Podía ocurrir y, tarde o temprano, debía ocurrir en algún momento del futuro: la mera existencia del Real Madrid femenino traería consigo —entre paso adelante y paso adelante— un fracaso rotundo, entendido como la confirmación del tránsito de la adolescencia feliz y despreocupada a la realidad de la vida adulta. Hasta ahora y desde hace tres años, las futbolistas blancas habían ido completando con solvencia cada curso; a las vacaciones de verano llegaban con la paz mental del deber cumplido. Pero esta vez, en el último minuto de descuento del último partido de la temporada, al Real femenino le obligaron a saludar de improvisto al fracaso, inseparable compañero de viaje de todo equipo profesional.
En los planes iniciales del Madrid no entraba, si quiera, la posibilidad de conjugar el verbo fracasar en la Copa de la Reina, dado que en un escenario lógico el trofeo habría ido a las vitrinas del FC Barcelona sin hacer levantar las cejas de ningún aficionado al fútbol femenino en España. La temporada iba a juzgarse por superar en septiembre la ronda previa de la Liga de Campeones femenina y por asegurar en mayo un nuevo billete europeo labrado en la Liga F. Llegado el minuto 95 de ese fatídico último partido no previsto, la afición madridista tenía en su bolsillo un nuevo verano libre de fantasmas y pesadillas.
El único problema, el factor diferenciador con respecto a cursos pasados, estribaba en que todos, aficionados y jugadoras, iban a cerrar el libro de la temporada 2022/23 dándole un primer beso al metal frío de un título copero. Y a la mera posibilidad de experimentar la euforia fruto de ese inesperado chute de adrenalina pocos se habrían negado, incluso aceptando los riesgos intrínsecos que llevaba asociados. Presentarse en una final siempre empuja al extremo la dualidad de sentimientos que explotarán tras el pitido final: alegría absoluta, decepción completa. Abiertas de par en par las puertas de la final, tanto uno como otro resultado contaminarían el balance general del curso.
¿Ha cumplido el Real Madrid esta temporada con lo que se esperaba del equipo? Una respuesta honesta ha de ser cuántica, ambivalente: sí y no
La pregunta que cabría hacerse es: ¿ha cumplido el Real Madrid con lo que se esperaba del equipo? Una respuesta honesta ha de ser cuántica, ambivalente: sí y no. El objetivo inicial, global y principal de la temporada está cumplido: las blancas confirmaron su billete europeo con el segundo subcampeonato de la corta historia de la sección. Frente a los vaivenes pasados, las de Alberto Toril mostraron una constancia y fiabilidad liguera que con justicia debe resaltarse. En añadido, el desempeño mostrado por el Levante UD a lo largo de los meses elevó el nivel competitivo hasta convertir la lucha por la segunda plaza en uno de los grandes entretenimientos de la tabla clasificatoria. El Madrid femenino comenzó el año superando las dos rondas previas de la Champions —reto a una sola carta que tiende a desdeñarse— y lo concluyó asegurándose esta vez la disputa únicamente de la última ronda de acceso a Europa —ahorrando a la plantilla y al cuerpo técnico el quebradero de cabeza que supone un calendario con Mundial de por medio.
En esa tesitura, el rendimiento del equipo en la 22/23 puede calificarse de notable. Cualquier aficionado conocedor del contexto del fútbol femenino habría firmado un escenario así a estas alturas de la película. Obviando por un momento el hacer zoom a los detalles, el Madrid ha logrado un subcampeonato de Liga y de Copa, ha caído en la fase de grupos de Champions compartiendo cartel con Chelsea y PSG, y ha llevado al Barça a una prórroga agónica en la Supercopa de España. Leyendo hasta ahí sería difícil quedarse con un regusto amargo, y sin embargo, aunque el cómo no siempre altera el qué, el análisis obliga a completar el libro añadiendo el matiz que explica la sensación agridulce con la que madridistas y jugadoras dieron carpetazo a la temporada.
¿Podría sobrevivir un equipo del Real Madrid que sale a competir aceptando ser segundo? ¿Tendría sentido?
