El 18 de abril de 1993 mi padre me llevó por primera vez al Bernabéu. Jugaba el Madrid contra el Cádiz. De aquel partido recuerdo su vértigo por lo alto que estaban nuestras butacas, que ganamos 3-1 y que marcaron Butragueño (dos) y Zamorano.
Veinticuatro años y 8 días después, mi padre vio su último partido. El Madrid se jugaba la liga en Riazor y él peleaba por su vida en una habitación de hospital. Unas horas antes había recibido la unción de enfermos. Aunque era consciente de la gravedad de la situación, no dejó de sonreír ni un momento, como si aún le quedara algo por hacer. Nada más irse el cura, nos pidió que bajáramos a por la clave del Wifi para poder ver al Madrid en su iPad.
Reconozco que no le hice el menor caso. Pensé que estaba algo ido por la morfina y salí de la habitación a intentar descansar un rato. Bajé a por una Coca-Cola y cuando volví, unos minutos después, estaba con mi madre y mi hermano zapeando como loco, buscando en la tele el canal donde ver el partido. Le recordé que no podría verlo en la tele normal porque “lo ponían en el plus” (no estábamos para entrar en detalles sobre las distintas plataformas donde poder verlo) y me bajé a pedir acceso a internet para la tableta.
Contra todo pronóstico, el ancho de banda del hospital fue capaz de permitir una conexión limpia y sin interrupciones y, antes de que nos diéramos cuenta, el Madrid se estaba jugando la liga en Coruña y mi padre había dejado de morirse. A los 55 segundos celebraba el gol de Morata y, doce minutos después, el de James. Aunque su respiración era cada vez más dificultosa, comentaba cada jugada como si estuviera en el salón de su casa. Como tantas veces habíamos hecho.
Los no futboleros suelen preguntarnos a los forofos de cualquier equipo qué vemos en once tíos corriendo en calzoncillos detrás de una pelota. Aquí va la respuesta definitiva: no vemos absolutamente nada. Es una excusa. Un ardid para abrirnos, conocernos y hablar de las cosas verdaderamente importantes sin cursilerías.
Mi padre jamás me dijo algo como “en la vida hay que trabajar duro para que te vaya bien, el talento solo no vale para nada”. Sin embargo, le vi un millón de veces criticar a los jugadores que no corrían a por un pase largo o que no metían la pierna en un balón dividido. También tuvo la deferencia de ahorrarme cientos de charlas sobre la importancia de encontrar tu hueco en el mundo para poder dar el máximo. El Madrid nos habilitaba atajos, trucos comunicativos para decir lo mismo de una forma más directa: “ya verás cómo Guti va a ser mejor entrenador que jugador”.
Muchos años después de aquel bautismo contra el Cádiz, el Madrid ganó su séptima Copa de Europa. Vi la final en casa con él. Hice lo mismo con la octava, la novena y la décima. Para mí era un acto de fe: si lo veíamos juntos ganábamos seguro. Aunque con los años cada vez tenía más alternativas para ver las finales con amigos yo siempre opté por quedarme a su lado. Después de tantos años, no haberlo hecho habría sido como si Sam, a los pies del Monte del Destino, le hubiera dicho a Frodo que ahí se quedaba y que ya se verían a la vuelta en Hobbiton.
Cuando llegó la final de Milán cambié de plan. Él ya estaba enfermo y yo quería tener la tranquilidad de que, si algún día nos dejaba, el sortilegio no se rompería y el Madrid seguiría saliendo airoso de estos trances. Y así fue. Ganamos la undécima y lo celebramos y comentamos por teléfono, como solíamos hacer después de cada partido de liga.
En todo eso pensaba cuando Lucas Vázquez metió el tercero al Deportivo, casi en el descanso. Mi padre dio por zanjado el partido y la liga: “esto ya está ganado. Me voy a dormir”. No se despertó. Supongo que, a estas alturas, ya sabrá que ganamos 2-6. Guardo una foto de aquel momento. Sus manos sostienen el iPad mientras el Madrid ataca. El live del iPhone a veces me juega una mala pasada y la foto se pone en movimiento. Es entonces cuando recuerdo lo agradecido que le estoy por haberse quitado importancia hasta para morirse; no creo que le hiciera ninguna ilusión, pero una liga es una liga.
