No sé por qué Wesley Sneijder siempre me recordó a Rannulph Junuh, el golfista trastornado por la guerra de La leyenda de Bagger Vance. Sneijder tiene pinta de ser, o de haber sido alguna vez, el orgullo de Savannah, que es un poco como ser el orgullo del Madrid, aunque no lo consiguiera. Aquellos holandeses madridistas (Wesley era el héroe, Robben el villano, Van der Vaart el bueno y Drenthe el despistado), una especie de generación perdida del Madrid, tuvieron que salir para dejar espacio a Cristiano, a Kaká y a Benzema.
De pronto se vieron desalojados por fuerza mayor y Sneijder (y Robben) se lo tomó mal. Luego tuvo una gran carrera en Milán, como Arjen en Múnich. Los tiempos en el Madrid no le favorecieron. Igual si hubiera llegado después hubiese sido mejor para él. Quién sabe si Mourinho le hubiera dado el papel estelar que le dio en el Inter, con el que fue campeón de Europa.
Yo siempre pensé que a Wesley le afectó para siempre aquella salida brusca del Madrid. Algo le cambió por dentro como a Marlon Brando el gesto cuando se murió su madre. Yo sentí que Sneijder se endureció y el rostro y la mirada se le enturbiaron como por las pesadillas, como si le hubiesen arrancado la infancia de cuajo y le hubieran roto la nariz jugando a boxear entre bastidores.
El Wesley Sneijder madridista se fue alejando del Wesley Sneijder (y de Cristiano y de Messi para disfrutar de la vida, según confesión propia) por el que se llegó a oír el runrún cada vez que lanzaba una falta en el Bernabéu, pero (al contrario que un Robben despechado) no pudo alejarse del madridista. El madridista se quedó con él, a pesar de la decepción por el duro traspaso. A Sneijder se le descubría el blanco en cada detalle, en cada expresión, en cada movimiento.
Ayer le preguntaron por Lautaro y dijo que le diría que se fuera al Real Madrid (precisamente ayer, a la misma hora, se sintieron repentinos e inexplicables temblores en los despachos de Sport y Mundo Deportivo) y que el jugador más talentoso con el que había jugado nunca era Guti.
Se pueden decir cosas mejores, desde luego, pero es difícil que sean tan esencial y declaradamente madridistas en su espontaneidad. Un puñetazo en frío y luego una pincelada. No sé si es por eso por lo que Sneijder me recuerda al golfista, al héroe Junuh, jugando a las cartas por la noche en oscuros locales, y un buen día cualquiera devuelto a la vida para hablar de su Madrid.
Fotografías Getty Images.
Whiskey Snejder, que pena. Pedazo de jugador que se perdió entre el Budda y el Garamond...
Un jugador que sacaba la calidad arriba y sacaba la garra abajo. Podría haber sido un histórico a la altura de Redondo o Zamorano, pero la juventud se le "desbocó".
En su primera campaña en el Real Madrid dejó partidos de todocampista superlativo: garra, calidad, despliegue, pase y un disparo demoledor. Y en 2010 debió haber ganado el balón de oro (o Robben) en lugar del hormonas.
O mejor dicho, Casillas. Entre esos 3 debería haber sido el balón de oro 2010.