Superstición superada

El 29 de mayo del año pasado, el día que el Real Madrid conquistó la Undécima, a primera hora de la mañana, sin previo aviso, a traición, Jesús Bengoechea nos pidió tener preparado algún artículo para glosar la victoria del Madrid.

Si me llega a pedir separar las aguas del Cantábrico, convertir el agua en vino o ir caminando hasta su casa en Cardiff, lo hubiese hecho sin ningún problema.

Hay veces que las amistades se cimentan en pequeños detalles y otras en grandes milagros. Yo estaba dispuesto a lo que fuese, lo juro, lo que fuese por su amistad y por el bien de La Galerna, pero no, él no me pidió un milagro, él me pidió un imposible.

Escribir sobre una victoria antes de conseguirla es como tocar la Copa de Europa al salir al campo. Es, eso cualquier supersticioso de tres al cuarto lo sabe perfectamente, un sindíos, una locura, un sinsentido. NO me puedes pedir eso, Jesús, por tu anciana madre, por tus niños, por lo que más quieras, NO me pidas eso, Jesús. ESO NO SE PUEDE HACER.

Y lo hice. Juro que lo hice. Y no se lo van a creer pero salió bien. La Undécima ya está en nuestro Museo. Si La Galerna había sido capaz de derrotar esa superstición, supe que a partir de aquel momento sería capaz de todo. Nada la detendría.

Hace un par de días, cuando esté insensato ha vuelto a hacer lo mismo, cuando nos ha vuelto a pedir algún artículo para festejar la victoria del Madrid antes de que esta se produzca, ya lo he recibido de otra manera, con menos nervios, sin presión. Simplemente me he bajado del techo al que me había encaramado con las uñas al leer su petición, he dejado el abrecartas alejado de mis venas y me he puesto a escribir. Que cada cuatro líneas me cambie de calzoncillos, toque siete veces mis amuletos o me acuerde de la familia de Jesús no son más que síntomas de una madurez que gracias a pruebas de fe como ésta voy alcanzando poco a poco.

Uno aprende de los desafíos y este lo es. Eso sí, haré lo mismo que hice con la Undécima: me guardaré un as de oros en la manga para esquivar el mal fario. Hombre supersticioso vale por dos. Dejaré el artículo a medias y cuando termine el partido lo acabaré. No pienso enviarlo antes. No pienso acabarlo. No pienso tocar ninguna Copa hasta que no tenga el título en mis manos. Ustedes apenas lo notarán, pero justo ahora, en este preciso momento, después de tocar una vez más siete veces mi más preciado amuleto voy a dejar de escribir.

Han pasado unas seis hora desde que escribí estas líneas. El conjuro ha funcionado.

¡FELICIDADES!

¡HALA MADRID!