Se hizo esperar. Nada menos que doce años de frustraciones. Desde 2005, año a año, el Real Madrid era eliminado en octavos de final sin apenas competir: Juventus, Arsenal, Bayern, AS Roma, Liverpool, Olympique de Lyon nos pasaron por encima en unos años que me parecieron tan largos como la búsqueda de Ethan Edwards de su sobrina Debbie en la majestuosa Centauros del desierto. Seis años en los que el Madrid fue incapaz de estar entre los ocho mejores de equipos de Europa.
La llegada de Mourinho en 2010 nos volvió a poner en el mapa. Al menos competíamos y logramos aparecer por fin en las semifinales de la Copa de Europa tres años seguidos en los que por diversas circunstancias (la expulsión injusta de Pepe a manos de Stark ante el Barcelona, los penaltis ante el Bayern en el Bernabéu, la pésima segunda parte del equipo en una noche aciaga en Dortmund) no conseguimos el pase a la final.
Pero el Madrid había vuelto a recuperar el respeto que voló tras aciagas campañas anteriores. Carlo Ancelotti había hecho una campaña notable en España, con la consecución de la Copa del Rey (2-1) en Valencia ante el Barça (aquella prodigiosa cabalgada de Bale), aunque en las últimas jornadas de la Liga el equipo flojeó, perdió puntos de forma absurda (Valladolid, Celta), y brindó el título nada menos que al Atlético del Cholo. Las malas lenguas dijeron en aquellos momentos que el equipo había tirado la liga para centrarse en la Champions.
El caso es que la trayectoria en la UCL no pudo ser más brillante, eliminando uno tras otro a los mejores equipos alemanes, al Schalke 04 en octavos, al Borussia Dortmund en cuartos (con “suspense” en la vuelta ya que no supimos manejar suficientemente bien el 3-0 de la ida) y, por último, al Bayern en semifinales. El partido de vuelta en el Allianz (0-4), para mí el mejor partido que yo haya visto al Madrid fuera de casa en Copa de Europa, con dobletes contundentes de Ramos y de Cristiano, y con una autoridad jamás vista, y menos en territorio alemán.
Ese 0-4, la concentración que tuvo todo el equipo en Múnich, contrastaba con la dejadez y poca intensidad que se había visto al Madrid en las últimas jornadas de liga. Realmente, aquella temporada 2013-2014, estoy convencido que tenía que haber sido la de un triplete histórico que jamás hemos logrado.
Una semana después del final de la liga se iba a disputar un derby madrileño para coronar al campeón de Europa. En Lisboa, ciudad distante de Madrid de apenas 625 kilómetros. Todo Madrid quería estar allí presente. El estadio que albergaba la final, Da Luz, sede del glorioso Benfica, iba a tener una capacidad muy insuficiente para toda la demanda de entradas que se avecinaba.
Una vez más, no tuve suerte en el sorteo de las entradas para socios. Pero tampoco tenía dudas de que tenía que estar en Lisboa, apoyando al equipo de cerca, con o sin entrada. El buscar alojamiento fue toda una aventura, un colega portugués del trabajo me puso en contacto con una amiga suya, que me alquilaba su piso, bastante céntrico, por 2 noches (viernes 23 y sábado 24 de mayo). Eso sí, me pedía 900€ por las 2 noches.
Rápidamente, mi amigo Fonsi se puso en marcha y convenció a varios de sus amigos (algunos con entrada, otros no) para entre todos poder pagar esa enorme cantidad. El piso tenía 5 habitaciones y yo creo recordar que finalmente allí dormimos 10 o 12 personas. Así que poco a poco recuperé mi inversión inicial. 900€ en Lisboa, en ese tipo de apartamentos, es aproximadamente lo que cuesta alquilarlo por un mes. O mes y pico.
Yo seguía sin entrada. Pero confiado en la providencia. A las malas, tenía alojamiento en Lisboa, el viaje era muy cómodo en coche. Conozco bien Lisboa, La ville blanche como la llamó Alain Tanner en su preciosa película de 1983. Con o sin entrada, el fin de semana iba a merecer la pena.
