El abandono de Simone Biles de la prueba de gimnasia artística por equipos en los JJOO de Tokyo 2020 ha vuelto a poner de relieve el problema de la salud mental, el estrés y la presión en el deporte de élite. Aunque el ataque de ansiedad que sufrió y que la hizo abandonar ha provocado un impacto global, en realidad es sólo la punta de un gran iceberg de sufrimiento, sacrificio y miedo que siempre ha soportado lo poco que realmente podemos ver del mundo de la alta competición.
“Desde que entro al tapiz, estoy yo sola con mi cabeza, tratando con demonios. Debo hacer lo que es bueno para mí y concentrarme en mi salud mental y no comprometer mi salud y mi bienestar", dijo Biles tras abandonar. No tardaron en aparecer artículos de opinión tildando de débil, de forma más o menos explícita, a Biles, sosteniendo que la élite es lo que tiene. Y es cierto, pero no hay nadie inmune. Al igual que estos deportistas sufren roturas fibrilares al llevar al extremo su resistencia muscular, también la alta competición exprime las cabezas hasta que, en muchos casos, aparecen “lesiones” mentales. Puede ser porque te juegas un gran contrato, porque el público te critica, porque un país entero está detrás y no le quieres fallar, por volver a la cima en la que un día estuviste, por llegar a ella, por jugarte el trabajo de todo un ciclo olímpico en un ejercicio de minuto y medio o, simplemente, porque la mente hace un clic y ya no puede seguir dando el 110% para competir. Es algo muy común, aunque sufre cierto estigma que hace a los atletas tender a ocultar estos episodios.
Por esto, resulta incomprensible que deportistas experimentados como Novak Djokovic hayan sacado pecho por haber sido siempre fuertes ante esta problemática: “Sin la presión no existiría el deporte profesional. Si tu objetivo es estar en la cima de tu deporte, lo mejor es que comiences a aprender a lidiar con la presión y los momentos difíciles, tanto en la pista como fuera de ella. No puedo decir que no vea o no escuche todo ese zumbido o ese ruido, porque por supuesto que está ahí, pero he aprendido a manejarlo de tal forma que no me destruya. No me desgastará. Siento que tengo la suficiente experiencia como para saber cómo debo entrar en la pista y jugar mi mejor tenis".
Desde luego, Djokovic sabe lo que es el deporte de élite. Es, o va a ser, el mejor tenista de todos los tiempos. Ha vencido a la presión en innumerables ocasiones. Sabe manejarla. En este aspecto, no parece humano. Pero lo es, y comete errores. Uno de ellos es juzgar a Simone Biles o, al menos, compararse con ella.
Para empezar, Djokovic no sufrió los abusos sexuales de Larry Nassar, como Biles. Tampoco tiene a un hermano condenado por triple asesinato o una madre adicta al alcohol y a las drogas. Ni fue entregado a una casa de acogida a los tres años, como Biles. Es cierto que su infancia tampoco fue un camino de rosas, desde luego, en plena Guerra de los Balcanes. Pero el pequeño “Nole” creció en un hogar en el que, aunque se pasaran apuros económicos, había amor. Pedagogos, psicólogos y psiquiatras coinciden en que la niñez es la etapa más importante en la vida de un ser humano.
En cualquier caso, venir de una familia desestructurada y una infancia más que difícil, como es el caso de Simone Biles, no es requisito indispensable para sufrir problemas mentales en el deporte de élite. Con una presión y exigencia extremas por obtener rendimiento, crisis de ansiedad, ataques de pánico y depresiones son mucho más habituales de lo que la gente piensa. En fútbol, por ejemplo, ¿cuántos han necesitado recurrir a un psicólogo o psiquiatra para poder seguir adelante con sus carreras? ¿Saben cuántos se cayeron de partidos o convocatorias por crisis de ansiedad que nos vendieron como problemas de tobillo o indisposiciones estomacales? Ya se lo digo: incontables.
