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¿Remontada? El Madrid no necesita suerte: la desprecia

¿Remontada? El Madrid no necesita suerte: la desprecia

Escrito por: Alberto Espinosa11 abril, 2025
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Que sepas que Alejandro Dumas no fue un santo. Parió Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo, pero en lo tocante a lo personal, más concretamente a lo paterno-filial, fue un poco cabrón. Tuvo un hijo con la costurera Marie-Catherine Labay al que llamó como él, pero no lo reconoció como propio hasta que al crío le empezó a asomar una sombra de bigote sobre el labio de arriba. Fue enviado entonces a internados en los que ganarse una buena educación, donde también recibió una soberana dosis de racismo: sus raíces negras ennegrecían su piel y eso era motivo de escarnio. Ya de adulto, desnortado y borracho de insensatez, quiso ser escritor bohemio y, por llamarse como su padre, hubo de soportar los comentarios infecciosos, los chismes vecinales y las pullas de mariliendres que le creyeron fracasado antes de tiempo. Cómo va a querer ser igual que su padre, pensaban. Supo Alejandro Dumas hijo, sin embargo, que la peor venganza no conoce el paso del tiempo, así que fue paciente y con su triunfo aplastó las dudas: La dama de las camelias superó su propia época, convirtiéndose en inmortal gracias a Giuseppe Verdi y La Traviata.

Esta es sólo una de las millones de historias de dulce venganza que tenemos a mano con tan sólo entrar a una biblioteca o al catálogo de Netflix. El propio Dumas (padre) puso algunos de los pilares del género contemporáneo gracias a las andanzas de Edmundo Dantés (interpretado muy dignamente, por cierto, en su última adaptación cinematográfica por el periodista Miguel Quintana). Podría inspirarse el Real Madrid en alguna de esas historias ahora que nos rebosa el barro. En el fútbol, cuando haces tamaño ridículo, sólo salir manchado de tierra húmeda y verde césped puede salvarte de la acusación popular, pues al menos quedaste marcado por el terreno de juego en tu batalla por evitar un sonrojante 3-0. Sin embargo, ni siquiera el barro se dejó ver en el gris de la camiseta con la que salimos a jugar en Londres, contagioso gris indeterminado que sumergió al Madrid en su habitual neblina de fútbol cuando no hay posesión, ni ganas, ni presión, ni ganas, ni soluciones, ni ganas. El barro sólo sirve hoy para asfixiarnos de vergüenza.

Podría inspirarse el Real Madrid en cualquier historia de venganza si hubiera sido objeto de injusticia. Podría sentirse como Edmundo Dantés, apresado y traicionado, o como Dumas hijo objeto de comentarios hirientes, como Mandela en prisión, como Simón Bolívar derrotado y exiliado, como Napoleón quizá. ¿Cómo clamar venganza, entonces? Hoy no se nota la rebelión, pues nos dolemos de inoperancia: fue vergonzosa la puesta de gala ante el Arsenal en medio de unos flamantes y envidiados cuartos de final. Se puede perder, pero no así, piensa el madridismo.

Pero ¿sabes lo que piensan otros? Que se acabó. Que el Arsenal ya está en las semifinales porque el Madrid, es oficial, se ha ahogado víctima de su propio vómito. Lo piensan quienes se dedicaron a escribir tweets y columnas, a celebrar los goles en plena narración, a aplaudir en los balcones, a gritar de impostado gozo en el sofá de casa para ser oídos por nosotros, los vecinos madridistas que nos hacíamos preguntas ante la televisión, los contactos que preguntaron por grupos de whatsapp cómo iba el partido cuando el 3-0 atronaba como tormenta, rezumando sorna o creyéndose graciosos, como si dar por muerto a don Real Madrid Parera fuera una buena idea. A estas alturas. Te tienes que reír.

Quizá en este momento no haya sentimiento más digno que el afán por cerrar veinte millones de bocas, por apagar sendos millones de sonrisas, por vengarnos del antimadridismo que nos piensa y desea eliminados, que es peor que pensarnos y desearnos muertos

Entre los restos del desastre, una luz. La sonrisa del antimadridismo brilla desde el martes por la noche: qué le pasó a tu Madrid, codo, palmada, dientes, guiño, codo otra vez. Qué le pasó a tu Madrid es la frase con la que media España ha decidido ser feliz esta semana, como si cagarse en el jardín del vecino fuera más digno que esconderte en tu aseo a fumarte un cigarro mientras tanto. Quizá en este momento no haya sentimiento más digno que el afán por cerrar veinte millones de bocas, por apagar sendos millones de sonrisas, por vengarnos del antimadridismo que nos piensa y desea eliminados, que es peor que pensarnos y desearnos muertos.

Bienvenidos así, amigos, al madridismo optimista. Pongamos en perspectiva que el mejor Arsenal que recordamos, frente al peor Madrid que nuestros libros evocan, ganó gracias a que Declan Rice, ungido por la Providencia, marcó sus dos únicos goles de falta directa de su carrera. Es decir, necesitó el mejor Arsenal, ante el peor Madrid, de un milagro casi histórico para que la cornada tuviera dos trayectorias y dejara la eliminatoria en serio riesgo para los de Ancelotti.

