Decíamos ayer… Me encanta ponerme en modo Fray Luis de León, sobre todo si es con ánimo de autocita. Decíamos ayer que estamos ante un culebrón veraniego, de esos extensísimos merced a sus centenas de capítulos, comentados por doña Adelaida y con nombre mineral, a saber, Rubí, Cristal, Topacio… Entiendo que estará por descubrir una piedra con el nombre de Kylian o de Lamari que lo parió o, mejor aún, nombrar el material del que está hecho el rostro de uno de ellos o los dos, pues mi sensación es que llegaría sobradamente a lo más alto de la escala de dureza de Mohs.
Sin perjuicio de lo anterior, los madridistas deberíamos estar acostumbrados a fichajes en forma de serial eterno, consistiendo cada capítulo en una portada de diario presuntamente deportivo.
Bale, nuestro Flying Welshman, copó cabeceras durante un verano entero, aunque previamente ya se había hablado de él en ocasiones anteriores. La historia acabó como sabemos, con Gareth firmando a escasos minutos del cierre de mercado el 31 de agosto, una campaña de acoso mediático falaz y obscena, mascapipas comprando mercancía averiada y 5 Copas de Europa para el Cardiffian.
Está por descubrir un mineral con el nombre de Kylian o de Lamari que lo parió o, mejor aún, nombrar el material del que está hecho el rostro de uno de ellos o los dos, pues mi sensación es que llegaría sobradamente a lo más alto de la escala de dureza de Mohs
Con Ronaldo, el genuino, el mejor delantero de la historia del fútbol, aunque una ordinariez como son los números digan algo distinto, llegó también sobre la bocina. Recuerdo que estaba conectado a internet y era imposible acceder a la página del Madrid, pues éramos millones los que emulábamos a Keith Moon sobre la tecla F5 de nuestros ordenadores hacia la medianoche de ese último día de agosto de 2002. Resulta inquietante que la web del diario Marca también estuviera caída. Qué se le va a hacer, éramos jóvenes. De acuerdo, Ronaldo tenía cierta tendencia a echar un poco de cuerpo y su sacrificio en el campo podía ser por momentos discutible, pero este tipo era el mejor, independientemente de guarismos o palmarés. Sólo les digo que en esa época de Figo, Zidane, Roberto Carlos, Ronaldo y Beckham juntos en el campo, la gente íbamos al Bernabéu como a una fiesta, y no he vuelto a tener esa certeza de que iba a ver algo especial, aun en épocas mucho más abundosas en trofeos.
Otro serial que se prolongó durante un año entero fue el de Christian Karembeu. Petición expresa de Fabio Capello en su primera etapa, el hombre de Nueva Caledonia llegó un año y medio después de aquella summeriana que hizo que el Bernabéu viera a Suker, Mijatovic, Roberto Carlos, a un jovencísimo Seedorf, qué jugador, a Carlos Secretario y a Bodo Illgner. Ese diciembre, el portugués fue reemplazado por una debilidad personal, Christian Panucci, el único lateral derecho al que he visto centrar mejor con la izquierda que con su pierna presuntamente buena. Karembeu fue fundamental en la consecución de la Séptima, con sus goles al Bayer Leverkusen, tanto en Alemania como en el Bernabéu, y, sobre todo, con su cabalgada para marcar el 2-0 al Borussia Dortmund en la ida de las semifinales, el célebre partido de la portería caída. Sin llegar a decir que era limitado, el francés resultaba técnicamente desconcertante, pues a veces parecía que llevaba aletas en vez de botas de fútbol para, en la siguiente jugada, dejar un detalle de calidad que desmentía todo lo anterior. En cualquier caso, bien suplía esa peculiar relación con el balón con una capacidad de sacrificio muy notable. Insisto en que fue Capello quien recomendó su contratación.
Se sostiene el mantra de que Cristiano Ronaldo fue un fichaje de Ramón Calderón, trasunto del abuelo de los Monster y primo hermano de Fernando Simón. La contratación del portugués fue algo que se metió entre ceja y ceja del entonces presidente del Real Madrid ya en 2008, si bien el fichaje fue Rafael Van der Vaart. Teniendo en cuenta que CR7 fue presentado por Florentino Pérez —eso sí, como CR9— en 2009, ruego al distinguido lector que haga el cálculo de las portadas que generó el culebrón. Del resultado ni escribo, pues todos lo conocen. La leche.
En la misma línea, sólo que con la diferencia de que su fichaje había sido otra promesa electoral incumplida de Calderón, el Madrid firmó a Kaká también en 2009. En este caso, la telenovela duró casi tres años, y no es algo de lo que quiera acordarme, igual que de Hazard y las innúmeras idas y venidas con su fichaje durante no sé cuántos años.
Podríamos eternizarnos, pero vamos a dejar aquí el asunto, si bien sólo puedo pedirte por todo lo anterior, estimado conmilitón en el madridismo, templanza y tesón. También Mbappé ha de pasar.
Getty Images.
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