Buenos días, amigos. Estamos hartos de la actitud habitual del Madrid contra el Barça en los últimos tiempos. Estamos superhartos —colocamos aquí el mismo prefijo que lleva el trofeo recién perdido— de que cada dos por tres cualquier Barça, por menor que sea, nos pinte la cara en Barcelona, en Madrid o en Arabia. Estamos hastiados de que el Barça sí sea capaz de llegar con hambre a estos partidos y el Madrid los afronte con la misma ilusión que quien hace cola en la mercería para comprar hilo para tejer bodoques.
Siempre se escucha que el Madrid tiene una programación de la temporada que le hace sacrificar la obtención de piezas puntuales apetitosas en aras de conseguir logros mayores —Liga y Champions—, que en este periodo de la temporada se encuentra en una zona baja de la preparación física que le permite llegar fuerte cuando se deciden los títulos importantes. Pero los aficionados nos merecemos que alguna vez el Madrid se salte esta dieta de esfuerzos y nos dé una alegría mayúscula contra el Barça.
Esta cuesta de enero física no solo tiene como causa esta supuesta preparación, sino otras más como el mundial, la saturación de competiciones, viajes y partidos, etc., que por otro lado son comunes a otros equipos que parecen sufrirla menos. Sin embargo, el Madrid disputó ayer al final del partido sus minutos menos dantescos, y contra el Valencia también mejoró al final. Parece contradictorio.
Lo que no admite discusión es que el Barcelona salió con más ganas, más concentrado y se tomó más en serio el partido. Basta con observar cómo regresaban al terreno de juego los jugadores de ambos equipos en el segundo tiempo. El Madrid aparecía por la boca de vestuarios apático, como quien va a tomar café al club de macramé de la suegra. El Barça, por el contrario, salía a tope, como Mitch Buchannon en pos de salvar a una niña que no ha respetado las dos horas de digestión.
También estamos superhartos —de ahí que hayamos elegido este título para el Portanálisis que quien más y quien menos leerá con acento de Tamara Falcó— de que los diarios abusen del prefijo súper para sus titulares post-Supercopa.
“Supermeneo”, titula Marca. Destaca que es el primer título de Xavi como entrenador —quién lo diría, da la sensación de que atesorara varias Champions— y el primero de la era post-Messi. Dice que le dio un repaso a Ancelotti y a un Madrid indolente. Nos duele, pero es cierto.
Sport opta por un “Super campeones”, así, separado, ignorando las normas para escribir prefijos, aunque ahora mismo a los madridistas es lo que menos nos importa.
Hay cosas que no cambian, y la necesidad de construir un relato falso para que cale en la sociedad y adoctrine a quien aún no es acólito de la religión culé es una de ellas: «Un SuperBarça inicia la triunfal “era Xavi”». ¿Cómo se puede calificar como triunfal una era que en la misma frase se indica que inicia en ese momento? Es lo mismo, van a comprar el mensaje de igual manera.
As titula: “El Superbarça de Supergavi” y lo ilustra con una fotografía de felicidad plena blaugrana. Tanto súper y tanto halago al Barça por ganar un trofeo como este después de dos años sin tocar pelo provoca urticaria en el madridista y vergüenza ajena en cualquier lector crítico, pero una de las mejores maneras de no ver estas portadas es, por ejemplo, que el Madrid afrontara los partidos contra el Barça con otra actitud más acorde a lo que corresponde.
También en As, Ancelotti declara que “hablar de humillación es una falta de respeto. Volveremos”. No tenemos ninguna duda, Carlo, sabemos que volveréis, el problema es cuándo, porque a veces cuando uno regresa demasiado tarde se encuentra con que le han cambiado la cerradura.
Es lo que corresponde el enfado mayúsculo que tenemos los madridistas por la derrota, por cómo se ha producido la derrota (podéis leer aquí las notas de los nuestros y la crónica de Ramón Álvarez de Mon), por la alarmante baja forma de muchos jugadores, por los errores grotescos, por las discrepancias con la confección de la plantilla, por la actitud, pero si el Madrid se caracteriza por algo, además de esta máxima exigencia necesaria, es por no dejarse llevar por el catastrofismo, el derrotismo y seguir creyendo hasta el final, ejemplos no nos faltan.
Pasad un buen día, a pesar del Blue Monday.
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