Finalmente me acoplé con Fonsi y con su padre, Alfonso, un madridista de pies a la cabeza, caballero del honor. Fonsi y su padre tenían entradas, a través de una peña de la que Fonsi es miembro activo, y yo confiaba en que al final alguna entrada encontraríamos por mediación de la peña o por donde fuese. El viernes 23 salimos los tres a mediodía por la Nacional V, que ya estaba repleta de coches y autocares repletos de hinchas. Como siempre, se veían más banderas y bufandas rojiblancas, ya se sabe que los madridistas somos menos ostentosos a la hora de mostrar nuestros símbolos distintivos.
Parada en Trujillo. A reponer fuerzas. Aquél día la localidad cuna del conquistador Francisco Pizarro recaudó miles y miles de euros gracias a la final de la UCL. Medio Madrid estaba allí, degustando la buena cocina extremeña. Algunos piques entre mesas en los diferentes mesones, todo producto de una buena vecindad y convivencia.
A la altura de Badajoz ya se notaba un tráfico feroz, también se estaban incorporando en dirección a Lisboa numerosos aficionados de Extremadura, de Andalucía, de Salamanca. Llegamos a Lisboa hacia las 7 de la tarde y encontramos por fin la calle del piso alquilado, justo enfrente de un convento. Había una actividad inusitada en el convento, luego nos enteramos que las avispadas monjas ¡habían alquilado varias de las celdas o aposentos a aficionados de ambos equipos!
Cena al borde de la desembocadura del Tajo –As Docas– en una noche de temperatura muy agradable, con unos hinchas muy ruidosos del… ¡Borussia Dortmund! Hablando con ellos, habían comprado sus entradas para la final antes de ser eliminados por el Madrid en cuartos, y no por ello habían dejado la ocasión de venir a Lisboa a ver la final.
Pese a la gran cantidad de coches que habíamos visto en la carretera no vimos demasiado ambiente futbolero aquella víspera. Cuando amaneció el sábado 24 de mayo de 2014, aquello era otra cosa. Lisboa se convirtió en una auténtica olla a presión. Desde primeras horas de la mañana, todos los aficionados merengues y colchoneros iban ya ataviados con sus colores y sus prendas de guerra. Aquél día yo me puse mi camiseta firmada y dedicada con cariño por Don Alfredo Di Stéfano, con el 9 y el nombre “Di Stéfano” a la espalda. Dudé en ponérmela ya que la única vez que la había llevado en una final había sido en la aciaga final de Copa el año anterior ante , precisamente, el Atleti. No podía ser que esa camiseta estuviese gafada con lo cual, valientemente, me la enfundé en Lisboa.
Cogimos el metro en dirección a la Fan Zone del Madrid, en la Praça do Rossio, cerca del río y de la Praça do Comercio. En el andén ya había batallas de cánticos, los atletistas presumían desde el año anterior de ser los que mandaban en la capital, y más después de haber ganado la liga 2013-2014 unos días antes. Piques muchos y alguna subida de tono sin mayor importancia. Al llegar a la Praça do Rossio, en pleno territorio madridista (la Fan Zone del Atlético estaba cerca de la Praça Marqués de Pombal, separadas ambas por la larga y elegante Avenida da Liberdade), el ambiente merengue era brutal, sano, festivo. Ambientazo. Era la primera vez que yo iba a una Fan Zone, ya que en las finales anteriores, aquello aún no se estilaba. Cerveza Sagres, bailes, cánticos. Vimos de lejos en el escenario instalado a Amancio, a Mijatovic, a Raúl, que eran aclamados y ovacionados por todos.
Os recuerdo que yo seguía sin entrada. Mordiéndome las uñas. Cada vez que mencionaba el tema, Fonsi hacía una extraña mueca o una media sonrisa. Yo confiaba aunque dudaba. Me llamó mi amigo, superviviente de la Novena -12 años antes-, uno de los míticos Wallace, Sir Edward, que acababa de llegar a Lisboa con sus sobrinos y sin entrada también. Quedamos en vernos para comer. Fonsi y su padre tenían que pasarse por el hotel donde estaban alojados los directivos para recoger sus entradas. Allí ví de lejos a mi ídolo Paco Gento que estaba tomando un café. Y a Butragueño. Al salir del hotel, por fin mi amigo Fonsi –qué grande y cómo me hizo sufrir– me dio mi entrada: ¡él lo tenía claro desde el principio pero me quiso torturar hasta seis horas antes del comienzo del partido!
