La voluntad de Sergio Ramos es contumaz hasta el límite. Intentar doblegarla es un acto tan estéril como tratar de aclarar una pastilla de jabón frotándola con agua. Ante cualquier flaqueza o error, el capitán se rebela contra sí mismo para superarla o corregirlo. Aquel penalti marrado frente al Bayern en las semifinales de Champions fue objeto de mofa, pero lo que no sabían quienes se burlaban de él es que estaban despertando una vez más a la bestia que Ramos lleva dentro para sobreponerse a cualquier contrariedad.
Es probable que, después de mandar el balón a las nubes aquel día, Ramos se enfadase de veras consigo mismo y se propusiese no cejar en el empeño hasta convertirse en un lanzador de penaltis casi infalible. Es importante tener en cuenta que esta tenacidad por mejorar se produjo durante el reinado de Cristiano I de Madrid y V de Portugal, cuando el final del monarca luso en el equipo ni siquiera de atisbaba, por lo que Sergio con toda probabilidad se afanó en practicar una ejecución que sabía que solo iba a tener la ocasión de llevar a cabo en contadas ocasiones.
Desde ese penalti fallado en 2012, cualquier pena máxima lanzada por Ramos provocaba una incertidumbre severa en el aficionado madridista, acrecentada por el valor casi kamikaze del sevillano, que le llevó a ejecutar de manera floreada y arriesgada no pocos lanzamientos.
Durante el pasado Barcelona-Atlético, un Messi con un corte de pelo muy favorecedor marcaba su gol 700 de penalti lanzado a lo Panenka. Como no podía ser de otro modo, medio planeta se deshizo en elogios por la belleza de la ejecución, la sangre fría mostrada y el atrevimiento de lanzarlo en un partido —según ellos— de tanta trascendencia.
Si se me permite en mancheguismo, uno se queda picueto ante la avalancha de loas recibidas por el argentino. Si es por el estilo de lanzamiento, Ramos ha lanzado a lo Panenka en los últimos años no menos de 6 penaltis tanto con el Madrid como con España; frente a Girona, Valladolid, Celta, Noruega o Galatasaray, por ejemplo. Si se trata del acierto, menos sentido tiene aún; Messi falla uno de cada cuatro penaltis que lanza y Ramos solo uno de cada diez. Y si es por el atrevimiento de lanzarlo de ese modo en un partido importante, no merece la pena ni comentarlo para no atentar contra la inteligencia, no es necesario ni recurrir a Ramos. No sé si alguien recuerda a un tal Zinedine Zidane que en la final de un mundial convirtió a lo Panenka un penalti ante un tal Gianluigi Buffon.
Por tanto, es sorprendente tal enaltecimiento messiánico frente a cicatería a la hora de conceder méritos a Ramos. Sergio no marra un penalti desde mayo de 2018 frente a su Sevilla y acumula 20 seguidos marcados, 22 si contamos tandas. En cuanto a su ejecución, ha alcanzado un grado de maestría sobresaliente. La incertidumbre inicial que sembrara en el aficionado se ha ido diluyendo. Cada vez se ha ido decantando más por una variante de la paradinha que se podría bautizar como Ramos interruptus; el central se dirige al balón con los ojos llenos de un ausencia de temor que intimida al portero rival. En ese momento disminuye su velocidad hasta casi llegar al pause, entonces el arquero se vence, Sergio acelera de nuevo y arroja con fuerza el balón a una de las dos escuadra que forman los postes con la línea de gol. Casi imposible de detener, aunque se adivine hacia dónde va.
Pese a esto, a Ramos se le sigue tildando de alocado y se ponderan más sus errores que sus aciertos. No es necesario recordar que, debido a que Sergio es un homo sapiens y no un robot, en ocasiones toma malas decisiones y no consigue realizar lo que pretende. Pero este valor desbordante, que a veces es catalogado como temeridad, es lo que le ha llevado a perfeccionar el lanzamiento desde los once metros con la precisión de una máquina.
Sergio es el defensa que más goles ha marcado en Liga, desde la reanudación postconfinamiento, es el pichichi de la competición y está ganando a mordiscos otro torneo para el Real Madrid. Lo menos que merece es más respeto y reconocimiento a sus actos y a su trayectoria.
Ramos ha cambiado mucho en estos dos últimos años, en muchos aspectos.
Puede que la ausencia de Cristiano, puede que la estabilidad sentimental del camero, puede que la paternidad, puede que el tener 30 y tantos... O puede que todo un poco.
Siendo un tipo valiente (demasiado), es ahora un hombre más sosegado, dentro y fuera del campo. Y está siendo, para casi todo, un gran capitán del Real Madrid. Mejor dicho, un Gran Capitán.
Ya sólo tiene (en mi opinión) una influencia negativa en su vida. Fraternal.
Es de justicia el reconocimiento.
Totalmente de acuerdo.
Supongo que lo del "corte de pelo muy favorecedor" será en modo ironía "on".
Lo contrario me dejaría picueto.
Saludos.
Jajajajaa, sí, es irónico. Seguro que le cortó el pelo Luis Suárez a bocados.
Saludos.
He leído en La Galerna muchos comentarios hablando de Sergio Ramos en forma muy despectiva, algunos rayando el insulto, por eso agradezco este artículo tan equitativo con nuestro capitán.