La Roja se inmola en Burdeos

Lo tenía todo de cara La Roja, o eso se oía en las retransmisiones del partido, para pasar como primera de grupo a octavos de final. A decir verdad, el conjunto nacional había demostrado en sus dos primeros encuentros que, por juego, era una de las grandes favoritas para alzarse campeona de esta Eurocopa. Sin embargo, existen una serie de factores y circunstancias, muy propias de esta Selección, que fueron llevando al espectador medio con el paso de los minutos a darse cuenta de que, quizá, no iba a ser oro todo lo que relucía.

El combinado capitaneado por Ramos saltó bien al césped de Burdeos. La Roja comenzó a mimar el balón y a impregnarle ese aire de juego directo que tanto se echaba de menos en citas anteriores y que parecía haber vuelto a mandar sobre el campo. Ante la paulatina desaparición de Iniesta, el mejor en los dos encuentros de la fase, era Silva el encargado esta vez de tomar las riendas del juego. Así, en el minuto siete, el canario mandaba un pase maravilloso a los pies de Cesc que levantaba el cuero para que Morata la empujase a las mallas croatas y se erigiese, de momento y empatado con su nuevo compañero de equipo, Gareth Bale, en el pichichi del torneo. Luego que si no hay proyecto y tal.

Desde la perspectiva individual me gusta hablar de Morata como una mezcla de Raúl e Higuaín. Álvaro demuestra garra y un posicionamiento notable en el campo. Se le ve siempre fiero, encontrando espacios que parecen fáciles pero no lo son, ni mucho menos. Es el típico delantero ‘pillo’ que siempre está ahí, que te genera cinco o seis ocasiones claras por partido y, cuando está fino, se lleva el balón firmado por sus compañeros a casa. El problema que tiene el recién repescado canterano blanco es que, de momento, no tiene el olfato goleador de Raúl y se asemeja demasiado a ese Pipa Higuaín que desesperaba a propios y a ajenos en las grandes citas. ¿Es delantero Álvaro Morata para el Real Madrid? Yo pienso que, si sabe reconocer su rol, sentarse y aprender de sus compañeros y madurar tanto personal como futbolísticamente, puede serlo; si no, no es más que otro canterano con proyección que podría recalar en cualquier equipo de Europa sin llegar nunca a ser el mejor nueve del continente.

Dejando de lado el tema Morata, muchos factores atenazaron, como decíamos, ayer a la Selección. Para mí, el cansancio, las pocas rotaciones, el acuse de minutos y los cambios fueron alguno de ellos y todos, absolutamente todos ellos, tienen un culpable común: Vicente del Bosque. Es incomprensible el inmovilismo del seleccionador a estar alturas, después de más de seis años al frente de este conjunto es para tirarse de los pelos con su falta de rigor táctico, con su falta de valentía manifiesta y con su carencia absoluta de autoridad. A partir del tanto, todo se vino abajo y en ningún momento hubo nadie desde el banquillo que levantase en volandas a un equipo que lo necesitaba como el comer. Esa es la función principal de un entrenador y ayer, de nuevo, el nuestro no la cumplió.

Con Croacia acosando, Del Bosque quitó a Nolito para dar entrada a Bruno en el medio del campo, con la esperanza de recuperar el control del juego ahí. Se metió, sin darse cuenta, en un berenjenal tan grande que hizo posible que cinco jugadores se intercambiaran posiciones en menos de treinta metros, perdiendo además una referencia en la banda que aportase presencia arriba. Que el jugador del Celta estuviera muerto físicamente (que lo estaba) no es más que otro factor que reprocharle al míster. Después apeó a Morata por Aduriz, el cambio probablemente que más daño hizo a La Roja: ¿Quién le iba a poner balones aéreos a un nueve que vive de ellos si no quedaban extremos que centrar?, ¿por qué quitar a un tipo que va mejor con los pies que su recambio si es la única forma que, con ese once, se puede rascar algo? En fin, un cúmulo de despropósitos como pocos dentro de una misma sustitución. Y para finalizar el disparate, con un alarde final de amarre absoluto que a cualquier otro le habría costado casi el cargo, Thiago por Cesc. España, al borde del acorralamiento, se encontró con seis jugadores en el centro, cuatro de los cuales carecen de desborde, y un delantero que esperaba balones como lo hacía Penélope en la canción de Serrat: sin esperanza alguna de éxito.

Faltó Lucas Vázquez, como lo lleva haciendo desde que comenzó esta Eurocopa. Ni un minuto para el jugador del Real Madrid, para ese chaval que habría dado refresco y profundidad. Yo juraba y perjuraba que ayer sería titular, pero el inmovilismo de Del Bosque no tiene parangón y le ha costado a La Roja el pasar de encuadrarnos en una parte del torneo que prácticamente nos garantizaba llegar a semifinales, a vernos en citas próximas contra Italia, Alemania o Francia. Igualito, vamos.

El gol croata en el 89, que ponía el 2-1 definitivo en el marcador, será reprochable a la defensa, ayer la peor del equipo; probablemente lo sea también para un De Gea que pudo hacer mucho más o para Sergio por fallar el penalti que le daba la tranquilidad al equipo; pero para mí ese gol que arrebata muchas posibilidades de ser campeón a la Selección tiene un culpable más claro: el señor seleccionador. Ayer, Del Bosque, cargó la pistola de balas y se las disparó todas en el pie. No sabemos si consciente o inconscientemente, pero nos dejó a todos cojos y desangrándonos.