Esto ya era otra cosa. No iba a ver el partido en la Fan Zone o en una terraza del barrio de Alfama ni en el piso alquilado. Subidón de adrenalina. Las cosas se estaban arreglando. No habíamos reservado restaurante con lo que pintaba bocadillo sentados en un banco. Y otro golpe del destino. Nos encontramos con unos amigos colchoneros, Nacho y Leo, que sí habían “apañado” una reserva en una marisquería. Gracias a ellos, conseguimos comer aquel día, apartados de las mesas de los atléticos, en una mesa en la que al final nos acoplamos nosotros 3, más Sir Edward. A última hora mi querida sobrina Val, sobrecargo de Iberia que había volado esa mañana con unas peñas del Atleti, también se unió a nosotros en la comida. Ella no podía ver la final en el estadio pero la vería por TV en su hotel antes de volar con los colchoneros de la peña tras el partido. Los que leísteis el capítulo de la Séptima quizás recordareis que en Amsterdam también había estado Val.
La conversación durante la comida giraba alrededor de nuestra alineación. Xabi Alonso estaba sancionado por tarjetas. Ancelotti debía elegir entre Illarramendi, que en Dortmund había tenido fallos importantes, Khedira, que llevaba varias semanas sin jugar y entre algodones, y Casemiro, que había tenido una fugaz (a la par que eficaz) aparición precisamente en Dortmund. Parecía claro que Carletto no confiaba demasiado ni en Illarra ni en Casemiro, y que Sami Khedira finalmente acompañaría en el eje central a Modric y al Fideo Di María. También se comentó si Cholo se decantaría por Diego Costa como titular, tras sus problemas musculares en los últimos partidos.
La comida fue espectacular en Ribadouro, restaurante situado en plena Avenidade da Liberdade, a 100 metros del hotel del Real Madrid, el Tivoli Lisboa. Agradabilísima compañía. Anécdotas de Sir Edward y de Alfonso Sr. Nos separamos de Val y del Wallace. Era la hora de ir hacia Da Luz. Habíamos comido a la hora española pero el partido empezaba a las 19:45 hora de Portugal.
El calor apretaba ya bastante. Además de la elevada humedad de la capital lusa. Nos hacinamos en el metro en dirección al estadio y llegamos a la estación de destino relativamente cerca de Da Luz. El paseo no era muy agradable, los alrededores del recinto, hay que decirlo, eran bastante cutres. Atravesamos algún descampado, el barrio no estaba a la altura de la final. Por cierto que antes de entrar Sir Edward me tranquilizó al llamarme y decirme que él también había logrado encontrar localidad.
Ya dentro del coliseo, tras ver la efigie del gran Eusebio, tomamos posiciones. Fonsi y su padre estaban juntos, yo solo unas filas delante, justo en la curva de uno de los córners. Me llamó la atención que justo a mi lado estaba el antiguo jugador del Depor, Naybet, vestido de hincha madridista de arriba abajo. Ambientazo en Da Luz. Y mucho calor. Y mucha humedad.
En el primer tiempo a destacar la lesión de Diego Costa nada más comenzar el encuentro, y su sustitución por Adrián López. Otro buen presagio. El Madrid dominaba, y Gareth Bale dispuso de dos buenas ocasiones ante Courtois. Poco a poco, caímos en el juego del Atlético, que iba durmiendo el encuentro con constantes interrupciones por faltas y protestas. Todo parecía que íbamos a irnos al descanso con 0-0 cuando Godín marcó un churro de cabeza, aliñado con una mala salida de Casillas. Aquella temporada Iker solo había sido titular en Copa y en Champions, en la Liga había jugado mayoritariamente Diego López. Ese fallo desquició a los nuestros y en particular a nuestro guardameta.
