Creo que fue el filósofo del fútbol Enrique Ballester quien dijo que este deporte era el que más se parece a la vida, puesto que, al igual que en la vida, en los partidos hay muchos ratos en los que aparentemente no sucede nada y, de repente, en un instante ocurre todo. En realidad, esta máxima tan certera no solo puede aplicarse al desarrollo concreto de los encuentros, sino también a la contemplación global de cada curso balompédico. Llega un momento en el transcurso de la temporada en que, tras períodos de calma más o menos tensa, se acumulan varias jornadas decisivas de distintas competiciones en una misma semana. No caben entonces las medias tintas ni las contemporizaciones: o se desploma el castillo de naipes o se sale vivo, con mayores o menores magulladuras.
Llega un momento de la temporada en que, tras períodos de calma más o menos tensa, se acumulan jornadas decisivas de distintas competiciones en una misma semana
Nadie puede negar que el Madrid se trata de un equipo resolutivo en los momentos cruciales. Baste aludir a su extraordinaria estadística a favor en las finales de la Copa de Europa —vencedor en trece de dieciséis, más de cuarenta años desde la última derrota—; en fin, no hace falta un forofismo exaltado para reconocer que su respuesta ante cualquier trance traumático, especialmente si se ha cometido el tremendo error de minusvalorarlo, suele suponer un ejemplo de superación. Sin embargo, aunque la competitividad constituya un rasgo perenne de su carácter, ni siquiera la mejor trayectoria puede asegurar la victoria siempre. De modo que cada generación de madridistas posee, a su pesar, un puñado de recuerdos íntimos y terribles acerca de cómo sus alegres expectativas para ese año se perdieron por el sumidero en una semana trágica puntual. Recientemente, el Madrid de entreguerras que intentaba reconstruir Solari se despeñó en apenas siete días en los que entregó la cuchara en todos los títulos. Y, si se echa un vistazo un poco más atrás, se comprobará que el siglo XXI ha dejado algunos puntos de inflexión en un torneo a partir de los cuales la temporada entera se ha desmembrado. La pesadilla con la que mis coetáneos y yo aún nos estremecemos no incluye la evocación del ceñudo rictus de Oliver Kahn, el desagradable penduleo chicloso de la antipática mandíbula de Ferguson, o a otros poderosos ogros, sin duda temibles. Por el contrario, implica a un tal Galletti, que una anodina noche de marzo destruyó, inesperadamente y por efecto dominó, el sueño de un Madrid que emparentase con el de los años cincuenta.
Los traviesos hados del calendario han querido traer a febrero un nuevo momento crucial, otra semana decisiva cuya superación, sin garantizar la gloria, resulta una condición necesaria para seguir peleando por alcanzarla. El Villarreal de Emery ya se ha encontrado con los blancos en esta clase de citas en el alambre: en las dos últimas ligas el Madrid supo si era o no campeón mientras se jugaba los cuartos contra los amarillos, obteniendo tanto la luminosa cara como la cruel cruz. En esta ocasión quizá alguien, para rebajar los nervios y desdramatizar, me argumentará que a tres meses vista del final de curso puede parecer un exceso atribuir la categoría de definitivo a este futuro inmediato. Se tratará de un vano ejercicio de consuelo, de herida ridículamente vendada antes de tiempo: que marzo, abril o mayo nos enfrenten a otras posibles semanas críticas no invalida la naturaleza capital de esta. Que le pregunten al propio Emery, enfrentado justo el febrero de hace cuatro años a otro envite similar en el que el Madrid le amargó aquel San Valentín y probablemente hasta su carrera en París. Emery, insospechado enlace entre los dos próximos rivales de los madridistas, apenas levantó cabeza en la Ciudad de la Luz tras su derrota en aquella eliminatoria; no le sirvió para su continuidad ni el ganar el resto de trofeos, como si quisiera homenajear la dura sentencia de Fitzgerald acerca de que toda vida es un proceso de demolición.