La final de Cardiff me pilló en Ronda, su lugar de nacimiento. Habíamos ido, unas semanas después de su muerte, a ver a amigos y familiares. Cuando acabó el partido tuve el impulso (aún hoy lo tengo) de coger el teléfono y de llamarle a comentarlo. Tras unos instantes de duda opté por dejarle un mensaje en el contestador diciéndole que el Madrid seguía ganando Copas de Europa, que estábamos todos bien y que no se preocupara, que había dejado al equipo en buenas manos. También le dije que se había ahorrado un mal trago no viendo la primera parte de la Juve, que menos mal que supimos reaccionar y recuperar el control… Un atajo como cualquier otro para ahorrarnos pedanterías sobre cómo no hay finales felices sin congojas previas.
Relato precioso Gonzalo, todos tenemos alguna historia similar, pero desde luego, no todos podemos transcribirla con tanta sensibilidad y dulzura. Enhorabuena.
No sé si es el texto más hermoso y emotivo escrito hasta la fecha en LG, sólo sé que me ha llegado hondo y me has emocionado mucho. Tal vez por mis propias circunstancias familiares ajenas al fútbol, o por recordar las palabras de Jesús tras la muerte de tu padre. O todo junto. Gracias por escribir y compartir con todos nosotros esta maravilla, Gonzalo. Un abrazo.
Un placer leer este artículo, muy emocionante.
Gracias
Que historia tan bonita y que bien contada, al final me han asomado las lágrimas al ver como se despedía tu padre con elegancia y sin dramatismos. Te animo a seguir redactando en esta gran web hecha por y para madridistas
Muy bonita la historia, los que estamos en una edad (aunque esto no tiene edad) pensamos que si morimos sea despues de ver un triunfo de nuestro Real Madrid y si no es así que a cada triunfo y cada trofeo, nuestros hijos -toda "mi familia" es madridista - nos lo dediquen desde aquí.
Gracias Gonzalo por habernos movido las fibras sensibles.
Hermoso y conmovedor relato, mi hijo seguro guardará recuerdos parecidos de nuestros viajes para ver al Real Madrid.
Gracias por compartirlo.
Gracias.
Pues Gonzalo, lo creas o no a mí me sucedió algo bastante similar. Desde Cuba. Te cuento que sí, que desde aquí veíamos mi padre y yo cada triunfo del Madrid cada vez que la tele lo ponía, casi siempre en reposición, pero igual lo disfrutábamos como si fuese en vivo. Cuando Zidane marcó aquella volea que todo madridista que la vió, o la vea la llevará tatuada en su retina mientras viva, me dijo: No sé si pronto o falte mucho, pero ya la Décima no es un sueño. Pasaron muchos años antes de que el Madrid mantuviese el pulso aún en desventaja contra un Barza en Liga y contra una Europa que le condenaba contra el rompiente de Octavos y aquella bestia olimpicamente lionesa y me decía: ya llegará hijito, ya llegará. Su perseverancia me hizo aferrarme cada vez más a mi madridismo genético y él se me fue en febrero del 2013. Habíamos ganado nuestra 32 Liga y en Champions íbamos bien. Ese año el Bayern nos apeó en semis, pero mostró un Madrid irrespetuoso, dispuesto a llegar y acabar de imponerse. Cuando se jugaba la primera de las dos finales ante el Aleti, miré al cielo y allí estaba, arrellanado en su nube mirando atento el partido. Cuando Casillas salió a por uvas y desde allí empezó el sufrimiento lo vi levantarse y hacer el gesto de calma ¿se lo haría a todo el madridismo? Luego en el 92:48, cuando ramos lanzó aquel cabezazo a la red ya no lo vi en su nube, lo vi corriendo y en la mano llevaba dos cinticas blancas: !Que es nuestra, la Décima es nuestra!
Todavía recuerdo que días antes de nuestra segunda final ante el Aleti recortaba con esmero las cintas puras y blancas que alzamos después de unos penales de gloria. Y que decir de este pasado tres de junio, a 15 días para su cumple 59. Ese día me levanté temprano, no dormí, como suelo hacer antes de cada final que nos jugamos y lo vi jubiloso. Me gritó desde el cielo: !Eh Tito, hasta Dios es madridista! ¿Cómo? !Sí, lee bien la Biblia, el mensaje a Abraham lo mandó con una paloma BLANCA! Mi viejo siempre tan ocurrente, tan simple, tan él... Y sí Gonzalo, de eso se trata de ver el fútbol siempre, absolutamente siempre, con la perfecta compañía.
Da para otro artículo, compañero... Debe haber sido glorioso ver el fútbol de esa manera...
Saludos
Me ha emocionado tu escrito. En parte porque me recuerda bastante a mi propia circunstancia.
Mi padre, ya bastante enfermo, falleció pocos días después de la Décima.
Pero pudo llegar a verla y disfrutó mucho con ella.