Descanso con 0-1 y los madridistas preocupados. Todos, menos Fonsi, que seguía diciendo que esto estaba chupado. Yo le hubiese hecho sin dudar la prueba del alcoholímetro. El Atleti jugando con ventaja en el marcador había sido poco menos que inexpugnable toda la temporada. Ganó la Liga, y eliminó en Champions nada menos que al Barcelona y al Chelsea con su defensa férrea y sus aciertos en el juego aéreo de Godín, Miranda o Raúl García.
La segunda parte empezó igual, con un dominio estéril, hasta que Carletto decidió hacer un doble cambio que a la postre sería decisivo: Marcelo por Coentrao e Isco por Khedira, que francamente aportó poco aquella tarde. Minuto 58. Pérdidas de tiempo y marrullerías rojiblancas. Y el reloj corría. Sosa sustituyó a Raúl García y ese cambio nos vino bien. El Madrid poco a poco se volcaba hacia los terrenos de Courtois, forzando córners uno tras otro y algunas ocasiones de Isco y Ronaldo. Por cierto, que Cristiano llegó muy justo de fuerzas a aquella final y eso lo notó mucho el Madrid. Ya cerca del minuto 80, Ancelotti quemó su último cartucho poniendo a Morata en lugar de Benzema. Filipe Luis se lesionó (y estuvo al menos 2 minutos en el suelo ganando tiempo, o perdiéndolo) y salió Alderweireld en su lugar. Ya no había más cambios. El Atleti empezaba a dar síntomas de debilidad, en particular su lateral Juanfran que estaba tocado. Carrusel de tarjetas amarillas para los rojiblancos, Kuipers les mostró hasta cinco.
Yo me quería morir. Juro que fue el peor trago de mi vida en un campo de fútbol, superando a los minutos finales de la Novena en Hampden. Marcelo y Di María creaban mucho peligro por la banda de Juanfran, Isco habría huecos, pero no había forma. Solo córner tras córner y un Courtois sacando los pocos disparos a su puerta. Minuto 90 y en el fondo madridista gritábamos como nunca. Los aficionados colchoneros se veían campeones y no paraban de cantar. Juro que pensé en no volver a Madrid al menos por un tiempo, me sentía incapaz de volver a mi ciudad derrotado por el equipo de los vecinos, tras un fútbol feo, subterráneo y ramplón. Me quedaría a vivir en Lisboa, sí. Mi empresa tiene delegación allí, y más o menos me manejo en portugués.
En esos pensamientos estaba yo, cuando se me acercó Fonsi, que me debió ver hecho polvo, allá por el minuto 91 y me dijo: “Tranquilo, que ahora empatamos. Esto está hecho.”. Y subió de nuevo a su localidad. Me quedé pasmado ante tal sangre fría y me dispuse a ver el enésimo córner a favor. Kuipers había dado 5 minutos más pero nos acercábamos peligrosamente al 93.
Ya se sabe lo que pasó en el 92´48”. El bendito Sergio Ramos liberó un aullido y un nudo en la garganta que todos los madridistas presentes teníamos atravesado. Fue EL MOMENTO. Junto con el gol de Pedja en Amsterdam, lo más grande que yo haya vivido en un campo de fútbol. Qué liberación. Qué subidón. Después de aquello, difícil que a mí me dé un infarto.
La prórroga, en especial en su segunda parte, fue una exhibición blanca. El Atleti estaba muerto. Mental y físicamente. El gol de Ramos los liquidó. Juanfran estaba cojo. El gol de Bale tras jugada por la banda de Di María tenía que llegar. En el tercero, de Marcelo, ni los delanteros ni los centrocampistas del Atlético podían bajar a defender. El Madrid olió la sangre y masacró sin piedad a su rival, goleándolo.
4-1 final. ¿Quién hubiera presagiado aquello en el 92’? El Madrid sacó fuerzas de donde no había y pese a que Carvajal, por ejemplo, aguantó muy tocado, físicamente apisonó al rival. ¡Ramos, Varane, Modric, estaban frescos todavía en la prórroga! La lección que dio Ancelotti aquella noche al Cholo, sobre todo en el manejo de las sustituciones, fue antológica. El Cholo acabó desquiciado y expulsado al intentar agredir a Varane invadiendo el terreno de juego. Pura impotencia.
