Los de Laso, con las armas de siempre

La semifinal ante el CB Canarias empezó a las 4 de la tarde, y la hora de comienzo pilló a los nuestros haciendo la digestión y somnolientos. Justo lo contrario que el jueves pasado ante el Valencia. El primer cuarto fue flojo por ambas partes, aunque poco a poco los tinerfeños fueron adquiriendo ventaja, sobre todo gracias a sus magníficos bases Marcelinho Huertas y Bruno Fitipaldo y a un trabajo espectacular de su poste Fran Guerra.

La cosa se puso seria y grave de verdad al inicio del segundo cuarto, con una pájara monumental de los merengues que vieron que el marcador reflejaba un más 18 para los isleños (22-40), tras varios enormes despistes en los rebotes defensivos y en los tiros libres. Tras una “lasina”, surgió la figura de Sergio Llull, que tomó la total responsabilidad del ataque blanco, con 6 puntos consecutivos. Poco a poco, los otros viejos rockeros, Rudy, Carroll y Causeur, se unieron a la fiesta en ataque, mientras Tavares empezaba a imponer sus 222 centímetros en la pintura propia.

Laso reconocía en el descanso que lo mejor era el 40-46 del resultado. El Madrid había estado al borde del abismo de quedar fuera de una final de Copa tras 7 finales consecutivas jugadas. La vieja guardia ya no volvió a bajar los brazos: Causeur hizo maravillas en defensa taponando la vía de agua que había abierto Marcelinho, Carroll anotaba todo lo que tocaba, y Gaby Deck, de nuevo, como en cuartos de final, daba una lección de pundonor en ambas canastas, superando incluso un golpetazo que se llevó en los riñones tras una entrada a canasta con un reverso espectacular. Tavares ya no sólo cogía rebotes en defensa, sino que machacaba el aro contrario ante el pánico que reflejaba el rostro del pívot Shermanidi, uno de los mejores de la ACB.

El Lenovo Tenerife no se rindió en ningún momento, pero, a falta de dos minutos, el partido ya estaba decantado para el lado madrileño, con una nueva labor coral de todo el equipo, una mezcla de veteranos y de “tocados” (como Deck o el propio Tavares), poniendo una vez más la dignidad ante todo. El propio Chus Vidorreta, entrenador de los canarios, reconoció sin ironías y sin llantos la merecida victoria en el 736º partido de Pablo Laso al frente del Madrid.

La final, una vez más, será ante el FC Barcelona, que, en un partido flojo y mediocre, derrotó con claridad al Baskonia, en un duelo que a priori prometía mucha intensidad y mayor igualdad. Los vitorianos contaron con su fabuloso base Henry, y poco más. Una actitud indolente indigna de un equipo que hace poco se paseó ante el Madrid en el Wizink.

Todas las apuestas están a favor del triunfo de los catalanes, ya que cuentan con una amplia plantilla, potentísima bajo los aros, y prácticamente sin bajas. El mayor peligro, tras lo visto en los cuartos —donde batieron al Unicaja incluido arbitraje made in ACB, con un claro agarrón a Abromaitis que debería hacer supuesto un 2+1 a falta de 0,4 segundos y una posible victoria malagueña— y en la semifinal, es el estado de gracia en el que están su escolta Cory Higgins y su alero Kyle Kuric, más los minutos de calidad que están aportando jugadores como Abrines, Hanga y Westermann. Sin olvidar por supuesto a Brandon Davies, feroz en defensa, y la presencia siempre inquietante de Nikola Mirotic, capaz, por ejemplo, de enchufar tres triples al Baskonia en tres ataques seguidos.

No será fácil, por supuesto. También ronda por ahí el duende que dice que el equipo anfitrión no gana en Copa del Rey desde hace casi 20 años (el Baskonia ganando al Barcelona en Vitoria en 2002).

Pero el Barça, quizás la mejor plantilla de Europa y la que está más en forma (es actualmente líder en la Euroliga), carece de un factor que le sobra al Madrid: el factor mental que tienen la mayoría de sus jugadores, sobre todo los más veteranos (capaces de remontar en diez minutos una desventaja de veinte puntos), y sobre todo, el “elemento Laso”, capaz de echar una bronca monumental a los suyos para que estos sepan corregir de inmediato, sin rencores ni malas caras, y de motivar permanentemente al equipo, midiendo de forma centesimal el esfuerzo de los suyos. Por lo pronto, ante el Tenerife, Sergio Llull volvió a ser Sergio Llull, Deck y Tavares se merendaron a los pivots rivales, y Causeur en 20 minutos en pista logró unos guarismos dignos de Scottie Pippen. Yo, desde luego, no pienso dudar de los nuestros, ni se me ocurriría apostar por una derrota suya.

Las armas, las de siempre: dignidad y corazón, junto a una calidad y una profesionalidad fuera de toda duda.

Fotografías: Getty Images.