Cibeles

Pocas horas quedan para volver a vestirnos con los galones de nuestra competición preferida, esta vez en Bérgamo (Italia) y ante la Atalanta, un equipo con escaso pedigrí, del cual no conviene fiarse y que tiene una curiosa relación mitológica con el Real Madrid. Como siempre somos partidarios de mirarnos más a nosotros que al rival, aunque también lo trataremos más adelante, diremos que pese a que en la Liga la situación ha mejorado bastante hay que imputar el hecho más al fallo ajeno que al acierto propio, que existe también pero que no conviene decirlo en voz muy alta. Hay una plaga de lesiones que ha provocado que el ataque titular sea Vinicius-Mariano-Asensio y que la defensa la formen Mendy-Varane-Nacho-Lucas Vázquez. En el centro del campo, Kroos, Casemiro y Modric se han hecho irremplazables no ya por su calidad indiscutible, sino por la falta de remiendos. Aquí convendría elevar plegarias para que ninguno se constipe ni tenga un pequeño esguince de nada, porque entonces el panorama sería más desolador si cabe. Contra el Valladolid el equipo acabó con Arribas, Hugo Duro e Isco en el campo y ningún miembro de la primera plantilla en el banquillo, y tendrá que ser con estos mimbres contra los que salgamos a jugar el miércoles la Copa de Europa, mimbres que nos han dejado a tres puntos del líder y el miedo metido en sus cuerpos rojiblancos.

Pocas horas quedan para volver a vestirnos con los galones de nuestra competición preferida, esta vez ante la Atalanta, un equipo del cual no conviene fiarse y que tiene una curiosa relación mitológica con el Real Madrid

Mi análisis de la Atalanta es poco deportivo, más que nada porque sólo sé que atacan mucho, que son un equipo abierto y que ante semejantes rivales el Madrid se mueve mejor que ante equipos cerrados atrás que nos juegan a la contra. Sí les puedo decir de Atalanta que fue abandonada por su padre en el monte, dado que ese hombre sólo quería tener hijos varones. Fue criada por una osa, no sabemos si pareja del oso que adorna el escudo de nuestro rival local, pero sí que fue atendida por ella hasta que la muchacha se pudo valer por sí misma, pasando a ser una de las cazadoras con más renombre de la mitología. Atalanta consagró su vida a Artemisa, lo que implicaba que debía permanecer virgen siempre, llegando un oráculo a pronosticarle que, en el caso de contraer matrimonio, sería convertida en animal. Por ello, para evitar cualquier pretendiente, anunció que su esposo sería sólo aquel que lograra vencerla en una carrera; por el contrario, si ella triunfaba, mataría a su oponente. Aunque Atalanta les concedía ventaja a sus rivales al comienzo de cada competición, siempre vencía y les daba muerte.

Así, entre bosques, montes y carreras mortales discurrió la vida de Atalanta hasta que, cosas de la vida, un muchacho consiguió vencerla dejando caer mientras corría manzanas de oro del jardín de Afrodita que nuestra protagonista se paraba a recoger, haciéndola llegar por culpa de semejante distracción en segundo lugar. La competición unió a la pareja, surgió el amor y en una de sus correrías decidieron gozar de él dentro de uno de los templos de la diosa Cibeles, la cual cabreada por semejante profanación los convirtió en leones. No sólo les arrebató su condición humana, sino que los condenó a vivir separados y los unció a su propio carro para que tiraran de él, tal y como aparecen representados en la fuente de Cibeles del Paseo del Prado de Madrid.

Y hasta aquí quería yo traerles para que fueran ustedes optimistas y precavidos a la vez. Atalanta, ya convertida en leona, ha visto pasar por delante de ella muchos títulos ofrecidos a nuestra diosa, y no ha podido privarnos de ninguno ni a dentelladas, así que hagamos que sea posible que la costumbre permanezca y que siga tirando del carro de Cibeles, con la boca vacía, rugiendo su maldición.

Fotografías Getty Images.