Entre tantos análisis del juego, de los jugadores, de los esquemas, de los planteamientos o de las planificaciones (el fútbol como la leche fermentada en una media para hacer queso, como contaba que hacía el joven universitario Coetzee en su Juventud) nos olvidamos del patadón, del correr desesperado, de la búsqueda desesperada de la pelota. Yo me acuerdo cuando jugaba en el patio de mi colegio, con decenas de partidos atravesados jugándose al mismo tiempo, del ansia por la pelota.
Esa sensación convertía un patio gris de cemento atestado de niños enloquecidos corriendo en todas direcciones detrás de todas esas pelotas, en cientos de partidos míticos jugándose en todas esas cabezas. Yo me acuerdo de eso. Del fútbol desnudo, primigenio donde casi todo era imaginario. El fútbol de mi infancia, la patria. El fútbol como patria.
Yo cada vez que escucho a un analista (y no hablo de los estupendos analistas de La Galerna) se me escapa el fútbol. Se convierte en una cosa extranjera que no entiendo. Es un fútbol de adultos y no de niños. El único deseo en mi época de futbolista de patio de colegio era hacerme con el balón y tenerlo en mi poder el máximo tiempo posible.
Era una suerte de setienismo chupón que avanzaba hacia la portería en eslalon, regateando a jugadores de otros partidos para hacer más duradero el vertiginoso trayecto, y cuando ya no había más remedio que levantar la vista para tirar a portería, siempre se buscaba un último requiebro, un último adorno que era casi una despedida, pues cabía la posibilidad de no volver a conseguir la pelota en el resto del tiempo reglamentario.
A mi yo espectador no le gustan los chupones, pero este es un sentimiento adulto. Una cosa de mayores. En realidad, yo lo que quiero es ver chupar con arte. El volante, el quite, el toque, la media vuelta, el juego de pies, la heterodoxia. Claro que no todo puede ser eso, como no puede ser que nos pasemos la vida pensando en fútbol y en chicas. Al menos no ya todo el tiempo.
Todo eso que se nos pasó es lo que buscamos sin quererlo. La jugada de Benzema para despedir al Calderón fue fútbol y chicas. El gol de Butragueño al Cádiz, el taconazo de Redondo en Old Trafford, el tacón de Dios (probablemente el mejor titular de una portada de periódico de la historia). Esto es lo que los analistas adultos, tan viejos, no son capaces de analizar. Yo cada vez que oigo eso de 4-4-2 o 15-27-38 es como si oyera hablar a mi viejo profesor de matemáticas con bigote sobre combinaciones y permutaciones.
Yo quiero volver allí, pero lejos del aula. Yo quiero volver al patio donde, aparte de ensayar tacones gutiescos o paraditas butragueñeras entre la inolvidable soledad de la multitud, cualquier Eder Sarabia de los patios decía verdaderas cosas sabias para aprender, como aquello que tradujimos aquí: Benzema fait ce qu’il obtient del rabé.
Ese es un espíritu de patio, de fútbol-patria, que hemos tenido que ir a encontrar, qué cosas, en el banquillo del Barcelona con el correspondiente desmarque y alejamiento del Setién de turno, ese adulto aburrido amante del orden y del tiqui chapa (Andrés Torres copirrait), que luego da lugar al análisis chapa, el análisis permutador que nos mete de lleno en el día a día de obligaciones y horarios y facturas de todo tipo, tan lejos del fútbol y de las chicas.
El otro día La Galerna escribió un tuit rozagante con el plantel madridista del futuro y me puse nervioso con ese posible fútbol de patio de colegio venidero. Todos esos niños madridistas son nuestro fútbol y nuestras chicas (nuestros chicos para ellas), como para no quererlos, como para no emocionarse y como para no agradecer que el Real Madrid, que la vida, nos conceda a estas alturas (en realidad a todas las alturas, siempre) otra oportunidad.
De Ceballos , ios olvidando , además de no dar el perfil es un bocas .
El fútbol del patio, sin estrategias ni tacticismos, sin esfuerzos medidos por GPS, sin VAR ni manipulación. El fútbol imaginativo y en nada adulterado.
Yo quiero volver a mi adolescencia. Os juro a los jóvenes que es verdad: Cuando Butragueño en el área se detenía con el balón entre los pies, el mundo se ponía a cámara lenta.