Hablar del fichaje del Madrid es como hablar de la gran novela americana. Hubo un tiempo en que el Madrid la presentaba cada año: El gran Gatsby, Moby Dick, Las aventuras de Huckleberry Finn, El arco iris de la gravedad...
Esa fue una tendencia que fue difuminándose después poco a poco. Algunas de esas novelas resultaron no ser tan buenas, y otras, como El gran Gatsby, dejaron de ser americanas. Algunos, muchos, se empeñaron en que existía La broma infinita, y empezaron a marcar a aquella y a la otra con La letra escarlata.
La letra escarlata es una obra que gusta mucho en el madridismo. La broma infinita también. Es un tocho de mil y muchas palabras en la que caben futbolistas a tutiplén contemplados por millones de narradores omniscientes. El Madrid ha pasado buenos años, casi los mejores, disfrutando de sus clásicos. Pero ahora ya es casi como si sólo le quedara A este lado del paraíso.
Durante ese tiempo, a nadie le interesó la próxima gran novela americana porque teníamos guardianes entre el centeno para un lustro. El lustro pasó como las viejas grandes novelas y ha regresado la fiebre por encontrar otras nuevas, aquella o aquellas que han de marcar los años venideros.
Todo el mundo quiere volver a presentar Trópico de Cáncer, pero París se resiste. Quizá sea como decía Eduardo Lago de Franzen, que quería volver a Tolstoi, y Tolstoi ya pasó. Aunque hay un joven autor interesante sin novela aún, un Dos Passos que podría hacer un Manhattan Transfer porque ya va por ahí escribiendo unos cuentos prodigiosos con tan sólo diecinueve años.
Parece que el tiempo en que el Madrid presentaba sus hitos ha pasado. O al menos se ha hecho más difícil presentarlos, incluso como si renunciara a hacerlo. Es como si algo se hubiera acabado. Como si algo profundo tocara a su fin y al mismo tiempo se luchase con afán para comenzar de nuevo en otro lugar.
Estamos otra vez, después de mucho tiempo, quizá demasiado, en la emocionante búsqueda de la gran novela americana. Un ambiente nuevo y viejo. La emocionante espera por el gran o los grandes fichajes del Madrid que son una incógnita, no por la identidad de los autores sino por la existencia actual del fichaje como símbolo vivo del Real Madrid.
Ya no hay Figos, ni Ronaldos, ni Beckhams, ni Kakás, ni Benzemás, esa idea, esos novelones. Las cláusulas orientales actúan como candados en las puertas de las bibliotecas. Es como si no hubiese alegría. Como si el escenario aquel sobre el que se presentó a Cristiano estuviese llenándose de polvo en algún trastero del Bernabéu.
Estaría bien recuperar esa alegría. El equipo mismo lo está pidiendo. Es un equipo que juega y con su juego pide desde el campo que vuelva el espectáculo de la ilusión y de la renovación. Sacar el escenario y presentar sobre él otra vez grandes novelas americanas. Presentar En el camino. Y el año que viene Matar un ruiseñor. Y Santuario. Y luego A sangre fría y El bosque de la noche como si fuera El sueño eterno. El sueño del Madrid que nunca se acabe.
Exacto , sea lo que sea o quienes sean, lo cual daría pie a un debate cansino, lo que es harto evidente es la pérdida de ilusión y motivación en el madridismo.
Quería decir : "sea lo que sea, o quienes sean, LAS CAUSAS..."
Claro que sí, estaría bien recuperar esa alegría, renovar la ilusión. La vuelta de Tom Wolfe, por seguir con el símil. En su día fuimos el equipo de los "Elegidos para la gloria", o por su título original, "Lo que hay que tener", lo que hace falta poner sobre el campo para que sus seguidores recuperemos la sonrisa.
La época de los Galácticos, apelativo que siempre detesté, fuimos "La hoguera de las vanidades", y hoy en día solo aspiro a encontrar "Todo un hombre" que nos saque de esta apatía, o mejor aún, once, quince, jóvenes hambrientos de recuperar las ganas de triunfar, de llevar en volandas a toda una afición. A ser posible, sin necesidad de recurrir al "Ponche de ácido lisérgico".
De cine... Ese fue, es y será mi Madrid!!!