En Champions, ni PSG ni Chelsea se mostraron como equipos invulnerables en sus duelos ante el Real. Más aún, en el partido a cara o cruz disputado en el Parque de los Príncipes un par de acciones de juego con resultado diferente habrían metido a las blancas en los cuartos de final a costa de las parisinas. En Supercopa, llevar al límite al Barça fue tan alentador como desalentador fue verse superado en el plano físico por un equipo jugando la prórroga en inferioridad numérica. Y finalmente, en la final de Copa de la Reina, el juego atenazado y temeroso, unido al pecado capital de permitir en los últimos minutos la remontada a un equipo que terminó la liga distanciado en casi veinte puntos, resumió y permitió visualizar con crueldad todas aquellos huecos del puzle sin pieza que siguen esperando a completarse y que, desde lejos, pueden pasar desapercibidos.
Superada la fase de juventud y aterrizaje, la de crecimiento y estabilización sin obligaciones, los tropiezos en ese puñado de partidos pasan a ser determinantes. Como nunca antes, chirrían planteamientos tácticos, chirría el desempeño concreto de futbolistas y quedan en evidencia las carencias en la configuración global de la plantilla que únicamente afloran cuando la exigencia es máxima. Todo ello ha ocurrido esta temporada por primera vez, y por todo ello juzgarán los aficionados al Real Madrid femenino de ahora en adelante.
Así, en este encuentro primerizo y malparado con el listón habitual del Bernabéu, la valoración a la baja de lo conseguido es inexorable. La sensación final es de pasar del notable alto con aspiración a sobresaliente a notable raspado, bordeando el bien. Pero en cualquier caso, la mera asunción de que lograr un subcampeonato empiece a considerarse como parte de la normalidad denota el fantástico progreso del Real. Si partir de ese suelo invita al optimismo, la obligación para la dirección deportiva de la parcela femenina del club será desde ya mantener viva —y avivar— esa llama cada verano. Levantar ahora el pie del acelerador conduciría al estancamiento, echando a perder el impulso tomado desde 2020 y forzando al seguidor madridista y al propio club a lidiar con preguntas existenciales: ¿podría sobrevivir un equipo del Real Madrid que sale a competir aceptando ser segundo? ¿Tendría sentido? Esos son los interrogantes que, desde ya, tendrán que despejar en los despachos de Valdebebas.
Fotografías: realmadrid.com
Totalmente de acuerdo excepto en la dureza de las conclusiones. El Madrid es un equipo aún bisoño, y pasar del segundo nivel a la élite de los títulos y mirar de tú a tú a Barsa y grandes de Europa llevará su tiempo. Y la final de Copa, aunque amarga, es un aprendizaje. Llegaremos y un día serán nuestras chicas las temidas, y las rivales las inseguras.
Estoy muy decepcionado con la temporada de las chicas. ¡Que noche la de aquel día! Fue muy duro como se les escapó la final. Pero no seré precisamente yo quien se ensañe en las críticas. Mi decepción es con la situación del club en general. Y lo peor es que no vislumbro mejora. El Real Madrid es la institución deportiva que es , no me gusta tanto autobombo de que "es el mejor club del mundo", prefiero que lo diga el hecho evidente de ganar más títulos y, sin embargo, se encuentra en una tesitura terrible donde es víctima de acciones extradeportivas. Una tras otra. Uno ya está harto de tantísima putrefacción , de tantísimo politiqueo, con la aviesa intención que todos hemos podido observar y comprobar. ¿Ustedes creen que lo que ha ganado el "més que un club" en todas sus secciones profesionales responde a méritos deportivos y al trabajo bien hecho ? Pues eso ...o, si lo prefieren, no hay Mas preguntas señoría.
Por eso, ni siquiera me ilusiona que finalmente pueda llegar Mbappé , Juancho Hernán-Gómez
o grandes fichajes para el femenino. Tampoco me compensa ni alivia el nuevo estadio. ¿Para que? ...¿para que siga la misma dinámica en cuanto a puteo?
The Tinglao, en ese marco socio-político tan específico, ha hecho del Real Madrid el saco de boxeo o el "pim-pam-pum" de la sociedad española. Es harto incuestionable.
¿Recuerdan el momento histórico de echar a los cristianos a la arena para ser devorados por los leones? Mallorca, Valencia, Barcelona, Sevilla, Betis, Rayo Vallecano...¿recuerdan el trato dispensado por un público debidamente adiestrado-instruido por los medios de comunicación ...?