Soy Trevor Miles. Varón, mediana edad, estatura lógica, peso frecuente, 6,6 KW, trifásico, atractivo, con cierta inclinación al alcohol y a la medicación, cínico, ciclotímico, frívolo y melómano.
Acudo con asiduidad al bar de Lou a charlar sobre el Real Madrid, incluso después de los partidos que no veo porque estoy borracho. Lou es un tipo práctico y un camarero materialista con una vida cimentada y pocos terremotos.
—Qué hay, Lou. Sírveme una copa.
—Son las diez y cuarto de la mañana, Trevor.
—Es que no me gusta beber a las horas en punto. Manías.
—Te vas a destrozar.
—Ya he desayunado.
—Como quieras.
—Pues en vaso, por favor.
—A veces te arrancaba la cabeza, Trevor.
—Tengo que amortiguar los últimos vaivenes, Lou. Me han vuelto a echar del apartamento. El casero quiere que le pague todas las semanas. Yo le he dicho que me ocurre como al Madrid este año con los partidos ganados consecutivos, que no engarzo más de dos semanas seguidas pagando.
—Y el casero ha tenido menos paciencia que el Bernabéu, ¿verdad?
—Exacto.
—Hace bien, Trevor. Es necesario un poco de mano dura. Yo sustituiría a Zidane por tu casero, sobre todo si habla portugués. No se puede permitir que el Madrid lleve tantos meses sin enlazar tres o cuatro partidos ganados.
—Los rupturistas impacientes sois agotadores, queréis ganar cuatro Copas de Europa más seguidas que mis pagos semanales del alquiler y volver a ganar no otra, sino todo y ya. Sin apenas tiempo para rehacer el equipo y sin que se note que ya no está el tipo más importante para el Real Madrid de los últimos 50 años.
—Por supuesto, Trevor. Yo tengo que estar aquí en el bar todas las mañanas a las seis y media y no me sirve de excusa que haya venido los cuatro días anteriores con éxito.
—Eso es demagogia, Lou, no usurpes mi papel. Si vas a seguir así, preséntate a la alcaldía, tienes un nicho de voto amplio a quien dirigirte. No olvides ponerte un palillo entre los dientes durante los mítines.
—No seas fariseo, Trevor, haces ese discurso porque el miércoles el Madrid hizo un partido casi perfecto contra el Galatasaray, se infló a meter goles y a ti se te recargó el cerebro de serotonina madridista. Pero es un espejismo, hay que echar a la mitad, poner a tu casero, si habla portugués, de entrenador y fichar tres o cuatro estrellas de renombre. Este proyecto está acabado.
—Es cierto, todo mal, Lou; Rodrygo no mete goles, Valverde no aguanta la presión de un equipo grande, Mendy es lento y débil, Vinicius está viejo, Casemiro es blandito, Benzema sigue sin jugar a nada y es peor que Higuaín. Horroroso.
—¿Y qué hacemos, Trevor, esperar con los brazos cruzados?
—No quejarse por todo tal vez ayude, al menos a los que te rodean. Aunque te pese, Lou, no existen las soluciones inmediatas, salvo algunos analgésicos para la resaca. La mayoría de equipos que optan por construirse al modo de la burbuja inmobiliaria sufren una inflación de esperanza tan grande que se golpea con la realidad y conlleva una depreciación sangrante.
—Esa pasividad que defiendes no creo que sirva. Hay que tomar decisiones.
—Siempre estás con el “hay qué” en la boca, Lou. Eso transmite mucha información de ti. Te parece más valiente dar un golpe en la mesa, y empezar de nuevo a lo grande para demostrar movimiento, pero las épocas buenas suelen ser fruto de la inercia que acarrea el trabajo constante y el pulso firme para no ceder a los histéricos. Y eso es más difícil y más valiente que lo que tú propones.
—Trevor, espero que puedas pagarme lo que te estás bebiendo porque lo que dices no ayuda nada.
—Puedes pedirme el favor turbio que necesites, pero no puedes pedirme que no sea honesto contigo, Lou.
—¿Tienes dónde dormir esta noche, Trevor?
—No
—Puedes volver a quedarte en el almacén, malnacido.
Me ha caído bien Trevor. Espero ansiosamente la continuación.
Su respuesta:
"Es cierto, todo mal, Lou; Rodrygo no mete goles, Valverde no aguanta la presión de un equipo grande, Mendy es lento y débil, Vinicius está viejo, Casemiro es blandito, Benzema sigue sin jugar a nada y es peor que Higuaín. Horroroso"
sólo podría haberse superado si en esa lista hubiera mencionado la, por supuesto, incontrovertible realidad de que Courtois no para nunca nada.
Un tipo que bebe en exceso y no paga el alquiler no debería tener tanto aprecio a sus propias opiniones.
No digo que Lou tenga que tener razón, pero al menos él sabe algo tan básico como que todo tiene un límite.