Buenos días, amigos. Es posible que las guerras del opio anglo-chinas del siglo XIX se cobraran más víctimas que el parón de selecciones del cual no hemos salido aún oficialmente, pero es sólo porque al parón no le hemos dado más tiempo para dar más fruto. En diez días no se le puede pedir un potencial mortífero mayor que el de uno de los conflictos bélicos con más bajas de la historia.
De hecho, sí uno repasa los primeros diez días de la primera de dichas guerras del opio, encuentra que son sustancialmente más inocuos y felices que estos últimos diez días de sangre y turbulencia. El Madrid no es el único que ha sufrido esta lacra, ya lo sabemos, pero nosotros aquí nos centramos en el Madrid.
Primero fueron Camavinga y Vinicius, ambos con un horizonte de recuperación no inferior al par de meses, y ahora no sabemos si a esos dos nombres hay que unir el de Rodrygo. Hay cierto oscurantismo ante el estado de salud con el que ha vuelto de sus partidos allende los mares, y ese enigma nos trae por la calle de la amargura. Estamos, la verdad, casi preparados para lo peor. No lo quiera Dios, pero ponerse en la opción menos halagüeña constituye un mecanismo de defensa que a veces minimiza el impacto.
Presuenan en nuestros oídos, con un eco tenebroso, las palabras que tanto tememos: “Comunicado oficial. Rodrygo Goes. El Real Madrid comunica que su jugador Rodrygo Goes sufre una…”
No. No lo quiera Dios. As también quiere que vayamos poniéndonos en la peor tesitura. Avanza a Gonzalo, el prometedor goleador del filial, como “el fichaje”, y desde el máximo cariño al chico nos tiemblan las carnes al imaginar que la razón para este ascenso de categoría tenga que ver con una baja de largo alcance de Rodrygo, a cuya rodilla se alude lóbregamente en el ángulo superior derecho.
Ay.
Temblamos. Un sudor gélido nos recorre la espalda, arrastrado por un derrotismo que querría ser nihilista. Nada de esto tiene sentido ya, incluso si (quiéralo Dios) el brasileño al final no tiene nada. Ante tanto negreirismo de negreros, ante el delito nuestro de cada día del FC Barcelona, ante los prevaricaciones constantes de los secuaces de investigados como Clos Gómez, nos quedaba el Madrid, pero la mala suerte y el parón nos han dejado un Madrid en cuadro que cada día lo tiene más difícil para seguir siendo el mástil al que aferrarnos en esta tormenta de estiércol.
Marca viene a compensarnos de tanto sinsabor con su gala de premios. Marca, más central lechera que nunca. Repasad la lista de premiados. Cuánto madridismo, ¿no?
Nos parece legítimo que Marca premie a quien le parezca oportuno. Lo que no nos parece razonable es que, después de ver esta lista de premiados, quede una sola persona en el planeta que pueda acusar a Marca de manifestar una tendencia favorable al club blanco. “Oro culé”, reza extática la portada, por si quedaba alguna duda de por dónde van los tiros.
Repetimos: "Oro culé". Un titular que habría enfebrecido de madridismo al mismísimo Santiago Bernabéu. "Central lechera¨, lo llaman.
Sí, ya sabemos que algunos premios vienen marcados por la objetividad de las cifras, y que el rotativo de Unidad Editorial no tiene la culpa de que Lewandowski metiera más goles que nadie la temporada pasada, o de que Ter Stegen encajara menos goles que nadie. Pero eso de “mejor jugador de la afición” para Pedri nos lo tendrán que explicar bien para que no pensemos que es un regodeo infame. La alegría con la que Marca celebra lo culé (reiteramos: “Oro culé”) irrita profundamente no sólo al madridismo, sino a cualquier persona que considere una afrenta a la limpieza del fútbol la corrupción sistémica implantada en el fútbol, durante décadas, por la institución blaugrana. Este Barça monumentalmente fraudulento no se merece este homenaje ni ningún otro, no al menos hasta que no pague sus culpas de una maldita vez.
Y poco más que contar, amigos. Como veis, no estamos de especial buen humor.
Os dejaremos con la prensa cataculé (o con el resto de la prensa cataculé, aparte de Marca) porque queréis ver sus portadas. Tenéis estas cosas a veces.
Pasad un buen viernes.
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Un comentario en: Rodrygo ¿también lesionado?
De mala suerte suerte, nada; monada.
Dudo sobre la corrección sintáctica de la frase anterior. Pero se entiende el significado. ¡ Vaya si se entiende !
Desanimada y muy mosqueada tenemos a la tropa blanca.