Pesadilla en el Emirates Stadium

El antimadridismo esta semana se relame ante la circunstancia: el Arsenal ya parece equipo de semifinales. Lo cree en su fuero interno, se regocija ante la tragedia de ver a una suerte de demonio tambalearse moribundo después de que, tras un baño de fútbol y ocasiones de gol, sólo pudiera ser golpeado cuando el cielo señaló a Declan Rice y le convirtió en su profeta. Es decir, tuvo que intervenir una especie de suerte bíblica para que los londinenses dejaran en el arcén al, repito, peor Real Madrid que recordamos.

Hay razones de sobra aparte de la dicha: los de Ancelotti no necesitan nada, ni siquiera a la suerte, a la que casi desprecian, para ganar partidos

Ante esta circunstancia, ¿por qué no seguir creyendo en lo imposible? Si un Arsenal terrenal necesitó de la mayor de las suertes para obtener la justicia que mereció en el campo, ¿por qué el Madrid empeñado en demostrar una y otra vez que autosabotearse forma parte de su plan no va a ser capaz de remontar? Hay razones de sobra aparte de la dicha: los de Ancelotti no necesitan nada, ni siquiera a la suerte, a la que casi desprecian, para ganar partidos. Con Mbappé, Vinícius, Rodrygo, Bellingham, Valverde y Courtois, quién la necesita, concluyen en el vestuario blanco, lugar en el que sólo en ciertas noches elegidas de Copa de Europa once tíos vestidos de blanco se abrazan al noble arte de la venganza y afilan los cuchillos.

Dumas hijo tuvo paciencia. Para la mayor de las venganzas no existen los relojes. El Real Madrid tiene siete días y, a estas alturas de semana, ya le sobran cinco.

 

Getty Images

Fui periodista.

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6 comentarios en: ¿Remontada? El Madrid no necesita suerte: la desprecia

  1. El problema es que nos agarramos al peso de la camiseta, la gloria del escudo, el Bernabéu, el espíritu de Juanito… pero mi pregunta es ¿conocen los jugadores todo esto? ¿Lo sienten como nosotros? Porque si no es así y el miércoles nos ceñimos a lo estrictamente futbolístico el Arsenal es mucho mejor. La única posibilidad que tenemos es aferrarnos a valores que, al menos esta temporada, nuestros jugadores no han asimilado como propios. Entrega, sacrificio, intensidad y orgullo. Esperemos que los recuerden el miércoles.

    1. David, lo has clavado. Se necesita todo eso que indicabas al final y que, a mes de abril, todavía está buscando el equipo. Yo el martes vi un equipo trabajado contra 11 jugadores completamente desorganizados.

  2. Los comentarios de David tienen la virtud de plasmar los sentimientos que anidamos los madridistas de buena fé y que no sabemos expresarlos cómo lo hace el
    Un saludo David

  3. Lo importante es que los madridistas " no sintamos nunca la debilidad de ir a defecar al jardín de los otros" y nos sobremos para no interpretar nuestra épica bajo el desdén de la venganza.

    Es cierto que, de un tiempo a esta parte, las huestes rivales han devenido enemigas y que están en el límite de la afrenta por odio, y esas ya son palabras mayores.

    A pesar de todo, para mí, en estos 123 años de historia, la esencia del madridismo (¡perdón por hablar por tantos!) radicaría en un amor tan profundo hacia nuestros colores que, lejos de vivir la alegría ajena por nuestras derrotas como una ignominia, apenas somos receptivos a los murmullos de enfrente.

    El madridismo, al igual que no encuentra gesta alguna futbolística que le pudiere despertar envidia, tampoco sufre por esa perversión que se advierte en los antis cuando nuestro aparente fracaso lo convierten en su indubitable éxito. Más bien, tal deriva nos resultaría casi compasiva, por la indigencia que transmite.

    Por lo tanto, si el miércoles ganamos remontando, no hay nada que cobrar a nadie que no seamos nosotros mismos. Y si no se remonta, tampoco habría que creer que es porque estos jugadores no conozcan los valores del club, sino porque llevan tanto tiempo conviviendo con el desencanto de ver sus nobles esfuerzos arruinados por las instituciones futbolísticas nacionales, que han sido absorbidos por el escepticismo y la incredulidad.

    Los mejores ciudadanos, con los mejores valores -decía Platón- llegan a ser los que más sufren las consecuencias de un orden colectivo corrupto.

  4. Creo firmemente en la remontada y los jugadores también, les ponen las remontadas han ganado todo (tienen la barriga llena de títulos) y estos retos les motiva, no tengo duda, el miércoles puede pasar cualquier cosa pero seguro que nos vamos a divertir con el partido

  5. Tenemos a Courtois para dejar la portería a cero. A partir de ahí, un gol cada treinta minutos y listo. Y sino, estaremos muy cerca seguro.¡ Eso ya no lo dudo!

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