Durante el mes de agosto, hemos publicado en La Galerna una serie de artículos, genéricamente titulados Salvar el VAR. Comenzando por agradecer las contribuciones de todos los escribientes implicados, convendría a continuación establecer una serie de conclusiones atendiendo a los puntos en común entre todos los textos. Tómese este cierre a modo de resumen, si bien añadiré mis propios comentarios.
Las siguientes son las conclusiones que yo extraigo.
1. El VAR debe seguir
Los articulistas parecen asumir como cierta mi premisa de partida al convocar la serie (es decir, que el VAR está en peligro o al menos que tiene enemigos acérrimos y relativamente poderosos), y todos coinciden en señalar la tragedia deportiva que supondría un paso atrás en la justicia futbolística como el que supondría su desaparición o la simple restricción de sus atribuciones o poder de decisión. Hay que perfeccionar la herramienta y (sobre todo) los parámetros que definen su uso, pero nunca recular en su vigencia.
Paul Tenorio lo explica con un símil cargado de afilada ironía, con mención de varios de los pedestres argumentos antiVAR: “No veo diferencia alguna entre pedir la supresión del VAR y querer impugnar una condena por asesinato que ha sido probado gracias a la grabación de una cámara de videovigilancia en la entrada de una tienda frente a la cual ha amanecido un cadáver. Sería ridículo decirle al juez: “Lo bonito, Señoría, es investigar como se ha hecho toda la vida: con lupa, pipa, gabardina y tomando huellas dactilares. Es la salsa del crimen. Y si no se atrapa al asesino, mala suerte. ¡A veces te dan y a veces te quitan!”
Pablo Rivas traza otro paralelismo brillante, destinado a deslegitimar la tendencia de culpar al videoarbitraje de los flagrantes errores que aún se producen. “Cuestionar el invento”, señala Rivas, “por un mal uso del mismo sería el equivalente a responsabilizar a la imprenta de las consecuencias del Mein Kampf”.
2. El problema no es el VAR, sino todo lo que se ha inventado para quitar poder al VAR
Los enemigos del VAR, en particular el propio colectivo arbitral español, que nunca se ha mostrado cómodo con su presencia (las más recientes declaraciones de Medina Cantalejo así lo atestiguan), han enredado con un sinfín de abstrusas circulares que, con el presunto objetivo de reducir la discrecionalidad de las decisiones de los colegiados, en realidad la han incrementado grandemente. El VAR es un elemento de juicio científico, con lo que disminuye el poder interpretativo de los trencillas, pero si estos se las apañan (como se las han apañado desde el CTA) para embrollar la aplicación del reglamento, el papel de la tecnología en las tomas de decisiones queda anulado, o cuanto menos disminuido.
El mejor ejemplo es el quilombo de las manos en el área. A través de impenetrables circulares al respecto, han logrado que nadie sepa qué manos son penalti y qué manos no lo son. Es decir, en otras palabras, han logrado que sea penalti cuando el árbitro quiere que lo sea, y que no lo sea cuando el árbitro así lo opine. El VAR ya no tiene nada (o muy poco) que decir al respecto. Vuelve a mandar la subjetividad arbitral, es decir: lo que dicho colectivo siempre quiso.
Vuelve Tenorio: “Te pueden aupar a la cima o empujar al abismo con arbitrajes sistemática y estratégicamente manipulados. Así sucedió siempre. Se disponía de la coartada perfecta: la velocidad a la que va el juego, la urgencia en la toma de decisiones, la imposibilidad de los árbitros de ver las jugadas repetidas en televisión, como sí puede hacer el espectador cómodamente en el sofá de su casa. El error humano, en definitiva, lo explicaba y amparaba todo. Con el VAR parecía obvio que estas federaciones perdían parte de su poder intimidatorio sobre los clubes, pues les restaría influencia sobre el desarrollo del juego a través del árbitro. Aunque después se ha visto que en menor medida de lo que en principio se podía prever, pues se siguen tomando decisiones inaceptables desde que los colegiados pueden ir al monitor a revisar las acciones más polémicas y relevantes. Y sin que haya consecuencias de ningún tipo. Con protocolos retorcidos e indefendibles, oscurantismo en las deliberaciones y un reglamento cada vez más confuso e interpretable (nadie sabe qué es mano y qué no lo es), se han manejado los arbitrajes desde que hay VAR en nuestro país”.
Carlos García de Sola abunda en la idea del protocolo/circular como antídoto contra el poder del VAR: “Tenemos el curioso caso de la liga española, donde el VAR se ha planteado con una serie de obtusos protocolos, con componendas entre árbitros de salas, de campo, comités e incluso con una parte de la prensa bramando contra el actual sistema y reclamando el antiguo”.
