Dan por hecho el acuerdo entre Ancelotti y Brasil para que el italiano se haga cargo de la canarinha en 2024, cuando acabe su contrato con el Real Madrid. Dar por supuesto algo en fútbol es igual de sensato que confiar en la palabra de Laporta, y, aunque se hubiera llegado a ese acuerdo formalmente, en once meses pueden ocurrir muchas cosas que lo cambien. Recuerden que también iba a venir Mbappé no sé cuántos veranos o, si retrocedemos unas décadas y varios órdenes de popularidad, Pacho Maturana. Por lo tanto, prudencia. No obstante, para el artículo que nos ocupa, situémonos en el caso de que Carlo vaya a ser el seleccionar de Brasil a partir del verano que viene.
Es lícito plantearse varias maldades. La primera y más obvia es el conflicto de intereses. En el Madrid juegan Vinícius, Rodrygo y Militao, tres pilares de Brasil. ¿Cómo gestionará Ancelotti situaciones en las que ambas escuadras —Real Madrid y Brasil— tengan intereses encontrados respecto a las convocatorias, viajes y distribución de minutos de los tres futbolistas? Desde un punto de vista moral no dudo de Carlo, pero se plantea un conflicto ético que no beneficia a ninguna de las partes. Si exigimos pulcritud a los demás, debemos comenzar por exigírnosla a nosotros mismos hasta el extremo.
El siguiente aspecto resbaladizo es la confianza de la plantilla hacia un entrenador que sabe que tiene las horas contadas. Conseguir que un equipo funcione es casi un milagro, uno de los ingredientes indispensables es la entrega absoluta de todos, o al menos de casi todos, y conseguir que se involucren los más tendentes a la dispersión es complicado en una situación así, porque motivarse con un entrenador que se va a marchar es tan difícil como hacerlo con un partido visto en diferido del cual ya se conoce el resultado. No funciona.
Desde el punto de vista de Ancelotti, es imposible obviar algo que se sabe que va a ocurrir. No podrá quitarse de la cabeza el hecho de que va a entrenar a Brasil, que, en cuanto a grandeza, es el Madrid de las selecciones. Y tener en mente el funcionamiento del club y la selección más importantes del planeta tampoco es sencillo de compatibilizar.
El Madrid, por su parte, se planteará estas inquietudes y otras muchas, y a buen seguro trabaja en los posibles escenarios que pueden darse esta temporada. No se aborda de la misma manera la situación con un entrenador cuyo futuro se desconoce que la de uno cercano a su fecha de caducidad.
La próxima temporada no será sencilla para el matrimonio Ancelotti-Real Madrid, porque de facto será un trío, un matrimonio de tres con Brasil aguardando dentro del armario
Saber el final nunca ayuda a disfrutar el presente. La incertidumbre es un motor indispensable sin el cual es difícil que funcionen los procesos que exigen del compromiso al unísono de un grupo de personas.
Dúos, tríos y otras perversiones podría ser el título —al igual que el disco de colaboraciones de Ariel Rot— para la campaña próxima. No será sencilla para el matrimonio Ancelotti-Real Madrid, porque de facto será un trío, un matrimonio de tres con Brasil aguardando dentro del armario, y si las perversiones exceden del ámbito de lo sano, será incómoda.
La sensación es que la relación entre Ancelotti y el Madrid es la de una pareja que se quiere con locura y para siempre, pero que dejaron atrás los momentos de pasión. Ese cariño no les permite poner fin a la relación antes de que se extinga de manera natural, pero ambos desean en secreto que el otro se atreva a dar el paso y le diga: «Cariño, tenemos que hablar».
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Si se supiera con certeza que va a ser así, ya mismo carretera y manta. Gracias por los servicios pactados y a por otro que los hay iguales o mejores que el Sr Ancelotti
Me viene a la cabeza la canción de Aute, que a día de hoy estará canceladísima. "Una de dos... o me llevo a esa mujer... o entre los tres nos organizamos... si puede ser".
Claro, que me pongo a pensarlo y claro... resulta que Brasil es Aute, Carletto es la mujer y el cornudo es el Madrid.
Pero bueno, no nos pongamos raciales. Laissez faire. El Madrid es liberal, espléndido y altruista. Cosmopolita y bon vivant. Y si somos madridistas, disfrutemos el verano sin hacernos mala sangre.