Real Madrid femenino, 1 - Rayo vallecano, 0

El Madrid se abona a la victoria sin brillo

El Real Madrid femenino venció (1-0) al Rayo Vallecano en la novena jornada de Primera Iberdrola. Un solitario gol de Esther González en la segunda mitad permite a las blancas encadenar dos victorias consecutivas en Liga para tomar aire antes de empezar a pensar en el duelo de Women’s Champions League ante el PSG.

Se había consumido la primera mitad del derbi femenino entre Real Madrid y Rayo Vallecano disputado en el estadio Alfredo di Stéfano y Misa Rodríguez aún no había participado en el partido. Bajo el sol de invierno, la canaria era mera espectadora de lo que sucedía unos metros por delante: su equipo atacaba y el rival defendía sin que nadie alterase el 0-0 inicial.

El Madrid había saltado al campo una vez más con línea de tres –Claudia Florentino, Rocío Gálvez, Ivana Andrés–, dejando a Kenti Robles y Olga Carmona vía libre por los carriles y esperando la clarividencia de Claudia Zornoza y Maite Oroz en el centro. La principal novedad introducida por David Aznar estuvo arriba, donde entró Caroline Møller para enganchar con Esther González y Nahikari García.

En parte gracias a las carencias del Rayo, el juego madridista fluyó desde el comienzo e invitó al optimismo. Rodaba el balón de costado a costado con velocidad, las triangulaciones de las blancas casi nunca eran interrumpidas por las visitantes y, poco a poco, el empuje encajonó a las de Vallecas. El pero seguía siendo el de siempre: las ocasiones morían lejos de los tres palos, permitiendo a la portera Patri Larqué arañar segundos y anestesiar el partido con cada saque de puerta.

El futuro próximo era incierto, pues cada acercamiento sin premio fue incrementando el nivel de frustración del Madrid. En el 22 y el 29 remataron fuera por poco Nahikari y Zornoza, respectivamente, y al filo del 40 Esther hizo trabajar a Larqué tras un zapatazo. No era suficiente y Olga Carmona exteriorizó el sentir del equipo gesticulando con aspavientos antes del fin de la primera mitad, cansada de intentarlo.

No obstante, el ejercicio de paciencia terminó por funcionar. Bastó la pausa del descanso, apenas un pequeño reinicio del sistema, para que la enésima combinación entre la dupla atacante diese con la tecla. El gol nació de la generosidad de Nahikari, quien pudiendo probar fortuna chutando desde la frontal para gloria personal optó por lo inteligente. Se deshizo de su rival, alzó la vista y filtró un pase corto a Esther para que se jugase el uno contra uno en el área con su marca, Laia Ballesté. La granadina sacó a relucir sus recursos de killer para recortar hacia la izquierda antes de rematar cruzado a la red.

Como suele ocurrir, los mejores minutos del Real llegaron tras la liberación que supuso el 1-0. Las blancas pisaron tanto el área como la frontal con mayor facilidad, Nahikari lo intentó de chilena y Larqué despejó sobre la línea un disparo de Møller. Aún así, y aunque sólo existía un frente de ataque, el raquítico resultado no permitía empezar a pensar en el duelo de Champions ante el PSG.

Y si bien ni el cambio completo de las piezas de ataque del Rayo permitió a las madrileñas disparar contra la portería blanca, fue Misa –quizás fría tras 90 minutos sin tocar balón– la única que hizo saltar las alarmas tras un fallo al controlar ese elemento extraño que para ella era el cuero. La canaria enmendó su error sacando un brazo salvador ante el intento de gol de Bulatovic y ahí se extinguió la esperanza del Rayo por empatar el partido. Incapaces de generar juego propio, ya no volvieron a encontrar ningún regalo de la zaga madridista.

Para el Real Madrid, al igual que ante el Valencia, el resultado es nada en comparación con el botín: una victoria, la segunda consecutiva en Liga por primera vez en lo que va de temporada, que permite a las blancas empezar a soñar con una escalada fulgurante en la clasificación. Aún queda, eso sí, mucha piedra que picar antes de poder materializar el anhelo.

Fotografías: Imago