El Real Madrid se juega su permanencia en la Champions
Siempre que oigo hablar de Borussia me acuerdo de aquella semifinal de 2013 en el Bernabéu. Yo estaba en Cádiz y tenía un compromiso. Me las arreglé para cenar en un sitio con televisión y recuerdo estar ausente, de la cena, por supuesto. El televisor estaba a mi derecha, de modo que tan sólo tenía que mover unos centímetros la cabeza hacia ese lado para ver el partido. Recuerdo la angustia del paso de los minutos, las ocasiones falladas. Higuaín, Özil…
Al final, cuando ya había perdido toda la esperanza y trataba de ahogar mi pena en cañas y tortillitas de camarones marcó de pronto Benzema. Y luego marcó Ramos. Faltaba un gol. Sólo un gol. Me levanté de la mesa varias veces, incapaz de contenerme ni de guardar las formas. Pero fue demasiado tarde. Borussia, la forma latinizada de Prusia, me trae a la memoria aquel momento, aunque sea otro Borussia, el Mönchengladbach, el que esta vez viene a Madrid en la Copa de Europa.
Es el fuego de la épica, quizá la única baza competitiva de este Madrid junto al orden táctico, mayormente defensivo
El caso es que vuelven los prusianos en circunstancias muy diferentes, aunque tanto o más urgentes. Lo del Bernabéu fue una comunión madridista sin precedentes, multitudinaria y tremenda. Y a lo de hoy, aparte del Bernabéu y del público, le falta el fuego. Aquel fuego que se veía en la noche de Chamartín. A mí me gustaría recuperarlo. No podemos verlo, pero sí tratar de sentirlo. Es el fuego de la épica, quizá la única baza competitiva de este Madrid junto al orden táctico, mayormente defensivo.
Este Madrid debe encender el fuego y conservarlo. Y soñar con el gol, que nunca antes fue tanto sueño, como la vida de Calderón. Este Madrid necesita ser libre, sentirse libre. Guardar el fuego, cuidarlo y sacarlo a pasear íntimamente por esos campos vacíos. Este Madrid no cuenta con sus elementos, pero al mismo tiempo sí, es extraño. Como si le faltara la argamasa para juntarlos y que funcionen juntos. Es un Madrid pobre. Como sopa, como gachas. Pillado en mitad de un viaje, alejado de su casa y de su destino.
Es un Madrid de Odisea y Zidane es su Ulises, como para privarle a la epopeya de su nombre. Un Madrid mochilero. Uno mete la cuchara y luego deja caer el contenido de nuevo en el plato y ve derramarse el líquido y entre medias va cayendo un Benzema y un Ramos y un Vinícius como trozos, como fideos insuficientes. Pero es comida y está caliente y de las sopas y del hambre y de la necesidad han surgido siempre grandes hombres y grandes triunfos.
Vuelven los prusianos y es el único momento para comenzar a ejecutar la austeridad eficiente que les permita seguir viviendo
Es esta una épica de bote, nunca mejor dicho, pero épica, a fin de cuentas. ¿No es de bote todo desde que se juega y se vive en pandemia? ¿No parece todo enlatado, nada fresco? Pues la épica también. Es la pandépica. Hoy hasta el fuego y el eco tienen que ser precocinados. Y este Madrid debe llevarlos consigo. No olvidarse de ellos nunca antes de salir al campo. Tocarse los bolsillos: llaves, cartera, tabaco, fuego y eco. Y a luchar. Y a hacer cuentas.
A aprender a contar porque le falta el dinero. A aprender a no malgastarlo. A no malgastar las fuerzas. A ahorrar. A sacar de aquí y de allá para sobrevivir, para ganar. Sin adornos. Con el destello contenido y la eficiencia del funcionario que solo tiene un traje para ir a trabajar. Hoy vuelven los prusianos y es buen momento, es el único momento, para comenzar a ejecutar la austeridad eficiente que les permita seguir viviendo. No hay otra. Hoy es un día como aquel de 2013 aunque no lo parezca de ningún modo.
Fotografías Getty Images.
Y que tiene que ver el Borussia de Dortmund con el de Moenchengladbach...
Lee, tronco, lee...