestidad y gestión, estará invirtiendo a futuro y allanará grandes fichajes que prefieran esta solvencia a los cantos de sirena monetarios de otros equipos que, a falta de valores, tienen dinero.

 

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3 de marzo de 2020

Viernes, ni te cases ni te amargues. Me levanto y está preparando el desayuno J. B. Toshack. Café irlandés, por supuesto, porque sabe que los españoles tenemos tal empanada mental entre Reino Unido, Inglaterra, Gran Bretaña, Logroño, La Rioja y Osasuna, que no nos pararemos a pensar en que Toshack es galés. Ni siquiera nos sorprende que esté en la cocina. A estas alturas, la realidad supera la fricción. El 2020 apunta al siglo XIX en España o a las ligas de Tenerife.

No parece que esté muy equivocado porque, al terminar el desayuno, encuentro a Fernando VII y a Pedrag Spasić jugando al tute en mi habitación. Por ahí sí que no paso. Llamo a Óscar Alfredo Ruggeri que desaloja a todos con presteza.

Aprovecho la visita del argentino para tomar un café con él y charlar. Es una catarata de anécdotas. Me cuenta que en el mundial de Italia 90, en la semifinal contra Brasil, les estaban dando un baño en la primera parte. En el descanso, todos los argentinos temían la reacción de Bilardo, pero había silencio absoluto, el narigón no abría la boca. El árbitro les avisó para que volviesen al terreno de juego y Bilardo soltó como si nada: «Perdón, perdón. Si siguen dándosela a los de amarillo, vamos a perder». Al final ganaron 0 a 1 a un gran Brasil y jugaron su segunda final consecutiva. También me cuenta que cuando jugaba en River iban todos armados, en el neceser llevaban pistolas y se dedicaban a disparar hacia el río en las concentraciones, entonces aparecía el entrenador, Carlos Timoteo Griguol —no está confirmado que le bautizase Chiquito de la Calzada—, y les pedía por favor que se comportasen como si solo estuviesen con los pies sobre la mesa. Apenas han cambiado las cosas desde entonces.

En ese momento, Toshack intenta volver escalando por el canalón del paramento vertical con un gin tonic entre los dientes y un palo de golf detrás de la oreja. El cabezón Ruggeri procede a liquidarlo con un CETME. Se desahoga conmigo, se la tenía guardada al galés desde hizo que saliese del Madrid. A Ruggeri le había fichado Beenhakker y cuando llegó Toshack, le dijo en pretemporada que no contaba con él. El cabezón no se opuso, pero exigió cobrar el contrato íntegro. Como John Benjamin no daba su brazo a torcer, Ruggeri salía a la ciudad deportiva en albornoz y se ponía a tomar el sol mientras el resto de la plantilla entrenaba entre carcajadas. Toshack le preguntaba que si no tenía casa y el otro le respondía que iba a ir todos los días allí a tomar el sol. Así estuvo un mes, hasta que logró su objetivo.

Una vez terminado el café con anécdotas, Ruggeri se marcha, aunque antes deja en casa un cargamento de mascarillas y respiradores que le ha quitado a puñetazos a una banda de turcos que había en la glorieta de Cuatro Caminos.

 

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2 de abril de 2020

Jueves. Un día más de reclusión, pero no nos quejemos, Juana de Castilla estuvo más tiempo encerrada en Tordesillas y cuando los comuneros quisieron volver a hacerla reina con poder, dijo que no para no perjudicar a su hijo Carlitos. Pues así de responsables hemos de ser, si un comunero y Stoichkov, por ejemplo, llaman al portero automático y nos pide que bajemos a la calle a jugar, le tenemos que decir que no, que Juana la Loca era muy cuerda y fue la precursora del confinamiento. Si aun así el comunero y Hristo insisten, póngales a Camarón, por aquello del flamenco, y saldrán despavoridos.

Antes de comer, nos enteramos del fallecimiento de Goyo Benito, descanse en paz. Uno de esos jugadores que nacieron sin excusas en los cuales confiarías para que custodiasen los ahorros de tus hijos. No creo que queden muchos así.

También un 2 de abril murió Juanito. Yo estaba de viaje de fin de curso de 8º de EGB en Mallorca. La noche anterior nos habían llevado a una discoteca light para críos en Palmanova. Solo estaba nuestra clase, era temporada baja y no había un alma. Por suerte, proyectaron en una pared el Real Madrid 2- Torino 1 que se jugó ese día. Partido de ida de semifinales de la UEFA y se olía que podía ganarla. Buyo fue un portero de época, pero se permitía más licencias que Juan Ramón Jiménez. Por desgracia, aquel día tuvo un desliz nada más empezar y la eliminatoria se oscureció. El partido luego fue emocionante, al menos así lo recuerdo yo. Un movimiento de Míchel de esos que te ponía los pelos de punta dejó solo a Hagi y empatamos. Hagi era como una falsificación populista de Puskas. Atesoraba mucho talento y una contundencia en el disparo temible, pero en realidad no era sólido y decisivo como siempre lo fue don Ferenc Puskas. Después, Hierro marca un gol típico suyo a un centro característico de Míchel. La victoria por dos a uno no era buen resultado, pero sí esperanzador.

A la mañana siguiente, nos levantamos para ir a alguna excursión aburrida de esas en las que te llevaban a ver cómo hacían sucedáneos de perlas o algo así. Entonces apareció mi amigo Campillo y me dijo que Juanito había muerto en un accidente. Nos quedamos impactados. De crío uno está menos familiarizado con la muerte e impresiona más. Luego de mayor relativizas y hasta se te dibuja una sonrisilla solo de pensar en la cara que pondrían tus acreedores si mueres.

A Juanito lo había visto una vez de niño. Cuando se marchó del Madrid, mi padre se enteró de que iba a ir a un local a celebrar una especie de despedida con más jugadores. Así que nos fuimos los dos a la puerta a hacer guardia nocturna. Yo tenía nueve años y me había puesto el traje de la comunión para tal ocasión. Ojo, no iba de marinerito ni parecido, era un traje tradicional, pero de la tela de un televisor sin sintonizar, color ruido blanco. Me llevé el libro del Hobbit que me acababan de regalar para la comunión —a esa edad sí me divertían esos libros— con la ilusión de llenarlo de firmas. Estuvimos en la puerta del pub varias horas y por allí no aparecía nadie conocido fuera de su círculo familiar. Hasta que llegó Juanito en un Mercedes antiguo, se acercó y mi padre le preguntó si podía firmarme un autógrafo. Él fue cariñoso, cortés y educado y me escribió en la primera página del libro: «A mi amigo Paco con afecto. Juan». No vino ningún jugador más, pero tampoco fue necesario.

 

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