Villarreal y París. Setenta y dos horas. Un paso en falso puede conllevar el fin y un triunfo solo concede el permiso para seguir peleando
París será, precisamente, la siguiente etapa del via crucis, y hay tantas historias pendientes que hasta Fitzgerald se vería impotente para el encargo de narrarlas todas, ni siquiera reclutando al resto de escritores de la generación perdida desperdigados por la capital francesa durante el período de entreguerras. La inverosímil situación de Mbappé, quién sabe si con el corazón y la mente en lugares distintos y la necesidad de demostrar lo contrario. La alergia al merengue convertida tras el verano en odio acérrimo por parte de Nasser y su amo. La atenta mirada de Ceferin, que refresca cada poco la web del Tribunal de Justicia de la Unión Europea. La posibilidad de una razón postrera para Messi con la que pueda justificarse ante sí mismo, cada vez que se levanta y mira por la ventana, por qué diablos ya no está en Barcelona. La opción de una venganza para Ramos, a buen seguro anhelada e indeseada varias veces en el mismo minuto. Frente a todas estas líneas argumentales, un Madrid vacilante y achacoso, acaso sin Benzema, que como buen profeta jamás ha tenido suerte en su país, y con la duda del estado de forma de Mendy, ese extraño guarda de seguridad que tiene el paradójico don de transmitir una sensación subjetiva de solidez a través de acciones rotundas y estrafalarias. París bien vale una misa, dicen que dijo Enrique IV; si bien, en las vísperas de la semana decisiva, el ateísmo campa a sus anchas entre el madridismo.
Villarreal y París. Setenta y dos horas. Un paso en falso puede conllevar el fin y un triunfo solo concede el permiso para seguir peleando. Aunque esta consideración no es del todo justa con el valor de la recompensa. Al fin y al cabo, Glenn Gould sostenía que el objetivo del arte no es la descarga momentánea de una secreción de adrenalina, sino la construcción paciente, a lo largo de toda una vida, de un estado de quietud y fascinación. Es decir: en este tipo de fechas, que ocurra todo, para que luego pueda seguir sin suceder nada. Al menos, hasta la próxima.
Getty Images.
Tengo la sensacion de que a diferencia del Madrid de Solari, el de Ancelotti es animicamente mas fuerte y no le va a hacer tanta mella la critica periodistica. Probablemente en esa epoca la marcha de Cristiano hizo demasiada mella y en ese sentido este Madrid parece haber amortiguado parcial o totalmente el golpe de su perdida , no tanto en los resultados pero si al menos en la moral.
Honestamente creo en este Madrid, al menos para ganar liga y hacer una participacion decente en Europa.
Estoy de acuerdo. Es evidente que el PSG tiene una plantilla superlativa y grandes jugadores en todos los puestos, pero también es verdad que ese equipo "galáctico" tiene los mismos defectos o más que tenía el nuestro: no es un grupo compacto, no es solidario, hay varios jugadores que juegan fuera de posición, los balances defensivos son malos... Gueye suple mucho de la falta de solidaridad de los de arriba pero no sé si será suficiente. Por nuestra parte, el Madrid tiene sus propios problemas, sobre todo en este momento de la temporada. Lo fundamental es recuperar a Benzema, por lo demás la alineación está cantada. Asensio ha recuperado el puesto y puede ser importante porque habrá espacios y ahí, él, frente a portería y con metros, es un gran jugador. Luego está Vini y está nuestro centro del campo. Parece un partido en el que nos puede convenir jugar al contraataque pero si nos encerramos y no presionamos, el PSG tendrá el control y será muy peligroso. Es importante presionarles porque en Francia no están acostumbrados y eso les impedirá estar cómodos.
Hasta el final vamos real madrid
Un diagnóstico tremendamente certero. Hay que tener personalidad para afrontar el reto, y yo creo que estamos preparados. ¡¡¡¡¡Hala Madrid y nada más!!!
Pablo :en total acuerdo con tu visión de la realidad. La vida es eso luchar siempre. Hala Madrid hoy y siempre!
A grandes males, grandes remedios. No hay jugador de la primera división que me cause más grima que Bale.
Dicho esto , hoy contra el Villarreal , en caso de ser cierto que Carletto no confía en Jovic , le pondría la primera parte de delantero centro. Si no marca , en la segunda al banco.
Si su obsesión permanente es jugar con Gales , pues ahí tiene un puesto de combate.
Es un caso perdido , pero está en nómina.
En mis sesenta y ocho años de socio he vivido grandes glorias y amargas derrotas,pero siempre,y digo siempre hemos salido con la cabeza muy alta.
Yo solo le pido al Real Madrid eso ,que pierda o gane salga con la cabeza alta
HALA Madrid
Carlos Santandreu Muñoz
Socio número 1057 del Real Madrid C.de F.
En mis sesenta y ocho años de octubre he vivido grandes glorias y amargas derrotas,pero siempre,y digo siempre hemos salido con la cabeza muy alta.
Yo solo le pido al Real Madrid eso ,que pierda o gane salga con la cabeza alta
HALA Madrid
Carlos Santandreu Muñoz
Socio número 1057 del Real Madrid C.de F.