Los penaltis o no penaltis por manos en el área no son la única jugada donde se plasma esta otra jugada para aumentar la subjetividad del juez de campo a despecho de la tecnología. Pablo Rivas apunta también al fuera de juego, donde queda al arbitrio (nunca mejor dicho) del juez dictaminar en ciertas jugadas cuál es la intención (nada menos) del defensa por cuyas botas pasa el cuero antes de llegar al atacante. “En primer lugar, la situación o no de fuera de juego cuando el balón viene de un defensa. ¿A qué pararnos a pensar si el zaguero la ha pasado voluntariamente o se trata de un rebote? Disminuyamos el grado de subjetividad: si la pelota viene de un defensa, no es fuera de juego. Punto. (…) Más valdría una regla clara y concisa que tantos condicionantes a la hora de tomar la decisión. ¿Por qué no considerar punible cualquier contacto con una mano despegada del cuerpo? Nada de debates bizantinos acerca de la altura, o de si viene de un rebote de un compañero, o si se halla en posición natural: si está despegada, penalti”.
Quienes mandan amenazan con quitar poder al VAR, no con otorgarle más
No parece que los poderes fácticos del estamento estén muy por la labor de “disminuir el grado de subjetividad”. Eso es lo que el VAR ha sido diseñado para hacer, y ya ha sido dicho que quienes mandan amenazan con quitar poder al VAR, no con otorgarle más. El “debate bizantino” es precisamente lo que interesa al estamento, porque ese tipo de debates pueden ser fácilmente ventilado, sin tener razón ni lo contrario, por quien pretenden que siga mandando, es decir, el árbitro de campo. Cuando no se sabe si algo es mano o no, cualquier cosa que el trencilla dictamine está bien.
3. Deben manejar y aplicar el VAR personas distintas a quiene lo manejan ahora
Se deriva del punto anterior. La herramienta no puede estar en mano de quienes solo quieren dinamitarla con circulares y protocolos impenetrables, que de hecho abortan o disminuyen los efectos positivos de la introducción de la tecnología.
Jesús Alcaide no puede ser más claro al respecto: “Quiero el VAR, exijo el VAR. (…) Pero reniego de sus actuales pilotos. Hay que cambiar a toda la tripulación. A los árbitros que, pese a los intentos de cambio, aún permanecen bajo las sombras de un viejo régimen en el que un club, el más grande, era el apestado, y las estadísticas chirriaban, con ejemplos como los casi dos años sin penaltis ni expulsiones en contra de un Barcelona aún sin palancas. O esa temporada (ya con VAR, cuidado) en la que al Madrid no le pitaron ningún penalti a favor los árbitros de campo”.
La pregunta es inmediata: si las personas que ahora están a cargo del manejo de la herramienta no son las idóneas, ¿quién debería hacerlo?
David Oller aventura una posibilidad: “Las personas destinadas a observar las jugadas en los monitores y a enjuiciar la intencionalidad o no de un futbolista deberían ser exjugadores. Ellos mejor que nadie saben y conocen si esa mano estaba o no ahí por casualidad, si ese codo ha volado más de la cuenta o si el pisotón llevaba la maldad escrita en la bota. Está claro que esto no acabaría con la polémica porque todos los exfutbolistas tienen filias y fobias, exequipos y amigos en activo, pero al menos son conocidas por el gran público, lo que haría que extremaran la precaución a la hora de favorecer o perjudicar. De paso, acabamos con el corporativismo mal entendido por parte de los colegiados que provoca que la limpieza de la RFEF quede en entredicho”.
No suena mal, aunque no puedo evitar algún que otro escalofrío imaginando a David Albelda y/o el Lobo Carrasco videoarbitrando al Madrid. Desechados por poco convincentes los árbitros y exárbitros (por su corporativismo) y los exjugadores (por sus filias y fobias), tal vez no sea desatinado juzgar los conocimientos futbolísticos de aficionados que apliquen para el puesto, seleccionar algunos de cuantos se presenten y formarlos en el uso técnico del VAR. Sigue siendo una solución imperfecta (¿quién los selecciona, quién los forma, quién los evalúa con seriedad para que los que cometan errores graves no vuelvan a sus puestos?), pero se antoja la solución imperfecta más cercana a lo aceptable.
4. Hacer públicas las conversaciones del VAR
Es uno de los puntos en los que existe unanimidad absoluta por parte de todos los articulistas. Transparencia absoluta. Lo explica Carlos García de Sola: "La idea sería incorporar a los árbitros como parte del espectáculo y grabar todas las conversaciones que tienen entre sí con los linieres, cuarto árbitro y sala VOR, en su caso. Los aficionados podrían escucharlas, mejorando la transparencia y pudiendo asimismo entender mejor lo que ha sucedido".
“El árbitro”, continúa García de Sola, “se dirigiría al estadio y comunicaría su decisión y el por qué. Por ejemplo, tal jugador salta con las manos abiertas y eso está tipificado como penalti. En Estados Unidos, en la liga de fútbol americano, ocurre algo similar. Por otra parte, todo lo que ve el árbitro en el monitor deberían verlo los aficionados, en sus casas y en el videomarcador. Así, junto con el audio, se tendría la información completa y podría incluso entenderse la decisión final del árbitro”.
Parece evidente. Se acabarían de este modo preguntas tan acuciantes para el espectador como cuál ha sido exactamente la toma que ha visto el árbitro de VAR (y, si ha procedido, también el de campo) para tomar tal o cual decisión, y cómo la razona. Ello aclararía también las responsabilidades en los errores. ¿El árbitro ha dictaminado esto por mor de incapacidad, o porque no le han ofrecido la mejor toma?.
