Texto extraído del vídeo "Saber competir" de Voz Madridista, el canal de YouTube de Aurelio Toral.
El comienzo de la Novela “Los Detectives Salvajes”, del chileno Roberto Bolaño cómo metáfora del Madridismo. Porque los Madridistas hemos sido invitados a formar parte del realismo visceral. El que te abofetea, diezmando tu plantilla, en la semana —la pasada— más decisiva de la temporada, porque espera que le devuelvas el golpe con un knockout. Esa es nuestra realidad. La que separa al futbolista del animal competitivo. La que concede el honor de acercarse a un escudo que no abriga si tú mismo no le das calor. La que diferencia entre los buenos y los elegidos.
En uno de mis videos definí que, para mí, Madridismo es alcanzar lo inalcanzable, triunfar dónde todos los demás fracasan, creer que no soy mejor que nadie, pero nadie es mejor que yo. La semana que hemos vivido resume todos esos valores en una frase: “Saber Competir.”
Orgullo competitivo, amor propio, creer… siempre creer. El Madridismo no es una afición, es un credo. Una oración que invita a enfrentar obstáculos sorteándolos, saltándolos, atravesándolos o destruyéndolos. Elogio determinista de la obsesión por mejorar, que nos lleva a alimentarnos de retos imposibles.
Nuestros rivales lo reconocen, lo admiran y lo envidian. Se preguntan, una y otra vez, cómo es que alcanzamos lo imposible cuando todas las circunstancias invitaban a la derrota. Tratan de menospreciarlo. Quieren asociarlo a “la flor” de la fortuna merengue, o al infortunio del contrario…
En realidad, lo hacen para verdear su incapacidad de zorra frente a las uvas maduras.[ii] Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de virtudes.[iii]
La realidad es tan distinta como visceral, tan apasionada como cerebral. Intestina y metabólica como la transformación de materia en energía y la energía en materia nueva por la constante, al cuadrado, de la velocidad del Madridismo E = mc² [iv]
- Saber competir no se aprende en lo mundano. Necesita la excepcionalidad de lo imposible para plantar sus cimientos sobre una fe inquebrantable. Entender que lo único que te separa de tu destino es tu misma voluntad por alcanzarlo. Y el destino es coqueto porque se sabe deseado. Y sólo le seduces con superación. Desprecia el conformismo y aborrece el victimismo de la justificación. Se construye enfrentando retos, una y otra, y otra, y otra vez. La cadena de ADN del gen ganador se fortalece con loa eslabones del esfuerzo diario. La Historia que tú hiciste sólo sirve para saber que tienes que superarla con Historia por hacer.
- Saber competir demanda que tu ambición roce la soberbia, sin dejarse intoxicar por la adulación. No es un equilibrio fácil. El elogio puede ser sincero o traicionero.[v] Saber competir es saber distinguir el primero del segundo. El secreto está en desconfiar, siempre, de las lisonjas que inviten a menospreciar los retos. El respeto por el desafío es imprescindible para domar un escudo indomable. Un escudo para gobernarlos a todos, un escudo para encontrarlos, un escudo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas mientras tú iluminas con luz infinita.[vi] Un escudo que te destruye si te dejas dominar por la euforia del inmenso poder que te regala.
- Saber competir es crecer ante lo adverso. Superar lo que te empuja a salir huyendo, con la certeza de saber que no existe lugar a dónde huir.[vii] Si no estás avanzando, estás retrocediendo. En la competición, cómo en la vida, no existe la posibilidad de lo impasible. Si no te mueves, te apartan. El baúl de los recuerdos está lleno de equipos que parecían ser y terminaron no siendo, por inmovilistas.
- Saber competir no admite disidencias. La idea es una y sólo se acompaña de incondicionales. Si no aceptas el apostolado que te asigna, te aparta de la evangelización. El proyecto no contempla fisuras, son las grietas de una inevitable autodemolición. Zidane lo sabe y lo manifiesta con franqueza que hiere a quien cuestiona el compromiso. No tiene tiempo para explicar motivos. Ni va a perderlo en convencer a agnósticos.
- Por último, saber competir es ignorancia. Alcanzar lo inalcanzable porque ignorabas que era imposible.[viii] Es el poder de la imprudencia convertida en atrevimiento. Confiar en tu capacidad para improvisar y obligarte a nadar hasta la otra orilla porque, cuando no reservas fuerzas para regresar[ix], no existe otra alternativa. Tener medio camino recorrido gracias a creer en tu capacidad para llegar al destino.[x]
Saber Competir es Madridismo…
Bienvenidos al Realismo Salvaje del Real Madrid.
HALA MADRID
[ii] Esopo. Fábula de la Zorra y las Uvas.
[iii] Miguel de Cervantes. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. (1605).
[iv] Albert Einstein. Teoría de la Relatividad.
[v] Roberto Bolaño. Los Detectives Salvajes (1998). Premio Rómulo Gallegos (1999).
[vi] J.R.R. Tolkien. El Señor de los Anillos (1954).
[vii] Roberto Bolaño. Los Detectives Salvajes (1998). Premio Rómulo Gallegos (1999).
[viii] Frase atribuída a Jean Cocteau "Il ne savait pas que c'était impossible et c'est exactement pourquoi il l'a fait".
[ix] Frase de Vincent Freeman, personaje de la película GATTACA de Andrew Niccol (1997).
Pues creo que es difícil describir mejor lo que es el madridismo.
El Madrid es mi pasión nada me falta cada día más orgulloso de ser madridista y tener este sentimiento a estos colores a estos jugadores y a este club gracias a todos y Hala madrid siempre a muerte con vosotros
Suscribo el artículo.
Pero hay factores externos que a veces impiden al equipo que compita.
Ayer el VAR anuló de manera incomprensible un gol por fdj.
Tampoco sacó una roja clara a Ángel por una agresión a Blanco.
Lo primero es intentar competir en igualdad de condiciones.
No puedes decir que no competimos en igualdad de condiciones por los errores de ayer, por otros puede ser, por los de ayer no. Cualquiera podría equivocarse con esas jugadas.
Claro que puedo.
Ayer el Madrid mete un GOL LEGAL que está muy mal anulado.
Paran la imagen después de que el balón salga del pie de Mili.
Toman claramente mal las referencias de Mariano para trazar las líneas.
Ángel agrede de manera clara a Blanco sin razón.