Un jugador, una canción
Sergio Ramos – Dazed and confused
Pese a que a nadie le interese el dato, Led Zeppelin es mi banda favorita de todos los tiempos, por lo que no soy dudoso. En los 70, esta banda fue, simplemente, la mayor y más importante banda de rock que ha existido. Sus giras eran ciclópeas, agotaban entradas rompiendo los récords históricos de asistencia de cada recinto en el que tocaban, despacharon unos cinco primeros discos que sólo unos elegidos de los dioses podían componer y ejecutar de semejante manera. Led Zeppelin I, II, III, IV y Houses of the Holy. El siguiente disco fue el doble Physical Graffitti, ahí es nada.
Años de éxitos sin interrupción hicieron que, si bien la calidad de Led Zeppelin siguiera intacta, la autoindulgencia crecía de manera proporcional a su éxito. Se habian transformado en dinosaurios, percibidos por algunos como enormes pero caducos, especialmente en su concepción del show. Su mítico Dazed and Confused de su primer álbum se convertía en directo en un homenaje de media hora que a sí mismo se hacía Jimmy Page, guitarrista, compositor principal, productor y muchas cosas más de la banda. Pese a ser guitarrista, no puedo concebir que alguien pueda disfrutar de semejante elucubración, por mucho que Page tocara su Gibson Les Paul con un arco de violín u obtuviera sonidos ultraterrenos con la ayuda de un theremín; aquello era un exceso que acababa aburriendo, hastiando o irritando directamente a los asistentes al espectáculo por mucho psicotrópico que empleasen para, según dicen, acentuar la experiencia. No nos engañemos, un tema de 30 minutos con un solo de ruidos raros en medio corta cualquier dinámica que se pudiera haber creado con las canciones previas y pone a las que vienen después en la difícil tesitura de levantar ese bajón. Así, Sergio Ramos es en sí mismo un exceso. En forma y centrado me evoca todo lo bueno de Led Zeppelin: calidad, intensidad, musicalidad, virtuosismo, capacidad de matiz… simplemente insuperable. Cuando cae en la autoconsciencia y en el auto homenaje y decide ser más protagonista de lo que de suyo le corresponde, es abiertamente crispante, más aún cuando ha dado sobradas muestras de que centrado es el Led Zeppelin del fútbol. Ramos ha dado temazos sin tasa en forma de noches como la de Munich, pero hizo su particular Stairway To Heaven en Lisboa, y no fue a la media hora, sino en el minuto 92:48. Como ejercicio de dinámica y de sentido del espectáculo, no hay pega posible. No hemos dejado de agradecérselo desde entonces.
¡ Qué bueno !
El exceso de ego aupa al talento a cotas imposibles para la mayoría, pero demasiadas veces acaba prefiriendo disfrutar del derroche del mismo por el camino, perdiendo el rumbo para llegar a la meta que ansiaba originalmente y Ramos hace años que se perdió entre los Barrocales, Instagram y Amazon. Page se perdió en su ego y no volvió. Al menos sí tuvieron la decencia de retirarse con la desgracia, porque a Lars yo le hubiera mandado a China
Me encanta esta sección. Bravo
Escribo después de leer ambas entradas, Ramos y Karim. Me encantan las anécdotas y escuchar después las canciones.
Un saludo