Quien no tiene nada que ocultar, no teme a la luz ni a los taquígrafos.
5. Conceder petición de VAR a los equipos
Pablo Rivas: “¿Por qué no dar la opción, como en el tenis o el baloncesto, a que cada entrenador tenga la posibilidad de solicitar un juicio más calmado de la jugada en cuestión? Una vez por partido, para evitar que haya más interrupciones de las deseadas. Por supuesto, dejando trabajar con tranquilidad al árbitro, sin esos infames corrillos que tratan de amedrentar y condicionar”.
Apoyo la moción, por supuesto, y añadiría la opción de una segunda reclamación por equipo si la primera se probó acertada.
6. Que mande el VAR, no el árbitro de campo
Y no al contrario. Que la opinión del VAR sea vinculante para el colegiado. Que la tecnología prime sobre la subjetividad, como lo hace en el tenis cuando el ojo de halcón dicta sentencia y sin que la visión del juez de silla tenga en esa instancia relevancia alguna. Es la propuesta más radical de cuantas hemos acogido en la serie de textos, y en la encarna Tomás González-Martín. Me parece estudiable.
Dice Tomás: “El Var debe decidir todas las jugadas de los partidos. Lo que hay que hacer es que intervenga en las acciones que son flagrantes y que puedan suponer una injusticia que no ha visto el juez de la contienda(…). Tenemos la mejor tecnología y los enemigos de ella no quieren usarla. ¿De qué sirve tener cámaras y técnica de visión si no la quieren utilizar?”
“El VAR ha de ser el único arma de decisión del fútbol a nivel nacional e internacional”, prosigue González-Martín. “Y el sueño sería que lo gestionaran personas ajenas a los árbitros. Hay que acabar con el poder fáctico de ese gremio, que quiere mantener un monopolio que ha durado demasiado tiempo. Los árbitros pretenden recuperar cada vez más decisiones porque el odioso VAR les quita el trabajo. Es su enemigo. Y muchos colegiados lo han dicho, no les gusta”.
Se cierra, por ahora, el debate dentro de La Galerna. Ojalá se abra fuera.
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Artículos anteriores de la serie:
Salvar el VAR: El VAR debe decidir todas las jugadas de los partidos y no ser regido por los árbitros
Salvar el VAR (2): El fin de la historia
Salvar el VAR (3): A vueltas con el VAR
Salvar el VAR (4): Simplificar el VAR para salvarlo
Salvar el VAR (5): Espectáculo y transparencia
Salvar el VAR (6): Quiero el VAR, pero con nuevos rostros
El VAR, a cargo de aficionados honestos y debidamente preparados , sin lugar a duda debe prevalecer sobre el árbitro de campo. Me presento como voluntario y candidato para ser seleccionado en dicho puesto. No quisiera ser malinterpretado, pero me considero el individuo idóneo para este cometido. No tengo ningún tipo de inconvenientes o reservas para ser sometido a todo tipo de evaluaciones previas.
Clarividencia en estado puro.
El VAR se ha descafeinado para que puedan seguir influyendo en los partidos de forma injusta.
Por el mismo motivo, no se quiere que los equipos puedan solicitar una revisión (como se hace, por ejemplo, en Taek Wondo, otro deporte más donde se hace así. Yo daría una revisión por mitad a cada equipo (y si aciertan, la retienen y la pueden usar otra vez en esa mitad). Obviamente, lo limitaría a las cosas importantes (agresión y penalti, en esencia; no otras faltas o saques de banda).
Efectivamente, más vale una norma clara que la subjetividad compleja. Eso es válido para los fueras de juego en los que el defensa es el último en tocar.
Efectivamente, yo haría que si la toca, no es fuera de juego.
Algo parecido aplicaría a las manos: Si te pega en la mano y no la tienes pegada al cuerpo, entonces es penalti. Y punto. Haberla escondido detrás de la espalda. Nada de intencionalidad (¿somos telépatas?) ni postura natural (¿qué es natural?).
Si no es hace no es para favorecer el juego, sino para favorecer que los árbitros puedan seguir influyendo los resultados.
Algo que no entiendo en el asunto arbitral es por qué, si se supone tenemos una liga de las mejores, no podemos tener los mejores árbitros. Me explico, ¿por qué los árbitros tienen que ser españoles? En la Unión Europea existe la libre circulación de trabajadores, de hecho los jugadores pertenecientes a la UE pueden jugar en cualquier equipo y pais miembro de la UE como un jugador local.
Si existiera libre competencia en el arbitraje los árbitros españoles podrían también trabajar en el extranjero. Las ligas europeas tendrían que fichar a los mejores árbitros y se establecería un mercado de fichajes de árbitros, o de equipos arbitrales, donde no sólo se ficha al árbitro, si no que se ficha al equipo del VAR.
De esta forma estos profesionales entrarían en lo que todos los profesionales hemos entrado desde siempre, entrarían en un entorno de libre competencia profesional y no dejarían de estar sometidos a la mafia donde ahora están inmersos.