“Se va Lukita y se viene abajo una nación”, escribió Mercutio en Twitter en plena remontada de la República Checa ante Croacia tras la lesión de Modric. No encuentro mejor manera de resumir lo ocurrido en el Stade Geoffroy Guichard. Ganaban y convencían los croatas con Modric gobernando Europa, pero se fue rodeado del silencio que acompaña al pánico y su selección cayó con estrépito.
Siendo sinceros, Croacia duró lo que duró el centrocampista del Real Madrid. Y eso que Modric no brilló tanto como ante Turquía, pero no le hace falta. Ha llegado a tal nivel que su sola presencia basta para generar ruido a su alrededor y espacios para sus compañeros. Cuando el balón se acerca a Modric, los rivales acuden descontrolados a intentar evitar que el croata levante la cabeza e invente. En esa anárquica presión, los metros vírgenes aparecen por delante de la línea del esférico y Croacia multiplica sus opciones.
Ante República Checa, sin ir más lejos, Perisic y Rakitic -goleadores- fueron los más favorecidos por la agobiante vigilancia que sufría Modric. Rakitic se sintió Messi por un día, no en cuanto a calidad o determinación, sino en lo que a libertad de movimientos se refiere. Pudo trotar sobre el césped con comodidad, gustando y gustándose, divirtiéndose como en el partido entre colegas de los viernes por la tarde. De los 36 pases que intentó, 24 fueron en zona de tres cuartos.
Falló varios en profundidad que olían a gol, pero generó, en un rato, más que en muchos otros partidos completos. Perisic abrió la lata con un zurdazo seco que entró sin educación en la portería. Cech estiró el brazo izquierdo buscando el milagro, pero sólo encontró la foto. El 2-0 aterrizó en el marcador tras pérdida checa en la salida. Brozovic vislumbró la sangre y no dudó: balón en profundidad para Rakitic, que picó con maestría ante la desesperada salida del guardameta del Arsenal. El partido parecía sentenciado y en las casas de apuestas empezaban a tomarse en serio lo de Croacia. Sin embargo, Modric se lesionó y la prima de riesgo alcanzó máximos históricos.
Incomprensiblemente, o quizá no tanto, Croacia bajó los brazos como si la ausencia del madridista llevase implícita la caída del país. Se olvidaron del 2-0 y de las sensaciones ofrecidas. Con un ojo miraban el partido y con el otro y el resto de sentidos, al banquillo buscando que un dedo pulgar se levantase hacia arriba para tranquilizarlos a todos. No encontraron el gesto y cuando quisieron darse cuenta, Skoda -el jugador, no el coche-, había metido a la República Checa en el partido.
Los hombres de Pavel Vrba se presentaron al choque minutos después de haberse ido del mismo. Empezaron incluso a jugar bien. Por momentos pensé que Nedved estaba sobre el césped, pero ninguna melena me recordó a la de aquel maravilloso futbolista que regaló noches de gloria y unas lágrimas de impotencia por perderse una final de Champions League tras eliminar al Real Madrid -el karma blanco no perdona-.
Aun así, la mejoría parecía que iba a servir para morir en la orilla, pero un penalti en el último suspiro lo cambió todo. Necid dudó entre fallarlo para sentirse mejor futbolista o meterlo y darle vida a su selección en el torneo. Decidió hacer lo segundo, por lo que nunca tendrá una portada en ‘Marca’. El 2-2 obliga a Croacia a no relajarse ante España y le da un inesperado crédito a una República Checa que tenía pie y medio fuera de la Eurocopa a eso de las 19:30. Lo peor para los primeros es que Modric no estará contra la actual campeona. Y eso, en un país construido sobre Luka, es una desventaja mayúscula.
Excelente crónica, Quillo, de todo lo que ocurrió en el partido.
Sólo un "detallito": nuestro Kovacic debutó en la Eurocopa, y fue Lukita quien le dio el testigo cuando Mateo lo sustituyó. Hubiese estado bien una referencia. 😉