Siempre habrá personas capaces de dar su mejor versión cuanta mayor es la dificultad. Son una abrumadora minoría. El resto siempre tendremos miedo a jugarnos sobre la bocina la canasta ganadora en una final o a lanzar el último penalti de la tanda. Ahí está el gran valor de los primeros. Pero no es en contraposición un fracasado el que no puede elevar el listón a su altura. Es simplemente un ser humano.
Muchos deportistas sí han optado por hacer públicos sus fantasmas. Iniesta, por ejemplo, confesó que pasó por una etapa muy oscura. “Poco a poco vas sintiendo que no eres tú, que no disfrutas de las cosas, que las personas que te rodean es como si fuesen de más. No tienes sentimientos, no tienes pasión. Me sentía vacío por dentro. Tuve un periodo muy difícil, pero gracias a los especialistas pude salir adelante”.
Ronaldo Nazario sufrió un grave episodio de ansiedad, con convulsiones y vómitos, la noche antes de la final del Mundial 98’, que Brasil perdió ante Francia. “Parecía enfermo, sólo tenías que ver sus ojos para saber que sucedía algo malo. Supe enseguida que no se encontraba en condiciones de disputar un partido tan importante”, reveló Roberto Carlos. “Tenía miedo del partido. La presión le afectaba y no pudo dejar de llorar. A las cuatro de la mañana empezó a vomitar. Entonces llamé al médico”. El mismo Ronaldo explicó así la situación: “Fue un susto muy grande. Duró unos 30 o 40 segundos. Sentí dolores por todo el cuerpo. Ganamos otra Copa: la de mi vida. Fue muy duro, pero decidí jugar”.
Iván Campo también admitió sus problemas de ansiedad cuando era jugador del Real Madrid, que no le abandonaron hasta que no salió del club blanco. Liberado de esa exigencia, fue plenamente feliz en el Bolton inglés y sigue siendo un ídolo para sus fans.
El mismísimo Michael Jordan, en el cénit de su carrera, abandonó la práctica del baloncesto porque no era capaz de dejar atrás la muerte de su padre.
Álvaro Morata trabaja habitualmente con un psicólogo pues, como ha reconocido abiertamente, le afectan mucho las críticas, tanto en el terreno personal como a su rendimiento en el terreno de juego.
Víctor Valdés estuvo muchas veces cerca de dejar el fútbol durante su periodo de formación, llegando a afirmar que “odiaba la portería”. También se ha pronunciado en contra muchas veces de la fama.
Alex Abrines confesó que el balón de basket le dio miedo durante un periodo de su vida: “No te podía ni ver. Incluso llegué a odiarte”, escribió. La presión y la ansiedad que sentía cuando pisaba una cancha de basket le llevaron a buscar ayuda profesional. Todo empezó cuando los Thunder le dejaron fuera, en diciembre de 2018. Ya lo ha superado.
Rafa Muñoz, el nadador español, intentó suicidarse dos veces en el momento cumbre de su carrera.
Michael Phelps, el Rey de la natación, también ha reconocido haber atravesado varias depresiones.
Naomi Osaka abandonó Roland Garros este mismo año por ansiedad y estrés, cuando era la número 2 del mundo.
Tom Dumoulin se bajó de la bici con sólo 30 años: “Durante demasiado tiempo he sentido una gran presión para rendir. Siento que siempre quiero hacer lo mejor para el equipo, para los patrocinadores, para los fans, etc. Pero en ese proceso me olvidé de mí mismo. Me olvidé de lo que realmente quiero dentro de este deporte y para mi futuro".
Nico Rosberg dejó la Fórmula 1 tras ser campeón del mundo para dedicarse a su familia, falto de motivación.
En otros casos más desgarradores, los deportistas van lidiando como pueden con la presión, con relativo éxito, pero todo se derrumba cuando llega la hora de la retirada. Son los casos de Robert Enke, Jesús Rollán, Yago Lamela y un larguísimo etcétera, que sufrieron fatales y muy tristes desenlaces.
