¿Sabe Zidane si se queda?

Hace poco que ha concluido la rueda de prensa de Zidane, en la previa del partido crucial ante el Athletic. Algunas preguntas han versado sobre la suerte que puede correr este agónico final de campeonato. Otras, sobre su intrigante futuro. Zidane sigue jugando a la ambigüedad. Se niega a confirmar su presencia en el banquillo blanco la temporada que viene. Tampoco confirma que se marche. Las hipótesis se suceden frenéticamente. Es un tema capital en el futuro del club.

La posibilidad de que se marche va cobrando más y más fuerza. Si el marsellés tuviera tomada su decisión, y esta consistiera en que se queda, estaría aplicando al madridismo un suspense cuajado de sadismo innecesario. Eso sí que sería una crueldad intolerable, y no la de los Coen. Por ello, es una hipótesis altamente improbable. No encaja con la personalidad que le conocemos. Quiere al club y a la afición. ¿Por qué les haría sufrir manteniendo esa incógnita cuando ya tiene decidida su continuidad?

Descartada esa opción (que sepa que se queda pero lo oculta), solo quedan otras dos: que sepa que se va (pero también lo oculta), o que sencillamente aún no haya tomado la decisión. Si alguno de los periodistas presentes (es un decir: presentes a través del zoom) hubiera hecho esa sencilla pregunta (“Sabemos que no nos la va a comunicar ahora mismo, pero ¿tiene usted tomada su decisión?”), tal vez a estas horas ya habríamos salido de dudas. Si, en un momento de distracción, Zizou hubiera respondido afirmativamente, ya podríamos todos empezar a asumir la despedida. Digo todos incluido Florentino, que además de asumir su despedida, como el resto de madridistas de a pie, ya podría ponerse también a buscar un sustituto de garantías.

Pero nadie le he hecho esa pregunta clave, de manera que seguimos con la intriga. A mí no me parece descabellada la posibilidad de que no sepamos si Zidane sigue (o no) por la sencilla razón de que el propio Zidane no lo sepa tampoco. Es un hombre sabio, y los hombres sabios dudan. También es, tal vez, un hombre que cultiva el íntimo regocijo no de hacerse el importante, porque ya lo es y de qué manera, pero sí de crear el caldo de cultivo adecuado para que todo el mundo le suplique que se quede. Es la discretísima vanidad que otros llamarían orgullo legítimo, y un señor a quien la estadística otorga un título cada muy pocas veces que se baja del autobús tiene ganadísima esa prerrogativa. Yo mismo -despojado ya de la pretenciosidad de intentar entender a un hombre ante el que solo caben el amor y la perplejidad- no tengo inconveniente en rogárselo de manera más o menos encarecida. Hemos llegado a semifinales de Champions y estamos en disposición de ganar la Liga a falta de dos jornadas, en gran medida, gracias a él. Como no entiendo casi nada de lo que hace -solo le beso y me rasco la sien-, me he permitido a veces preguntarme si algunos de los obstáculos que heroicamente nos ha hecho superar Zizou no serán, en alguna medida, responsabilidad del propio Zizou, que es un caballero de tal magnitud que asume el que estas dudas se ciernan sobre su persona con tal de que no se ciernan sobre el club que tanto ama, o sobre los jugadores a quienes protege como un ejemplar padre coraje. Se me va a perdonar la cosa explícita si cito un aforismo del ámbito militar para recalcar que hay pocos jefes que utilicen la propia polla para apartar las ortigas de tu camino. Zidane es uno de esos jefes. Igual no te dirige la palabra en semanas y semanas, pero no permitirá que el menor atisbo de culpa pública caiga sobre tu cabeza.

Yo quiero que Zidane siga, aunque cada día me parece más difícil, y aunque el calibre de la desgracia que supondría su marcha viene matizado por otras variables exógenas, a saber, el rumbo deportivo estratégico que a partir de ahora vaya a tomar el club, cosa que en el contexto de incertidumbre que nos rodea representa una incógnita de fondo todavía más relevante que la presencia o ausencia de Zidane a cargo de la primera plantilla.

Si el club va a retomar la senda galáctica (pero no sabemos hasta qué punto hay dinero para ello), nadie mejor que el francés para manejar el cotarro. La partida de Zizou sería suceso muy difícil de maridar con la llegada de Mbappé. No es tanto que Mbappé no venga si Zidane se va (me aseguran que no es un factor central en el fichaje). Podría venir igualmente, pero las cosas tendrían menos sentido, en general. Y en particular, porque Zizou sueña con él. Es más, Zidane es una de las personas de este mundo que tiene al minuto una estimación más atinada del grado de probabilidad de la llegada de Kylian (de ahí que un eventual adiós del marsellés también quepa leerse en clave de no llegada del otro francés, pero en un sentido causa-efecto diferente del que predomina). Si se abre era galáctica enésima parte, el au revoir del técnico es trágico.

Si el club, por el contrario, por cuestiones financieras, tiene decidido que la base de la plantilla sean los brasiniños y los otros talentos cedidos aquí y allá (con el apoyo de sólidos veteranos como Casemiro, Kroos, Modric, Courtois y Benzema), entonces el trauma sería menor, porque hay un relevo programado que está bien dotado para capitanear un barco con ese exacto rumbo. Dudo que Raúl tenga la mano izquierda para llevar a buen puerto un vestuario plagado de multinacionales que facturan casi tanto como el propio club. Pero la idea de un Raúl al frente de un grupo salvaje de jóvenes famélicos de gloria hace más soportable la de la marcha de Zinedine.

Fotografías: Imago