SOS Barça

Hay dos tesis que se repiten como una insufrible letanía cuando alguien se atreve a discutir la maltrecha economía del F.C. Barcelona. La primera es la muleta preferida de los culés, que suelen indicar al instante que el Madrid tiene una deuda similar a la de su equipo. Por supuesto esa afirmación es falsa, como se puede comprobar en la memoria anual económica del club, a disposición de cualquiera que quiera (y sepa) leerla. El Madrid tiene 900 millones de deuda bruta, pero 355 millones de deuda neta. Es decir, de lo que debe menos lo que le deben. Y ahí ya se refleja una buena parte del coste de la reforma del estadio, afrontada con un préstamo a largo plazo que cuenta con óptimas condiciones de financiación. Esta parte de la deuda en concreto, además, va a generar ingresos muy superiores a su coste anual en cuanto el nuevo Bernabéu empiece a funcionar.

En lo referente al Barça, reconoció hace meses casi 500 millones de deuda neta. Lejos de recortar esa cifra, el club se ha seguido entrampando con diferimientos varios y partidas contempladas como ingresos que no van a llegar. Además, aún no ha movido una sola piedra en la difícilmente aplazable reforma del Camp Nou (paradójico nombre ahora mismo) y no se están pudiendo afrontar gastos operativos corrientes como es el pago de la nómina de los futbolistas. Que el Madrid no se encuentra en un momento económico boyante es evidente, pero su situación no es comparable, ni de lejos, a la que afronta el club catalán, que tiene seriamente amenazada su supervivencia.

El otro mantra recurrente es el que verdaderamente hace sangrar mis oídos o mis ojos. En este caso, los que suelen apelar a él son los propios madridistas, afirmando con rabia o resignación (o una mezcla de ambas) que el Barça acabará siendo rescatado con dinero público, que fichará lo que quiera y que la factura la acabaremos pagando entre todos los contribuyentes españoles. La suposición tiene mucho de entelequia y pocos visos de convertirse en realidad, al menos a mi modo de ver. Esto no es tan simple como quebrar, pedir y recibir sin justificación alguna, y las razones se agolpan para no creer que algo así pueda suceder.

Para empezar, hay un marco legal donde es difícil que encaje un dispendio de estas características, especialmente en una coyuntura macroeconómica muy compleja, con el estado siendo supervisado por sus socios europeos tras una importante inyección de dinero para paliar los efectos económicos de la pandemia. Y con una cola kilométrica de empresas que necesitan de verdad esos salvavidas. Se va a escrutar la finalidad de cada euro, y parece difícil de ocultar el deslizamiento de los no pocos millones que necesita el Barça para sacar la cabeza del hoyo en el que se encuentra. Hoy en día este tipo de operaciones son detectadas con relativa facilidad. Cuando están a la luz de los focos empiezan a pudrirse, a oler mal y son difíciles de justificar. Y si no, que se lo pregunten a Mediapro. En cuanto a la posibilidad de que sea la Generalitat de Catalunya la que acabe pagando la fiesta, cabe recordar que es la comunidad española más endeudada (en términos totales). Es un ejercicio complejo invitar a alguien cuando ambos compartís las telarañas en la cartera.

Se pide premiar al que ha hecho las cosas rematadamente mal, gastando ingentes cantidades de dinero para intentar competir porque su gran rival no dejaba de ganar

A pesar de ello, prebostes mediáticos como José Ramón de la Morena ya han sacado la apisonadora para intentar allanar el terreno, aludiendo a la importancia del Barça para el fútbol español e indicando la necesidad de que se le ofrezca una tabla de salvación con dinero público. Poco importa que no se ayudara antes a muchos otros clubes que desaparecieron o se refundaron tras despeñarse varias categorías. El fútbol español necesita actores solventes, con capacidad de mantenerse con sus propios recursos. A la postre, se pide premiar al que ha hecho las cosas rematadamente mal, gastando ingentes cantidades de dinero para intentar competir porque su gran rival no dejaba de ganar, con la connivencia de aquellos que debieron denunciarlo, pero en cambio no veían mácula en este modus operandi, ni peligro alguno asomando en el horizonte pese al dispendio constante e insostenible.

No advierto indicios de rescate. Me parece bastante más posible que, a no mucho tardar, se abra el melón de la conversión del Barcelona en SAD y se busque un inversor extranjero (preferiblemente árabe y con petróleo) que resuelva de un plumazo los problemas, aun a costa de que la masa social pierda para siempre el control del club. Es una de las pocas salidas viables que veo para la entidad catalana, que de otra manera se verá abocada a varios ejercicios de contención extrema, es decir, de venta constante de activos (jugadores o inmuebles) que le harían perder competitividad de forma notable.De lo que no me cabe duda es de que, si el Barça acaba siendo una sociedad anónima, se empezará a exigir también la misma transformación societaria para el Real Madrid. Ya conocemos la vieja táctica de poner a los dos gigantes del fútbol español al mismo nivel cuando los problemas vienen pintados de grana y azul, para que la sensación que cale es que la situación de ambos es muy parecida.

Tengo verdadera curiosidad por ver cómo resuelve la nueva directiva barcelonista un rompecabezas al que le faltan, como poco, la mitad de las piezas. Tras ver los apuros que esta junta ha tenido incluso para reunir el pertinente aval que le permitiera tomar posesión, parece que el imaginativo plan económico que nos han venido contando alcanza la categoría de fábula. No sé si será posible mejorar aquella disparatada idea de hacer una especie de Nueva Rumasa (sería algo así como Nueva RuBarça), a través de una emisión de bonos cuando se han agotado todas las vías convencionales de financiación. Quizás lo último que queda en esa lista de mágicos remedios de Laporta es intentar reunir las siete bolas de dragón y desear que los números rojos se conviertan en verdes de repente.

Fotografías: Imago