La lista de deportistas de élite que sucumbieron total o parcialmente a la presión de su actividad podría seguir casi indefinidamente.
Con cuatro oros y un bronce en los JJOO de Río 2016, Simone Biles deslumbró al mundo entero con una actuación portentosa que la situaba en lo más alto de la historia de la gimnasia artística. Pero, poco después, tras ser oro en el Mundial de Stuttgart, hacía unas declaraciones premonitorias: “Si me sintiera una superestrella tendría más expectativas de mí misma y me sentiría más presionada. Yo sólo salgo a competir, intento representar a Simone, no a Simone Biles, porque al final del día sigo siendo un ser humano antes que Simone Biles, la superestrella”. Por fuera, la estrella brillaba. Por dentro, la oscuridad ganaba terreno.
Dada esa terrible infancia que tuvo que atravesar, bastante ha tardado en explotar. Su caso es sólo uno entre miles. Muy mediático por el marco y contexto en el que se ha dado, pero sólo uno más. Es evidente que el deporte de élite desgasta la salud mental. Estos días, aparecen médicos en prensa, radio y TV diciendo que la alta competición es perjudicial para la salud. También los mass media, que les pone en el foco del mundo entero, contribuyen a esa descomunal y exacerbada exigencia, interna y externa, de resultados. Sin embargo, deporte de élite y presión siempre irán ligados. Es inevitable. Estás compitiendo contra los mejores a ojos de todo el mundo. ¿Es malo para la salud mental? Y para el físico también, como se ha demostrado. Es el precio a pagar. También es malo para la salud ser estibador, encofrador o mozo de almacén. Todos los excesos lo son.
No hay que cambiar nada en el deporte de élite. Siempre irá ligado a la presión. Unos la llevarán mejor y otros peor. Algunos tendrán crisis pasajeras, que superarán o no. Ahí está también el talento para competir, como en la habilidad, en la fuerza, en la velocidad. Y el talento para superarse. Eso es lo que le toca ahora a Biles. Levantarse, trabajar e ir un poco más lejos, que es lo que ha hecho, y muy bien, durante toda su vida.
Biles ha mostrado una enorme valentía al retirarse tras sufrir una "lesión" mental. Otros, por esconder sus problemas, por huir del estigma, por no mostrar debilidad, por no admitir que tienen miedo, presa del tabú que sigue habiendo en torno a este asunto, habrían competido sin decir nada y destrozado las aspiraciones de su equipo. En cualquier caso, para juzgarles, habría que estar en sus zapatos. Seguro que los moveríamos con muchísima menos gracilidad, por cierto, que Simone Biles.
Lo que es incomprensible es q la Capitana del equipo deje solo y a la deriva su grupo por un problema personal q debió haberse manejado desde antes, para eso hay entrenadora , sicologo y otras ayudas en su equipo, no creo q este sola. Es cuestión de responsabilidad. y lo q vi fue un problema de seguridad y rabia fue demasiado evidente. En cuanto a Djokovic estoy de acuerdo con El. y lo felicito por atrever a decirlo y no apoyar la pataleta show q monto la Sta Biles.
Sólo tenemos una vida por vivir, y nadie ni nada vale más que ella.
Tu hás leido el articulo y escribes esto? Madre mia!
Por supuesto que hay una gran presión física y psíquica.Es necesario renunciar a muchas cosas en tu infancia , en tu adolescencia, en tu vida personal y social.No son ni alienigenas,ni extraterrestres ( como muchas veces recalca el amarillismo deportivo), son personas que a base de una descomunal disciplina y perseverancia,a través de grandes renuncias llegan al deporte de alto nivel,al deporte de élite ,llamado así porque son pocos los que llegan y nos regalan maravillosos momentos al resto de los mortales.
“LA FAMA CUESTA Y AQUÍ VAS HA EMPEZAR A PAGAR ” .
