Con franqueza, que Sergio Llull haya conseguido no sé qué cifra récord me importa poco, más allá de su vertiente orientativa. Los números pueden decir mucho u ocultar la verdad, y como sostenía el genial humorista el Perich, las estadísticas dicen que las estadísticas mienten. Que se me entienda bien: la grandeza de Llull no se puede circunscribir a las cifras, un espíritu inabarcable para la métrica.
La sustancia no se mide, menos en aquellos jugadores cuya dimensión es infinitamente más valiosa que sus números, que trascienden su ejercicio perceptible con muestras que acaban por vislumbrarse en la reflexión de lo acontecido. Un partido que cambia de rumbo paulatinamente, otro que gira con brusquedad, una mirada encendida al compañero. Y esa virtud sorprendente, magnífica, el don de la oportunidad en su máxima expresión, ¿cómo cuantificarlo?
Todo esto y mucho más significa Sergio Llull, epítome de la esencia madridista, efigie animada de las aspiraciones del club, ejemplo para las generaciones futuras. Muy pocos representantes blancos a lo largo de la historia se han ajustado al modelo con la fidelidad del menorquín. Todo por la causa, nada más que el Real Madrid, la irreductibilidad como estandarte siempre enarbolado sin importar el calibre del desafío.
La grandeza de Llull no se puede circunscribir a las cifras, un espíritu inabarcable para la métrica
Porque esta forma de sentir las virtudes de la entidad, de marcar los territorios entre el más grande y el resto, de conducirse por la cancha con el rostro marcado por el sello de la esencia está sólo al alcance de los elegidos. Y Sergio, desde hace tiempo, desde ahora y para siempre, ha mostrado al mundo ser uno de ellos. ¡Que el dios de la salud le proteja y le conceda muchos años más con la camiseta madridista!
Getty Images.
Amén. Sergio Llull, marca de la casa.
Sergio Lull, Uno de Los Nuestros.
Hala Madrid y nada más.
Que renunciara a ir a la NBA por quedarse en su club de toda la vida, eso sí es madridismo.
Llull es nuestro Dios, cuantos partidos ha cambiado con un triple y el palacio/wizink encendido gritando Llull! Llull! Pero es que se lesionó, envejeció, y aún así le debemos la última liga europea. Llull es el Cristiano del baloncesto. El homenaje que se le haga el día que se retire será enorme.
Con humildad discrepo: las cifras quedan grabadas en bronce cuando el tiempo pasa y las emociones se desdibujan. Las cifras son sumamente importantes.
Tengo 63 años y cuando sea mayor quiero ser como Llull