Señorío de verdad

Hemos asistido, en los dos últimos días, a una auténtica exhibición de lo que en verdad es señorío. En su tercera acepción en el Diccionario de la RAE, el término “señorío” significa “dignidad de señor”, y, en su cuarta acepción, “gravedad y mesura en el porte o en las acciones”.

Dignidad y mesura son dos palabras que definen a la perfección lo que ha sido el comportamiento del Real Madrid Club de Fútbol desde que a las 9 de la mañana del martes 18 de enero saltara la triste noticia del óbito de Don Francisco Gento López, mito imborrable de la historia del club, y, a la sazón, Presidente de Honor de la entidad.

Desde el primer momento, todos los mecanismos del club se pusieron en marcha para organizar una despedida solemne y digna, a la misma inmensa altura que la que merecía el futbolista que más gloria y más títulos ha dado al club en sus ya 120 años de historia, ya de por sí memorable y extraordinaria.

Nadie ha tenido que contármelo ya que, durante las dos jornadas, martes 18 y miércoles 19, pude contemplar muchos bellos detalles por parte de muchas personas del club con mis propios ojos, en la capilla ardiente habilitada al respecto en el palco de honor del estadio Santiago Bernabéu.

Aunque este escribidor no conoce, obviamente, a todos los empleados del club, sí que quiere poner en valor el comportamiento exquisito de todos ellos para con la familia y allegados de Don Paco, empezando por el propio presidente de la entidad, Florentino Pérez, que no dejó de permanecer en la capilla ardiente ni un solo minuto, y pasando por Manuel Redondo, Emilio Butragueño, Antonio Galeano, Carlos Carbajosa. También numerosos directivos, como el vicepresidente Eduardo Fernández de Blas a la cabeza.

Tanto la viuda de Don Paco, la maravillosa Mari Luz, como su hijo Paco, me comentaron las numerosas atenciones que han venido recibiendo por parte del club (y los nombres de Manuel Redondo como de Emilio Butragueño no paraban de saltar a la palestra), no ya desde el momento de la triste pérdida, sino desde bastantes meses antes de que se produjera el desenlace, teniendo en cuenta que el estado de Don Paco era francamente delicado desde hacía varios meses.

Florentino Pérez pasaba de un corrillo a otro, consolando a todos y cada uno de los familiares, a Elena, la mujer de Paco Jr., a Julio, el segundo hijo del finado, a todos los hermanos Llorente Gento, la primogénita María José –un verdadero encanto– a la cabeza, con Joe, Julio y Toñín, a las dos hijas de Paco y Elena, al resto de sobrinos y sobrinos nietos, mientras también atendía al interminable desfile de exjugadores, personalidades y autoridades que no cesaban de acudir para honrar la memoria de nuestra querida Galerna del Cantábrico.

Redondo y Butragueño tampoco dejaban sin atender a ninguno de los allegados durante los dos días. La institución estaba, una vez más, a la altura de los acontecimientos, mientras todos los que llegaban mostraban su dolor, su afecto y su cariño al mito madridista, muchos de ellos escribiendo en el libro de oro algunas líneas de sentidas condolencias.

A estas demostraciones de noble señorío se sumaron las visitas respetuosas de los presidentes de los clubs más rivales - para Don Paco, siempre el Atleti el adversario a batir en primer lugar -, Enrique Cerezo y Joan Laporta, este último con el innegable mérito añadido de hacer un viaje ex profeso a 600 kilómetros de su domicilio en Barcelona.”

A esa misma altura de excelencia ha estado durante 48 horas la televisión oficial del club, Real Madrid TV, volcándose en unos contenidos maravillosos de partidos, imágenes, anécdotas, entrevistas, con una cobertura al completo de todo lo que estaba transcurriendo, siempre con un tono exquisito de respeto, de dignidad y de buen gusto. Mención especial pues para todo el equipo, con las infatigables Celia Ramírez y Paola Castillo pendientes de todos los importantes visitantes para entrevistarlos, y con el equipo capitaneado por Miguel Ángel Muñoz y Jesús Alcaide en los estudios de la calle Virgilio.

Hemos asistido en primera fila de butacas a una increíble lección de señorío auténtico del Real Madrid y de las personas que lo componen, para despedir a un hombre único en el planeta Tierra: un ser excepcional de sencillez y de humildad que jamás presumió de ser el más laureado del mundo en la competición más bella, más difícil y más prestigiosa. En su humildad y en su bonhomía radicaba toda su grandeza.