Hombre, que Djokovic saque la lengua a pasear tiene bemoles. Un tío que cuando la presión le puede rompe raquetas, se comporta como un macarra de discoteca o, lo peor de todo, simula lesiones y malestares cuando va perdiendo.
Un impresentable.
Totalmente. Mejor se hubiera callado la bocaza. Además, el caso de la gimnasia es muy diferente al del tenis, ya que los ejercicios tienen mucho peligro si te desconcentras aunque solo sea un momento.
Yo creo que Simone Biles ha sido muy valiente explicando lo que le ha pasado.
Totalmente de acuerdo; aluciné cuando leí sus declaraciones. Parece que se han olvidado sus lamentables capítulos cuando iba perdiendo (o incluso ganando) y uno de los otros dos titanes parecía ponerle las cosas complicadas.
Hoy, esos dos titanes ya no son lo que eran y el serbio no se tiene que enfrentar a aquellas situaciones pero este año ha tenido dos episodios tan breves (apenas unos conatos de rotura de saque) como reveladores de que sigue sin la fuerza mental de los otros dos.
Dicho todo esto, hay que quitarse el sombrero porque estoy de acuerdo en que es posible que sea el mejor jugador de la historia, por supuesto, pero si hoy no tiene 25 (o más) Grand Slams es porque en los años en los que la presión le puso a prueba, no estuvo a la altura.
Pero, eso sí, en 2021 y con el viento a favor, imparte sus lecciones de moralina.
Y a todos esos prohombres (algunos muy mediáticos e influyentes) que han menospreciado los demonios de los que habla Biles, de corazón les deseo que ojalá ellos nunca los tengan aunque no sean deportistas de élite (doy por hecho que no los tienen y por eso no son capaces de empatizar ni entender mínimamente el problema).
"Biles ha mostrado una enorme valentía al retirarse tras sufrir una "lesión" mental".
Yo creo que retirarse nunca puede ser un acto de valentía. Y hablar de lesión mental cuando no conocemos el diagnóstico de la lesión o si realmente ha habido lesión, es una irresponsabilidad.
Biles estaba plenamente integrada en el equipo, en buena forma física, sonriente, ilusionada por repetir el éxito. Pero llegó el momento de la competición y cometió errores técnicos, humanos: falló en el suelo y falló en el salto. Se fue al vestuario y se retiró. No quiso perder en la pista, y ese no es buen ejemplo. Hay que saber perder.
Sacar a la luz la infancia terrible, los abusos sexuales, etc. no es de recibo, porque con esas mismas circunstancias ya compitió y ganó.
Entrenas, te preparas y llega la cita: sales a competir contra los mejores rivales y luchas por ti y por tu país. Es una gran presión. Y hay que saber ganar y saber perder. Eso es lo que distingue a los mejores. Biles es la mejor, pero no se comportó como tal. No hay que machacarla, pero tampoco hay que ensalzarla por un abandono. Yo la ensalzaría si compite hasta el final, pierde en la pista y encaja la derrota con deportividad. Sus seguidores perderíamos con ella. Pero sería igualmente admirable en cualquier escalón del podio. O fuera del podio. Ese es el espíritu olímpico.
Aquí somos madridistas, acostumbrados a que nuestro equipo gane, pero también a que pierda. Y cuando pierdes, das la mano, sin envidias ni rencores.
Dices: "Biles estaba plenamente integrada en el equipo, en buena forma física, sonriente, ilusionada por repetir el éxito". Pero no podemos saber cómo estaba de verdad, quizá intentó dar esa imagen, pero al final no ha podido. Y sus fallos muy probablemente han estado relacionados con cómo estaba de verdad.
Vale. No sabemos a ciencia cierta cómo estaba, pero a mí me parece que estaba en forma. Tampoco sabemos qué le pasó. Lo que es un hecho es que se retiró en plena competición. Y yo no critico su decisión, Dios me libre, critico que esa decisión sea considerada un acto de valentía. Toda su vida ha sido una valiente, y, en mi opinión, una heroína. No me molestaron sus fallos, me molestó su abandono. Sigue siendo mi ídolo, pero ahora ya no es la reina: es Sunida.