¡Adiós a la maldición de mi camiseta! Más de un aficionado y hasta algún periodista me hizo la foto con mi 9 de Alfredo. Esta Copa también la pudo ver en vida “la Saeta”, la ansiadísima Décima. Mes y medio después, el 7 de julio, fallecía Don Alfredo, al que tuve la suerte de conocer y compartir mesa con él dos veces. Era el más grande. En todo.
Después de aquél espectáculo, cena de celebración, ya de madrugada, en Praça do Rossio. No hubo forma de conseguir un transporte público, ni taxi, ni metro, ni autobús, hasta 2 horas después de acabado el partido. Daba igual. Pasear sin parar. No cenar. Ramos me había vuelto a dar la vida. Ramos me resucitó en Lisboa.
La vuelta a Madrid, muy tranquila, evitando atascos y aglomeraciones. Ya nos daba todo igual. Ya no me quería quedar a vivir en Lisboa. Incluso nos dio tiempo a ir el domingo a la Praça do Comercio para comprar algún recuerdo en la tienda oficial de la UEFA. La bajada de tensión había sido espectacular. La sensación de liberación y, sobre todo, de alivio, era predominante. No podíamos perder esa final, hubiese sido un horror para todos los madridistas perder contra el Atlético. Aún tengo vivo el recuerdo de cada minuto de la final de Lisboa. La más intensa y difícil de todas las que he presenciado en vivo.
Gran resumen de una experiencia maravillosa. Lástima que no se haya puesto demasiado cuidado en su elaboración. Duele, especialmente en La Galerna, ver faltas de ortografía.
Ha sido la copa que menos he disfrutado. Sólo sentí alivio.
Yo también pensé en no volver a Madrid. Además, mi hijo, que tenía cinco años, parecía que se iba a hacer del aleti. Imaginad lo doloroso que hubiera resultado para mí el tener que echarle de casa. Gracias a Dios, Ramos me quitó ese problema de un cabezazo y ahora mi hijo es un orgulloso vikingo.
¡Hala Madrid!
Por recordar esa final,dos comentarios:
1°.-El fallo garrafal de Casillas.Desde mi epoca de jugar en categoria juvenil(años 54-55),yo oia decir al entrenador cuando hablaba con el portero"si vd.inicia una salida a por el balon,no se le ocurra volver a puerta rectificando la salida,por que sera gol,seguro"
Y asi fue,inexplicable en Iker,pero cierto,la verdad que nunca salio bien,no era su fuerte.
2°.-El inexplicable comportamiento de la prensa,mayoritariamente de Madrid.¿como se explica que despues del comportamiento,durante todo el partido,protestando todo y terminando expulsado por intento de agresion,a Varanne,del entrenador del atl.de
Madrid,Simeone,fuera aplaudido a su entrada en la sala de prenda,por todos los periodistas presentes?
Solo denota y demuestra,el forofismo y fanatismo,del periodismo de bufanda,que donde mas lo noto yo,es en la prensa de Madrid,con el atl.de Madrid y para muestra,lo que acabo de contar y que vio todo el mundo,con Simeone,de sentir verguenza ajena.
HALA MADRID.-A por la 12a.-Saludos desde mi GRAN CANARIA.
Hola, no sé si podrá leer, el minúsculo comentario q voy a escribir BLASDELEZO75, sobre que yo también sentí un gran alivio, y comentarle que mi correo es blasdelezo1 en homenaje a medio hombre que seguramente era madridista aunque no lo supiera.
Hala Madrid y nada más.
Don Blas de Lezo, entre otras cosas menores, fue un madridista de la cabeza al pié. Y el que diga lo contrario, que lo demuestre.
Hala Madrid!
Buenas tardes, por si había alguna duda, ese partido demostró que somos inmortales, lo ganamos
jugando 12-contra 10, y no, no piensen que hago alusión al árbitro, me refiero al hecho inaudito
de que jugamos sin portero, pues Casillas, jugo con el Atlético Aviación, ganar una final de COPA DE
EUROPA sin portero sólo lo pueden hacer los equipos de leyenda,
Saludos blancos, castellanos y comuneros