Empecemos por lo importante: las pruebas realizadas hoy descartan fractura o lesión importante en el acreditado cráneo de Antonio Rüdiger. Eso está bien primero per se, por la salud del alemán, y segundo porque lo contrario nos habría situado a todos los que hemos alabado su arrojo en esa acción como gente que toma a la ligera cuestiones más importantes que el fútbol, más relevantes que la clasificación para Octavos de Champions League del Real Madrid que Rüdiger selló en el minuto 50 con ese cabezazo bizarro. (La gente tiende a utilizar bizarro en el sentido que bizarre tiene en inglés, pero es un falso amigo. En español, bizarro significa otra cosa, aunque a la visión de la camiseta ensangrentada de Antonio, que ahogó nuestro grito de gol en la garganta, sí que se le pueda aplicar el adjetivo en su sentido anglosajón).
Decía Bernabéu, de manera célebre, que la camiseta se puede manchar de barro y de sangre, pero nunca de vergüenza. Alguien le ha explicado esto a Antonio abusando de la literalidad del aserto. Lo importante es el mandato final -nunca de vergüenza-, siendo optativo y no obligatorio lo de la sangre y el barro. Pero este hombre ha llegado aquí ya más chamartinizado que el mismísimo Juanito Navarro (qepd), y en cuanto ha visto la ocasión de entrar en la épica vikinga de Pirri y Camacho no ha desperdiciado la ocasión, con la diferencia de que la cabeza vendada del de Cieza no está asociada a un gol concreto en el imaginario colectivo madridista, como no lo está la clavícula rota de D. José. El que sí marcó un gol con el ojo más que a la virulé fue Cristiano en el campo del Levante, pero aquí hablamos de una secuencia discreta de hechos con una separación, primero la brecha, luego el gol heroico. Antonio es más directo que todo eso, no se anda con pausas, y decidió unir en el tiempo los conceptos de machada y eficiencia, tan frecuentemente dispares.
Es casi imposible que un gol involucre más sangre, pero también es difícil que acumule más sentido. Rüdiger había sido el mejor hasta el momento, de forma que a los de machada y eficiencia hay que unir el concepto de justicia retributiva. La cantidad de cosas que se dan cita en ese gol, madre mía. Antes, en jugada con idénticos protagonistas, Kroos le había dictado el desmarque a su compatriota, como se lo dictó a Vinicius en aquel Clásico, con el descaro de un dedo índice, no se señala, niño, pero el niño no tiene nada que ocultar, vaya partido también del niño. Quien se sabe bueno no se anda con secretitos, no los necesita (lo sabe bien Carletto dando las alineaciones dos horas antes), de modo que repitieron la combinación al cabo del rato, cuando el partido agonizaba. Los dos tocayos amasaron la jugada con idéntico barro (y sangre, otra vez honrando a D. Santiago por encima de sus posibilidades) y el resto es historia, sin que esta vez la frase se utilice a la ligera. En la foto superior, haciendo zoom, se aprecia cómo la mancha de sangre que ha quedado junto al escudo y al corazón de Rüdi tiene forma precisamente de eso, de corazón. O los del photoshop facturan auténticas maravillas o en este gol se dan cita todavía más cosas que las que indicábamos antes.
Sí; magnífico fue el partido de Rüdiger y, además, marcó el gol del empate pero, el verdadero “man of the match”, el mejor jugador sobre el césped y, con diferencia, a mi juicio, fue don Antonio Kroos. Brutal eficacia en defensa y creación de juego. Impecable su posición en el campo y sus movimientos. Insisto, para mí, el mejor, con mucha diferencia.
Completamente de acuerdo. El partido de Kroos fue extraordinario.
He visto y requete visto el gol y el portero debió de recibir tarjeta roja.
Rüdiger ! Mi héroe ! Gladiator
Rüdiger es un excelente futbolista.
El golazo que metió el martes ya está escrito en oro (y sangre) en la historia del Real Madrid.
Tengo el convencimiento de que con aquella acción postrera , Antonio, se ha convertido en uno de los elegidos por el madridismo. Es de ley.