Desde que llegó al Madrid —confieso que tengo la mala costumbre de no fijarme mucho en los futbolistas de otros equipos— Antonio Rüdiger me pareció una suerte de Jack Sparrow que actúa según le dictan los impulsos eléctricos de un cerebro que los demás no llegamos a comprender del todo, pero que sin embargo guía a buen puerto al defensa alemán. Y, tras la publicación de la fotografía en la que posa en el avión a su regreso de Varsovia con la cabeza vendada y el ojo parcheado, el parecido con el pirata del Caribe se hizo más patente.
En el imaginario colectivo, los piratas lucen parche en el ojo, y si bien es cierto que al parecer Jack Sparrow no lo lleva —confieso que tengo la mala costumbre de no fijarme mucho en los personajes de las películas que me importan poco—, Rüdiger emana la esencia del caracterizado Johnny Depp, ojos que centellean similares, sonrisas que desprenden el mismo encanto, la misma calidez.
Jack Sparrow desface entuertos a bordo de la Perla Negra, el barco más veloz de todos los mares, prestación que comparte con Rüdiger, el defensa más rápido de la Liga. No sé a cuantos nudo navega en la ficción el navío de la franquicia duermecerebros de Disney, pero el alemán del Real Madrid registró la temporada pasada la mayor velocidad punta de toda la Premier con 36,7 Km/h, mayor también que la de cualquier futbolista de la Liga.
No es la primera vez que Rüdiger lleva máscara porque no es la primera vez que Rüdiger lleva la valentía al paroxismo
Jack Sparrow tiene una manera afectada y peculiar de desplazarse que cualquiera que haya visto —aún sin prestar mucha atención— alguna película de los Piratas del Caribe recuerda. Antonio Rüdiger tiene la patente, aunque no sea de corso, de una forma de correr singular. El alemán esprinta como una locomotora, elevando las rodillas a la altura de un corazón ancho y acogedor, a tenor del cariño que le muestran sus compañeros de equipo pese a llevar, como quien dice, dos días en el club. El vídeo publicado por el Madrid mientras era atendido por el cuerpo médico en el vestuario acompañado por la plantilla y los mensajes que esta le envió a través de las redes sociales así lo atestiguan.
Rüdiger ya no aparece tocado con una venda, sino que exhibe una máscara negra que protege la zona que se hirió el miércoles al marcar el gol que clasificaba al Madrid para octavos de la Champions. Si los piratas lucen habitualmente parche en el ojo, la máscara es atributo de no pocos héroes o insignes paladines. Batman, el Llanero Solitario, el Zorro, Flash o el Capitán América presumen de ella. No es la primera vez que Rüdiger lleva antifaz porque no es la primera vez que Rüdiger lleva la valentía al paroxismo.
Confieso que tengo la mala costumbre de no apreciar las películas de superhéroes, salvo las del Superman interpretado por Cristopher Reeve, tal vez porque la tercera entrega de aquella saga fue de las primeros largometrajes que vi en el cine, porque Richard Lester especió con mucho humor el film, rebajando la épica perezosa que suele embadurnar este género, y sobre todo porque Superman es un héroe que va en pijama.
Aunque no sepa apreciar las películas de superhéroes, sí aprecio a los héroes reales, como Antonio, que lo es porque clasificó a la heroica —en las formas— al Real frente al Shakhtar. No tengo ninguna duda de que si Ancelotti decide contar con Rüdiger contra el Barça, Antonio volverá a dejarse (casi) la vida por el Madrid, con o sin antifaz, porque esa careta negra no enmascara la virtud de nuestro héroe.
Getty Images.
Simplemente, no hay necesidad de que Rudiger juegue. No vale la pena el más mínimo riesgo.
Pedazo de central. Ha sido un pleno acierto del Club, y a coste 0.