Sergio Ramos y la cita de Jack London

Buenos días. "“El mundo se divide en dos clases de personas: las que tienen tatuajes y las que temen a las que tienen tatuajes”. La frase se atribuye a Jack London, que murió en 1916 y que por consiguiente nunca conoció a Sergio Ramos. A menos que el afamado escritor de novelas y relatos de aventuras norteamericano tuviera tatuado el cuerpo, lo que según su propia máxima le preservaría de temer a los tatuados, lo cierto es que ante la foto que hoy viene a la portada de Marca se habría cagao. Y no sin razón.

Este humilde portanalista tiene un bajo umbral del dolor que le ha mantenido hasta la fecha lejos de las agujas soldadas con que se ejecuta este (no lo dudamos) noble arte. Por ello, siguiendo con la máxima de London, teme a su vez a los tatuados, da las gracias -como espectador de fútbol- porque los jugadores no jueguen generalmente a pecho descubierto y se conforma con estremecerse de pavor ante los brazos, las piernas, los cogotes y hasta las caras de los miembros del cada vez más numeroso ejército de tatuados en el fútbol de élite (hasta, ay, un paradigma de la discreción como Toni Kroos forma parte de él).

Siendo como es Sergio Ramos defensa central, puesto diseñado para provocar diarreas en los delanteros rivales, no nos oponemos a que luzca ese torso en el que no cabe un solo motivo, león, jesús-del-gran-poder o frase más. En buena lógica, debería mover a los delanteros rivales a sufrir pánico, lo que no es mala cosa. Lo que sucede es que los delanteros rivales también están (ya casi todos) tatuados asimismo, lo que aplicando la máxima de London les vacuna del pavor ante Ramos.

Estamos -como veis- buscando ventajas a esto de que los jugadores se nos tatúen como puertas y lo cierto es que, desde el máximo respeto a la tendencia, no somos capaces de hallar una sola. Sí en cambio le encontramos muchísimas ventajas a la ambición deportiva, por lo que no podemos sino aplaudir a manos llenas ante la aseveración de Sergio, según la cual no descarta ganar un Balón de Oro. El hombre que susurraba a las Copas de Europa, como lo llamó Fantantonio, lo merece, eso es un hecho. Su edad y demarcación convierten en altamente improbable el que lo logre, pero eso de soñar con objetivos altamente improbables nos suena de algo, y si nos suena de algo es porque llevamos, como Sergio, pegada al corazón cierta camiseta en obediencia a cierta canción. "Llevo tu camiseta tatuada al corazón", podría decir dicha canción por el mismo precio y nadie se habría quejado. En La Galerna llevamos tatuados los goles decisivos y la solvencia de Sergio en el corazón. Podríamos llevar tatuada, a nuestra vez, la imagen de Sergio en el antebrazo izquierdo (pongamos por caso), pero el hacerlo nos obligaría a incluir tal cantidad de tatuajes tatuados en la figura tatuada que nos acaba de dar un leve vahído solo con pensarlo.

A todo esto, Ceballos ha fichado por los nuestros (sumándose a Theo y Vallejo), y aunque Marca no tiene casi espacio para ello por causa de la exclusiva con el de Camas se rumorea que Bartoméu se ha hecho un tatuaje del exbético en una nalga, se ignora cuál. La aguja soldada hizo un trabajo largo y minucioso.

Otro que (no nos cabe la menor duda, y por si acaso especificaremos que no estamos tirando de ironía) tiene tatuado en el corazón el escudo del Madrid es Cristiano, a quien un ataque de pánico parece haber llevado a dudar de su permanencia en el club. Cristiano no tiene o no se le adivinan tatuajes pero la fiscalía sí, aunque sea de forma figurada, lo que tiene a Cristiano atenazado por un miedo que le ha podido llevar a albergar esas tristes dudas. Mientras Bartoméu dirige ahora sus esfuerzos a Paulinho (otro tatuado, miren abajo qué brazos), nosotros celebramos el que al parecer (todo es un "al parecer") Cristiano dude ahora de sus dudas, y esperamos no tener que lamentar -aunque sea durante cinco minutos- el habernos tatuado su nombre también en el corazón. Porque llevarlo (tatuado o bajo cualquier otra forma indeleble de imprimir carácter en el alma) sabe Dios que lo llevamos. No sobraría para cerrar de una vez por todas este episodio aciago el que Cristiano hiciera un verrati. El italiano se disculpó sin que tampoco de su boca, de forma directa, hubiera salido nada de lo que disculparse. Queremos a Cristiano y queremos comprenderle tanto que casi le comprendemos, aunque por vergüenza torera no podamos ir a aplaudirle a la puerta del juzgado ni preconicemos infamantes hashtags. Todo lo demás (es decir, el amor) lo tiene de nuestra parte, porque tatuado está y eso no tiene marcha atrás. Que le pregunten a Johnny por Wynona.

Ojalá los casos no se parezcan.

Pasad un buen día.