Mis tíos tienen un terreno cerca de un pequeño pueblo llamado Trigueros del Valle. Hace años solía pasarme allí muchas tardes de verano. Recuerdo con especial claridad aquellas en la que se desataba una extraordinaria tormenta. Parecía que se caía el cielo entre la cantidad de lluvia y el imponente estruendo de los truenos. Sin embargo, lo más curioso era la calma que precedía a esa especie de caos meteorológico. Ese educado silencio que sonaba a invitación de lo que segundos después iba a suceder.
En el fútbol pasa igual. Hay goles que pasan a la historia por su belleza, su importancia. Pero muchos no van acompañados del instante anterior, del momento en el que una jugada aparentemente normal se convierte en el paso previo al desenlace más gritado. Los segundos antes de la tormenta.
He querido hacer un rápido ejercicio de memoria y me han venido a la mente nueve goles (esta semana los tres primeros) del Real Madrid en los que, inmerecidamente, hay una acción que no sale en la foto.
Real Madrid 2-1 Vasco da Gama | 1 de diciembre de 1998
El día del famoso ‘aguanís’ de Raúl González. La mayoría de madridistas tuvimos que tirar de la radio para poder seguir el partido. Por aquel entonces no había Twitter y el único teléfono que yo conocía era uno rojo que había en mi casa. Era esa época en la que visitabas el teletexto a menudo, especialmente cuando había mercado de fichajes.
En la final de la Copa Intercontinental, Raúl decantó la balanza con un histórico gol en el 83’. Si te pido que recuerdes de forma rápida aquel tanto, seguramente me dirás que el ‘siete’ dejó a un rival en el suelo, recortó a otro y marcó con la derecha. Inolvidable. Hemos visto ese vídeo cientos de veces. Pero antes de que Raúl se inventanse una jugada para la historia sucedieron dos cosas, y en una de ellas el protagonista no fue él.
Probemos a rebobinar hasta que aparezca en la imagen Clarence Seedorf. Apenas tenía apoyos en corto y la acción invitaba a un estéril pase a la banda o a buscar de nuevo a los centrales. Sin embargo, el holandés levantó la cabeza y mandó un pase medido de casi cincuenta metros con el que rompió la línea de presión del Vasco da Gama y la de la defensa. Lo bajó con clase Raúl. Su espectacular control quedó ensombrecido porque se le ocurrió acompañarlo del ‘aguanís’. Ese control lo hace en una acción intrascendente en el centro del campo y la realización nos hubiera regalado varias repeticiones. La asistencia de Seedorf y la bajada de Raúl. Segundos antes de la tormenta.
Barcelona 2-2 Real Madrid | 13 de octubre de 1999
Recuerdo perfectamente ese partido. En el Siglo XX no existía aquello de que los dos equipos saliesen juntos del túnel de vestuarios como si fueran amigos. Primero salía el visitante y después el local. En el caso de los Clásicos tenía su punto, ya que el visitante se llevaba una pitada monumental.
Toshack era el entrenador del Real Madrid, pero tuvo que ver el partido en la grada por sanción. Luis Figo celebró los goles del Barça con rabia, inconsciente de lo que le depararía el futuro poco después, y Sergi Barjuán hizo la parada de la noche. El problema es que no era portero. Sacó con la mano un remate que iba dentro. Era penalti y roja, pero Díaz Vega no lo vio o no lo quiso ver.
Lo siguiente que recuerdo fue estar ya de pie en el bar -era un miércoles- porque el partido agonizaba y el Real Madrid no lograba igualar el 2-1 que tenía en contra. Pero entonces apareció Raúl González. Picó el balón ante la salida del portero y mandó callar al Camp Nou. Y el Camp Nou guardó un respetuoso silencio. Lo que muchos no recuerdan es que la acción viene precedida de un maravilloso pase entre líneas de Savio. Dos hombres intentaban tapar al brasileño y otros dos acudían a marcar a Raúl. Ninguno pudo evitar lo inevitable. Con un sutil toque, Savio saltó los obstáculos y dejó a Raúl mano a mano con la historia. Una asistencia infravalorada segundos antes de la tormenta.
Manchester United 2-3 Real Madrid | 19 de abril de 2000
Si he de ser sincero, de este partido recuerdo el taconazo de Fernando Redondo y poco más. De hecho, y no sé por qué, a mi mente viene siempre que el Real Madrid no pasó del 0-0 en la ida y yo pensaba que ya no había nada que hacer. Era esa época en la que ganar en Old Trafford se antojaba poco menos que imposible. Se hablaba de machada, gesta, noche épica. Todo palabras inalcanzables que definían la dificultad del encuentro.
No solo ganó el Real Madrid, sino que arrolló. Llegó a ponerse 0-3 en una demostración de poderío sobrecogedora. Sufrió en algunos momentos, pero siempre dio la sensación de equipo adulto, maduro, preparado para la batalla. Y tenía a Raúl González, el hombre al que Michael Owen le quitó un Balón de Oro.
Raúl marcó dos goles en menos de tres minutos. Fueron el 0-2 y el 0-3. Congeló a Old Trafford como solo lo hacen los más grandes. El gol del que voy a hablar y que todos recordaréis fue el tercero del Real Madrid. El del taconazo de Redondo. Metido como extremo, el argentino se inventó un ataque que no existía. Lo hizo con un recurso que todavía deja sudores fríos en Berg, el hombre que sufrió la humillación y que fue sustituido diez minutos después, quizá en estado de ‘shock’, incrédulo.
Pero hay una parte de esa jugada que no ha sido muy comentada a lo largo de los años. Y, en esta ocasión, viene segundos después de la tormenta. Hablo del desmarque de Raúl. Cuando Redondo hace el regate y el mundo futbolístico se queda pensando cómo y por qué, Raúl sabe que ha llegado el momento de cerrar una noche inolvidable. Encontró el espacio y se lanzó a por él con sigilo, sin advertir a los defensas del Manchester United, más pendientes de un Redondo al que intuían imparable tras el regate que de un ‘siete’ que ya les había vacunado. Mientras Morientes quedó clavado en el primer palo, Raúl esprintó hacia el segundo elevando los brazos nada más entrar en el área para que Redondo supiera que su obra de arte tendría final feliz.
Buenos días y enhorabuena por este entretenido y aleccionador artículo. Porque recordar es volver a vivir. Muchas gracias.
Saludos blancos y comuneros
¡Gracias a ti por pasarte!
Raul sera eterno en el corazón de los madridistas, son tantos los goles que ha metido, (que se lo pregunten a los atleticos), y las alegrías que nos ha dado, sus problema es que no se llamaba Rauliño, ni jugaba en el barsa, por eso nunca gano un balón de oro, aunque para los madridistas los gano todos los años.