No me hacía yo tan blando, pero fue escuchar al Bernabéu en los primeros segundos: “¡Madrid, Madrid, Madrid!", y sentí un aviso de puchero como los de mi hija Candela, que me ha convertido en un cronista trasnochador. Ella me va dictando los tiempos. Si ve que he cogido carrerilla, llora, y, cuando me atasco, está tan profundamente dormida como Danilo. Yo esto creo que ya lo he dicho, pero el brasileño tiene maneras de antílope de zoo, que pastan con la tranquilidad que da una vida sin amenazas. Alguien debería decirle que esto es la sabana, que Madrid no es Oporto y que por aquí abundan los depredadores.
Desde que soy padre me encuentro más blando, es cierto. Y eso que soy flojo por naturaleza. Imagínense qué panorama. A veces me sorprendo llorando sin venir a cuento. Oír al personal gritar el nombre de mi equipo, de repente, ha sido como oír al afilador de mi infancia silbando su canción una mañana de verano. En el Galata jugaba Chantal y yo me acordaba de la estudiante francesa de intercambio de aquellas vacaciones de octavo. Chantal y el afilador.
También me acordaba de Temple, de los Estados Unidos. El nombre de Temple siempre me gustó (supongo que desde entonces), aunque luego descubriera que Temple era la pobre protagonista de 'Santuario', de Faulkner. Yo veía en aquella pobre chica a mi Temple, y me preguntaba si alguna vez en su vida se habría encontrado con un tipo como Popeye, que no es precisamente el marino de las espinacas. Podolski no es como Popeye, quizá, en todo caso, como Lee Goodwin. Un Neuer grueso e igualmente antipático al que le paraba los disparos un Keylor siempre bien colocado.
Se notaba a los turcos rodados, con varias aproximaciones de peligro relativo: Podolski que la daba mordida y Bulut muy bien de cabeza y con la patilla. Pero fue Modric el que sacó un córner medido a la cabeza engominada de Nacho, que marcó al estilo Ramos en Lisboa pero en el trofeo Santiago Bernabéu y en los minutos iniciales, lo que explica la diferencia entre ambos de varios millones de euros. Poco después Jesé se liaba la manta a la cabeza a fuerza de taconazos. El primero para que la cogiera Cristiano (que apunta a un jugador nuevo) e hiciera un recorte de escuela que no fue gol, para no variar, pues la paró Muslera, que era el mismísimo Errejón sin gafas. El segundo fue para Isco, pero ya se sabe que éste es un jugador intrascendente, el noventa por ciento de las ocasiones, con sus florituras de medio campo.
Combinaban bien el malagueño, Luka y Gareth, pero sin acierto final. Y luego otra vez Luka, y otra vez Gareth con Cris, que se había metido en fuera de juego. Isco tenía encandilado al locutor cuyos ánimos pareció que forjaron la jugada típica que fue a dar con el larguero. Cristiano habilitaba a Danilo que pacía mansamente, y después el portugués lanzaba a Jesé por la banda quien le devolvió el testigo que se le quedó enganchado a aquel en la recámara antes de disparar a los cielos.
En el segundo tiempo yo descubrí que la coleta africana de Bale en realidad son plumas logradas en la batalla. Una la conseguida jalando por la banda en aquella Copa del Rey, y la otra en Lisboa con aquel cabezazo despatarrado. Uno espera verle salir al campo en unos años con todo un sombrero de plumas como el de Toro Sentado y hacer correr despavoridos a todos esos silbadores de la grada que nunca vieron a un jefe piel roja con pinturas de guerra acercándose al galope para saquear su granja.
El orden defensivo de los primeros treinta minutos ya era un recuerdo que se encargó de contar Sneijder mientras Ramos debía de estar pensando en cómo apañarse tras la jubilación, y Danilo se asomaba a ver qué acontecía por el sector de los elefantes. A todo esto, Cristiano mostraba un bronceado tan perfecto que yo me sentí muy desgraciado con mi blancura apoteósica, fruto de la dieta de sombra que me ha impuesto este año Candela. En el fondo yo no me veo tan mal, aunque por la calle, a veces, algunas personas me sonrían con candor y otras se desvíen a mi paso.
Keylor hacía paradones y yo oía decir algo de “el mariscal Sergio”, como si el dinero le hubiera servido para comprar un rango, aunque una titularidad seguro; y esto me recuerda a algo. Pero lejos de penurias, Modric miraba a un lado y luego a otro. Subía un par de metros y luego se paraba. Se daba la vuelta, y luego otra vez. Éste sí que es un mariscal al que le pega salir al campo con charreteras blandiendo la espada como la estatua parisina de Ney.
Vi una imagen de Jesé tirado en el banquillo como un patriarca gitano (me pareció ver por allí hasta un garrote), justo antes de descubrir a Marcelo, que al parecer estaba jugando. Marcelo es la viva imagen del pintor Basquiat y, como él, debía de haber estado todo ese tiempo creando en su estudio neoyorquino. Las cámaras enfocaron al cuerpo técnico madridista y otra vez sentí ganas de llorar de la tristeza que me transmitieron. Todos allí sentados, como clonados y aburridos con el gesto mustio de oficinistas. Nada que ver con el banquillo de Ancelotti que parecía el arco iris de los Rolling, con Vecchi haciendo de Mick Jagger. A los colaboradores de Benítez les falta una sotana para convertir el vestuario en abadía.
Yo en ese momento lo veía todo frío y gris, incluso me entró un escalofrío de imaginar a todos esos tipos con tonsura cantando gregoriano en los entrenamientos, hasta que volvió a aparecer Marcelo, irreverente y todo lleno de pintura, inclinándose, venciéndose para arrastrar a los turcos, igual que un barco de vela, para luego erguirse y, acariciando la pelota, desviarla a la red con un pie muerto y resucitado para la ocasión. Y lo demás casi ya no importa, a excepción de los bonitos amagos de James. Yo quiero acabar con esto para irme a dormir con alegría, aunque no sin la duda de saber qué es lo que escribía Benítez todo el rato. Igual el próximo domingo estrenamos novela.
Mis felicitaciones.
Muchas gracias.
¡Qué grande eres!
PD: Muslera = Errejón. Todavía me estoy riendo.
Gracias, Loquo!
Muy bueno...siempre me sacas una sonrisa. Desternillante lo de Jesé.
¿No hay crónica del Castilla?
Mucho lo sentimos, pero en principio no podemos abarcar tanto. Sin embargo, habrá crónicas de cada partido del primer equipo, por gentileza de Mario De Las Heras y de Quillo Barrios, respectivamente.