Resulta casi una perogrullada señalar que la principal dificultad tras un golpe duro es la capacidad para levantarse. Cuanto mayor es la decepción, más posibilidades hay de quedar inexorablemente en la lona. Ni siquiera el -habitualmente considerado- mayor campeón de la resistencia, el Real Madrid, ha logrado mostrarse siempre ajeno a esta circunstancia: por no ir demasiado lejos, en 2014, tras la derrota en la final de Milán contra el Maccabi de Tel Aviv, el equipo -que según la opinión general había practicado el baloncesto más atractivo de la última década en Europa- bajó los brazos y, derruido emocionalmente, entregó la cuchara de la liga ACB a su eterno rival. Dicen algunos cursis que la historia no se repite pero a menudo rima; de manera que este año, cuando el Panathinaikos venció dolorosamente al conjunto de Chus Mateo, algunos se persignaron: “Esto ya lo hemos vivido”. Afortunadamente, si hay un club alejado de la cursilería, ese es el Madrid.
No, la historia no se repitió. La herida de Berlín sirvió de lacerante acicate en la serie de semifinales contra el Barcelona, aplastado de manera inmisericorde con un 3-0 incontestable. Posteriormente, cuando todo el mundo pronosticaba una final a cara de perro contra el Unicaja, con el factor cancha en contra, un loable UCAM Murcia se coló a última hora de forma inesperada. Llegados a este punto, la ansiedad por la obligación compensatoria autoimpuesta no permitió la más mínima relajación, ni aún con la presencia de un meritorio como impensado contrincante.
De repente nos hemos encontrado con que hezonja, cuya continuidad parecía encarrilada, se halla en un trance existencial, acaso ridículamente autoprovocado. La difícil gestión del ego habría colocado a Mario en la desagradable posición de un Fausto que acaricia la oferta mefistotélica
El Madrid afrontó la final de la liga con una seriedad encomiable, añadiendo a la responsabilidad derivada de la derrota europea la voluntad de homenajear el último baile de unos cuantos veteranos. Para la historia quedará la ovación que el Palacio dedicó a Rudy Fernández en el segundo encuentro, la mejor despedida que se recuerda en la historia reciente de la sección. El tercer partido supuso la rúbrica definitiva a la campaña del equipo, y a la vez el reflejo más perfecto de la temporada blanca en la competición nacional: liderazgo de Campazzo, intimidación de Tavares, consolidación de Musa y un cuarto tuyo –casi siempre el tercero- bastará para sanarme.
Con el trofeo en el bolsillo, las declaraciones pospartido de Mateo y los suyos resultaron, sin embargo, elocuentes. Había satisfacción indudable, por supuesto, pero tampoco se podía ocultar un cierto resquemor. Al propio entrenador se le escapó entre dientes en cuanto le colocaron delante la primera alcachofa. Aunque parece una hipérbole, queda claro que un triplete doméstico y la elusión de la debacle anímica de 2014 no son suficientes para aplacar del todo la sensación de anhelo imperante en el Real desde mayo. Lo dijimos ya en caliente: a Edmundo Dantés no le vale sino una respuesta proporcional al dolor provocado. Así que, de modo coherente con la tradición madridista, este final de temporada queda tan abierto como de costumbre -en esta institución, todos los finales son, en última instancia, un nuevo principio-.
A lo que hay que sumar un nuevo condicionante súbito: la ya prevista reestructuración de la plantilla y de los roles puede verse seriamente afectada por el caso Hezonja. De repente nos hemos encontrado con que el croata, cuya continuidad parecía encarrilada, se halla en un trance existencial, acaso ridículamente autoprovocado. La difícil gestión del ego habría colocado a Mario en la desagradable posición de un Fausto que acaricia la oferta mefistotélica; o, aún peor, en la de un Raskólnikov incapaz de salir indemne del atolladero. Sea como fuere, tanto las expectativas por cumplir como las maniobras insospechadas devuelven al Madrid al punto de partida, y ya se trabaja en consecuencia. Comme d’habitude, habrá quien opine que semejante nivel de ambición roza el absurdo, mas no vamos a descubrir ahora que, en cierta medida, el club vive instalado en él. No en vano ha habido directivos que presuntamente estos meses han llegado a tener que peinar la estepa siberiana buscando canadienses en lugar de los polvorones del chiste de Eugenio.
Qué le vamos a hacer, el Madrid siempre se come las perdices pensando en las de mañana. Felicidades por el título y queda inaugurada, pues, la temporada 2024-25. Que vuele el balón.
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El nivel de autoexigencia es ese, el madridista. Es la contrapartida para todo aquel que contribuya a la tripulación de la formidable y sideral nave blanca.
Y sí, el dolor por lo de Berlín está ahí. La sensacion subyace. Se perdió la final contra un equipo inferior al Real Madrid.
Un Real Madrid de semejante nivel deportivo tiene como principales obstáculos a dani hierreçuelo (a partir de ahora con un asistente como fernandito rocha , uno de los componentes del trio lalalá que fue premiado con su último baile el día del Panathinaikos) y al otro enemigo impío, el sobresaturado calendario. De ahí que el lema que mejor define al club capitalino es :REAL MADRID, CONTRA TODO Y CONTRA TODOS. Sería el mayor y más épico héroe de la saga Marvel .
Este mercenario aún no se ha enterado que por encima de la institución REAL MADRID no hay nadie. Evidentemente no debe volver a vestir la camiseta que ha demostrado no merecer llevar durante 2 años, ni gratis. Que se vaya al Barcelona, a la NBA o a la conchinchina...el REAL MADRID seguirá funcionando y ganando títulos sin éste impresentable. Espero que el Sr. Presidente D. Florentino Pérez le haya retirado cualquier oferta que le hubiera hecho y le cierre las puertas para siempre.
Súper Mario una alegría su renovación viva el basquet alegre