Yo creo que los aficionados también tenemos derecho a dedicar los triunfos de nuestro equipo. De modo que tras conquistar la Undécima, la Liga y la Duodécima, imité el gesto de algunos futbolistas elevando los dedos hacia el cielo raso y dedicándole esos triunfos de simple aficionado a mi padre.
Algo que supongo que todos hemos hecho alguna vez o que desgraciadamente algún día haremos.
Con una sonrisa agridulce en el rostro...
también es un poco mi historia.
Gracias. Me siento identificado.
Maravilloso, me has dejado con un nudo en la garganta. Ojalá tu padre esté con el viejo Di Stéfano celebrando los títulos del Madrid.
Precioso. Emotivo. Me he emocionado y soy mayor, ya jubilado. Socio desde el verano de 1993. GRACIAS
Gracias por compartir este homenaje que le has hecho a tu padre. Ya me emocioné cuando Jesús, en un artículo también precioso, nos habló de tu padre. La diferencia es que ahora mis circunstancias personales son distintas a las que tenía cuando leí aquel "Tajo de Ronda" publicado el 28 de Abril. Ya que también un día 28 pero de Junio, hace apenas dos meses, mi padre también falleció. A él le debo mi madridismo y muchísimas cosas más. Con él vi innumerables partidos y siempre comentábamos por teléfono o al día siguiente en el trabajo (trabajábamos juntos) aquellos que veíamos por separado.
El domingo, con el segundo gol de Asensio rompí a llorar, me emocioné muchísimo cuando vi al chaval levantando los brazos apuntando al cielo dedicándoselo a su madre. Irremediablemente me acordé de mi padre y pensé: que rabia no poder llamarlo en este mismo instante para pegar dos gritos al teléfono como hicimos tantas veces. Luego pensé que a pesar de no poder comentar con él los partidos o abrazarlo cuando marquemos un gol, sé de sobra que estará conmigo, a mi lado, acompañándome en cada partido de nuestro amado Real Madrid.
Es muy duro, es difícil, pero como dice Eddie Vedder en su preciosa canción «Man of the hour» siento que esto es sólo un adiós por ahora.
Un abrazo Gonzalo y un abrazo a todos los que como yo nos hemos sentido identificados contigo.
SIEMPRE FUISTE MI REFERENCIA
TE QUIERO PAPÁ
Un abrazo muy fuerte, Juanjo.
Muchísimas gracias Jesús.
Precioso artículo. Se me han saltado las lágrimas. Enhorabuena.
Da gusto leer la Galerna y los comentarios,sin mas.
Gracias y saludos desde mi GRAN CANARIA.-HALA MADRID.-
Precioso y emotivo artículo. Casi me lo pierdo y hubiera sido una pena porque es todo corazón, no sólo el tuyo sino el de los demás compañeros que lo han comentado. Se parece mucho a cómo yo aún tengo la suerte de vivir el Real Madrid y los partidos con mi padre.
Un fuerte abrazo a todos y especialmente a los que habéis perdido a vuestros padres
Muchas gracias Paz.
Precioso post.
Gracias Gonzalo, me ha emocionado mucho tu artículo.
Cuando yo tenía 5 años, mi madre me hizo (había estudiado corte y confección) un equipo del Real Madrid. Le puso a la espalda el número de 8 de Don Amancio Amaro Varela.
Luego fui con mi padre a una tienda en el Paseo de las Delicias y compramos unas botas negras, cuyo olor que se parecía al del chocolate aún recuerdo como si fuese aquel día. También me compró un pequeño escudo bordado del Real Madrid que mi madre cosió en el traje.
Mi padre murió hace justamente un año, y mi madre el pasado miércoles 30 de agosto.
Supongo que tirarían o regalarían el traje y las botas (han pasado 47 años), pero el pequeño escudo del Real Madrid está ahora en mi despacho, sujeto a una corchera por una chincheta. Y lo he llevado dentro de la cartera durante todas las finales de Champions, de la Séptima a la Duodécima.
Un abrazo y ¡¡hala Madrid!!
Gracias
Una historia preciosa
Precioso relato. Espero poder leer más artículos tuyos.
Emocionante , no tengo palabras, para transmitir mis sentimientos, como otros lectores
Muchas gracias....
Ecelente artículo. Sin palabras. Lo sencillo de lo humano y del corazón. Soy Madridista por decisión y elección propia, pero intentaré dejar un legado similar a mis hijos y nietos. Ya ve, señor Gonzalo Gómez, un artículo como este, no cree en fecha de expiración.
Saludos.