Mañana, a eso de las tres de la tarde, un coche oscuro y repleto de furor saldrá de lo más recóndito de la provincia de Albacete con dirección Madrid para presenciar el partido que está llamado a ser el principio o el final de todo, el encuentro donde se decide el futuro próximo del club más importante de cuantos existen. Al igual que ese, otros cientos de vehículos lo harán desde diferentes puntos de la geografía nacional con el único propósito de alentar, como siempre ha hecho esta afición en los momentos más críticos, al equipo de su alma, al conjunto que reina en el corazón de millones de aficionados esparcidos por todos los rincones del mundo. Yo tendré la suerte de ser uno de esos miles que harán rebosar un Bernabéu tan acostumbrado a noches mágicas que hace tiempo que perdió la cuenta de cuántas ha vivido ya. La afición del Madrid, esa a la que se le puede reprochar de todo durante el año, volverá a ser ejemplarizante una vez más en su competición fetiche: la Copa de Europa. Ahí nunca fallamos, ahí sentamos cátedra, ahí somos la mejor hinchada del planeta.
A los jugadores, por mi parte, no les pido que pasen de ronda, ni que marquen muchos o pocos goles, ni tan siquiera que ganen el partido, de eso dependen muchos factores externos que ni yo ni nadie podemos controlar. Sin embargo, desde este texto que les escribo a menos de treinta y seis horas para el encuentro, sí les tengo que rogar que se dejen la piel sobre ese césped reluciente que será campo de batalla de todos nosotros. Les pido fiereza y dignidad, pundonor y valentía, que mueran y, si es necesario, maten por el escudo que lucen en el pecho, por ese que mañana llevaremos todos con orgullo y altanería por los aledaños del estadio. Les ruego a los once designados por Zidane que salgan a morder desde el primer momento, que no se amilanen ante nada ni ante nadie; que, con cabeza y corazón, hagan que nos sintamos orgullosos de ellos cuando el árbitro indique el final del partido y, por ende, de la eliminatoria. Nada más. Sólo me animo a requerirles que demuestren que son dignos merecedores de vestir la camiseta que visten y de representar al equipo que representan. Yo, humildemente y desde la butaca que me ha sido asignada, les apoyaré hasta desgañitarme. No saldrá de mis labios un palabra de reproche a ninguno de ellos durante el tiempo que dure el encuentro y espero y deseo que no tenga que salir después. Se gane o se pierda, se remonte o no, esos futbolistas que nos personifican a cada uno de nosotros sobre el terreno de juego tienen que conseguir ser el orgullo de los que sufriremos en el campo o lo harán en los millones de hogares de todo el mundo. Sólo les ruego eso, el resto vendrá solo.
La de mañana será una noche de unión donde todos debemos permanecer juntos ante los lobos, los que vienen de Alemania y los que nos rodean a diario en España. El madridismo debe ser un ente indivisible desde la portería de Keylor hasta las botas de Cristiano, desde la butaca presidencial hasta el cuarto anfiteatro del Bernabéu. El canto debe ser el mismo, la mentalidad ha de ser única, el destino, el de todos: desterrar de nuestra memoria el lamentable partido de Wolsburgo y volver a escribir en el libro de oro del fútbol otro capítulo heroico firmado por el autor que más y más veces ha rubricado esas hazañas: el Real Madrid.
Mañana todos somos uno, sin divisiones en la falange. El enemigo acecha y nosotros, los que llevamos el escudo tatuado en el corazón, no podemos tener piedad alguna ni debemos dejar que nos separe. El estadio debe clamar, la afición tiene que alentar, el destino favorecer y el equipo salir a arrasar. Y si sucede todo eso, nada ni nadie nos podrá parar.
Sentir cada palabra que escriben se ha convertido en uno de mis placeres!!! MAÑANA TODOS SOMOS REAL MADRID!!!! A POR LA REMONTADA! A DARLO TODO!
Yo, humildemente y desde México, les apoyaré hasta desgañitarme.
#HalaMadrid.
Aquellas remontadas de mediados de los ochenta fueron épicas. Uno era más joven e inocente. Vistas ahora en perspectiva, se da uno cuenta que eran el reflejo de una gran desidia en el primer partido de la eliminatoria y nada hay que deteste más que la desidia y la molicie en el trabajo diario. Se puede y debe perdonar el error, pero jamás la vagancia. Mal que bien, aquellos ochenteros acababan ganando y lo que bien acaba, bien parece. Me causan más dudas los actuales.
Por lo menos aquellos remontaban, estos no le remontan ni al Alcorcón.
Espero que podamos remontar, y si los culefos son eliminados pues mejor.
Nunca renunciaré a la felicidad de ser Madridista, gane o pierda. ORGULLO de artículo, D. Antonio!
HALA MADRID!!!
Pues yo les pido que remonten, porque como no lo hagan por mucho que den todo me acordaré del papelón que hicieron en la ida.
Saludos