“Debemos siempre tener, para en todo acertar, que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia jerárquica así lo determina”. San Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales 365.
Con este ánimo de Magisterium Ecclesiae afrontamos esta semana que entrará a propósito de la cosa del entrenador.
Quién hubiera dicho hace seis meses que Benítez pudiera entrenar al Real Madrid. Muchos patalearon y algunos hicimos alguna mueca cuando los últimos diez o quince días se ha estado chalaneando con que si Carletto sí o Carletto no. ¡Qué falta de humildad la nuestra! ¡Qué pretensión de suficiencia! Carletto era querido, sí. Era bueno, sí. Su ceja recordaba a los arcos de medio punto de la catedral de Jaca, sí. Pero no debemos dejar de tener en cuenta que era contingente, que lo único necesario es ese escudo redondito y con una corona. Corona rematada en cruz, por cierto.
Confieso que yo mismo era del parecer de que Ancelotti debía continuar independientemente de lo que considerase ningún jugador. Pero, ¡ojo! mirad, hermanos que lo que yo veía blanco, ahora lo veré negro negrísimo porque ya ha cantado la gallina, ya se ha pronunciado la Iglesia jerárquica. Bendito sea Benítez. Eufónica afirmación.
Que al Real Madrid le lleve a la Gloria un señor con esa perilla tiene los mismos visos de realidad que la revolución liderada por un octogenario regordo. Pero en 1958 Angelo Roncalli fue elegido Papa y llevó a nuestra Santa Madre Iglesia al Concilio Vaticano II, que supuso una renovación y una inyección de vida que aún notamos palpitante. Los caminos del Señor son inescrutables, ya lo he dicho aquí. Y que la jerarquía de nuestro club haya tomado estas decisiones nos indica que, como madridistas, debemos empujar al equipo aunque hayamos llorado la marcha de Ancelotti como lloramos la de Mourinho.
Pero ¡Ay de vosotros, fariseos! ¡Temblad, hipócritas! Con una mano decís que Don Rafael Benítez Maudes (DRBM) no es digno de sentarse en el Trono de Beenhakker y con otra vais pagando las cervezas con las que celebraréis sus títulos. Pues bien, yo hoy os digo: Si no estáis con DRBM desde el día primero, no os molestéis en cortar las chacinas o en poner la champaña a enfriar, pues no lo merecéis.
Es nuestra humilde tarea denunciar a aquellos que, cuando llegan las victorias, ocultan sus rostros entre la multitud pero que, a la hora de la derrota, critican, señalan y acusan a técnicos, directivos y jugadores. No son madridistas: son fariseos.
“Todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen”. Mateo, 23.
Este verano habrá salidas de jugadores importantes (oráculo del Señor Pérez, de nuevo). Muchos que nos dieron alegría y felicidad harán las maletas rumbo a Inglaterra, Italia, Getafe o, previsiblemente en el caso de Illarramendi, al FC Ulaanbaatar, en la siempre competitiva liga mongola. No quiero que derraméis ni una lágrima por ellos. Como no lo habéis hecho, bien lo sé, por Ancelotti.
No seamos tan soberbios como para creer que nuestro criterio, y no el de la Junta Directiva, legítimamente elegida por el pueblo madridista, es el que debe imperar. ¡Humildad, hermanos, humildad! Hagamos propias incorporaciones, salidas y desarrollos de nuevas aplicaciones para el móvil. Sintamos como nuestros hasta los calambres que le dan a Herrerín en las corvas cuando, al finalizar el día, exhausto tras una jornada de servicio al Real Madrid, se tumba agotado en su lecho.
Real Madrid semper reformando est. Aquí nadie acaba su carrera, aquí a todo el mundo digno se le recibe con inquietud y se le despide con lágrimas. Espero que a Benítez le despidamos con lágrimas de gratitud, porque yo ya veo a la Oncena con perilla y tripa.
¡Ya se te ha declarado lo que es bueno!
Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor
Miqueas, 6:8
Ahora a tirar del carro, hermanos.
Gracias por el sermón, Padre. Está escrito que muchas veces los contratiempos, los desiertos de la vida son lecciones y pruebas para bendecirnos y fortalecernos en la fe y en la esperanza. Hay madridistas que, frente al fracaso o cuando no les gustan las decisiones, dicen: "¡ah! yo me bajo del barco; así no sigo". Pero ¿a dónde van a ir sin la protección divina? Después de conocer las cosas del reino madridista, ya no hay más sitio a dónde ir. Todos hemos tenido nuestras crisis en el desierto, como Elías.. Pero la última carta que se juega un cristiano es que, aunque desconocemos la respuesta al por qué de una pérdida, sabemos que es algo bueno y que Él tiene un propósito. ¡Hala Madrid y nada más!