Djokovic creo marca el camino correcto a seguir. Al principio de su carrera era muy frágil sicológicamente. Contra Nadal siempre tenía un momento en que se hundía. No hay que negar los problemas y mucho menos los sicológicos. Pero no se puede aplaudir el no afrontarlos y rendirse, “refugiarse” en el problema síquico. Es un ejem y muy malo. Sobre el caso Biles es imposible opinar porque desconocemos los pormenores. En general opino que la persona debe afrontarlos buscando ayuda profesional para que le ayude a superarlos uy si no es posible, retirarse antes.
Creo que la presión sobre el profesional de élite es menor cuando ya ha triunfado.
Por otra parte, el que en una oposición a una plaza se juega todo a un examen, o una entrevista de trabajo, el que tiene miedo a caerse del andamio… esa es presión que no puede evitarse.
Biles ha hecho lo correcto si no podía aguantar. Pero no es modelo de nada.
Al decir modelo de nada me refiero en este tema. Lógicamente es un modelo de gimnasta y superación de una infancia terrible y los problemas posteriores de abuso.
Ojo las historias que se inventan para no mear en el botecito
Este artículo es una pieza a valorar sustancialmente. Aborda una cuestión fundamental en el deporte, especialmente en el de élite. Empezaré, quizás, por lo menos importante; mostrar cierta discrepancia con el autor del artículo en su crítica a Djokovic. He buscado las declaraciones originales y no he encontrado en sus respuestas nada reprobable tras ser inquirido por los periodistas al respecto.
Decir también que ha olvidado, quizás no le haya parecido oportuno citarlo, un reciente y trágico caso como el de Francesc Arnáu. Aunque es difícil saber los "motivos" cuando se toma la decisión final. No sabemos si relacionadas con el vacío que deja el fútbol como jugador en activo u otras circunstancias personales. En cualquier caso son matices que apunto pero que, por supuesto, no intentan desmerecer un interesante artículo.
Hay dos puntos de partida , respetables y tristes ambos dos, aunque por distintas razones.
El primero, si lo que subyace es una consecuencia relacionada con el dopaje . Lo que sugeriría una salida "digna" para evitar un escándalo que dañaría seriamente su reputación.
Sin embargo, me voy a centrar en lo importante del asunto. Sea o no el caso de Simone, que yo creo que sí lo es (ataque de pánico, presión no controlada, ansiedad...) la clave del artículo es el aspecto mental. Muy importante a la hora de determinar el vencedor. Hay gente con condiciones y talento, dado por nacimiento, que además trabajan mucho cuestiones tácticas, técnicas y físicas. Dándose mucha igualdad entre los mejores; puix, es lo psicólogico, esa fuerza mental, esa capacidad para concentrarse, para visualizar, para motivarse o para relajarse, en función de las necesidades, lo que acaba decidiendo el ganador.
Aunque a algunos les joda, voy a permitirme comentar sobre mí para ilustrar el artículo. Como deportista de talento y calidad, en edades tempranas, pude sufrir en mis carnes la presión y el hastío, la saturación , por el deporte practicado con éxito. Es difícil detectar según que síntomas para los entrenadores, sobre todo si uno de ellos es el perfeccionismo, y no gestionar la frustración ante un "fallo", por mínimo que sea o, incluso, no sea tal. Yo lo viví, rechacé la opción de integrarme en el farça, y seguir disfrutando del deporte con mis amigos. Por supuesto, nunca quise llegar a la élite, pero fui feliz. Eso sí, reconozco que a veces he tenido el gusanillo del "Isi"...aunque nunca en el "més que un club".
*No sabemos si relacionadas con el vacío que deja el fútbol, al finalizar tu etapa como jugador en activo, o con otras circunstancias personales.
Excelente articulo de Paul T.