Susto, alivio y a semifinales

A estas alturas nadie puede dudar de que el MoraBanc Andorra ha sido uno de los equipos que más le han complicado la existencia al Madrid en esta campaña. Llegaban los de Laso con un 3-0 en los duelos directos de la 2016/17, pero era una estadística tramposa, que diría uno, porque en los tres duelos la contienda se había ido a la prórroga, campo atrás incluido. Pocos días después, el Madrid ha impuesto su lógica y se ha ganado el pase a semifinales.

Ha sufrido el cuadro blanco, demasiado quizá para un envite de cuartos entre el campeón de la Liga Regular y el octavo clasificado de la Liga Endesa. Aunque los que hemos seguido las evoluciones de los choques entre ambas escuadras podríamos esperar algo parecido a lo de esta serie de cuartos de final, quizá no en el fondo, sí en la forma. Un 2-1 era posible, sí, pero no tanto la manera en que se produjo, sobre todo tras el partido inicial. Ahí el Madrid parecía que había solventado de un plumazo su depresión post Euroliga y lo que sucedía es que las penas, fuera de casa y de la vida de confort, son más penas. Se vio en Andorra el viernes, con un equipo superado a partir de la segunda mitad, un agujero defensivo en el tercer cuarto, un plantel impotente, desbordado e incapaz.  Fue más o menos transitorio.

Las series a tres partidos, y todas las eliminatorias de cuartos han llegado hasta ese escenario, tienen el riesgo de que penalizan enormemente el fallo. Si te  lo juegas a cinco cartas, un error es más solucionable. Pero en estos casos, caer una vez representa que a la siguiente juegues sin red. Por eso es tan vital el factor cancha, mucho más que en rondas al mejor de cinco.

Así que tras la hecatombe del viernes, el Madrid regresaba la capital a cumplir con su cartel de favorito, pero con el drama de situarse ante un grupo de jugadores con la temporada hecha, en el buen sentido, y sin el pánico y la angustia de una derrota. Es lo que tiene jugarse un curso entero ante alguien que no tiene nada que perder.

Quizá por eso, y porque Shermadini es un jugador supremo, de la vieja escuela de los 90, el Andorra nunca se terminó de ir de la tarde, entrando a empujones de una plantilla muy bien compensada, dirigida y trabajada por su técnico, Joan Peñarroya.

Llull resuelve la angustia

Con 71-71 a poco de empezar el último cuarto, el Palacio respiraba sólo para aplaudir a los suyos. La buena mano de Llull y el trabajo de Doncic, sumados a unos minutos espectaculares de un sólido y eficaz Rudy Fernández, parecía que sellaban el pase a semifinales. Y sin embargo, una antideportiva inexistente pitada al propio Rudy, equilibró la balanza. El Andorra creyó, porque la fe de quien atisba el paraíso sin miedo a quedarse fuera de él puede ser determinante: 69-66 al final del tercer cuarto y 71-71 ya de lleno en el último round. Y entonces sí, adivinen, apareció Llull, enchufó 9 puntos seguidos, se hizo con un mini parcial él solito y todo quedó listo. Y sentenciado. Reyes, eternamente renacido, siguió a lo suyo, que cada vez es un poquito menos, pero que casi siempre aparece cuando debe. Y le dejan; Ayón, tras dos jugadas iniciales dominado por Shermadini, supo solventar una papeleta de las complicadas. Buenas noticias para el porvenir.

Tarde-noche de aliño, el Madrid a semifinales y un pasito más. No el más complicado, posiblemente, por la entidad del rival que viene, pero sí un compromiso muy trabajado, de desgaste. Había que solventarlo como fuera. Hubiera sido mejor un 2-0 y a guardar la ropa, claro. Pero desde esta experiencia el Madrid  sólo puede que seguir creciendo. Lo necesita si quiera revalidar el título de la Liga Endesa.