Real Madrid, 4 - Valencia, 1: Así gana el Madrid

Tras el fiasco de Año Nuevo en el Coliseum, no parecía el Valencia el rival propicio para los buenos propósitos de 2022. No sólo por la tirria que nos tienen y manifiestan sin tapujos a la ribera del Turia desde que Pedja cambiara chufa por callos, sino por la denominación de origen que ha impreso el alicantino Bordalás al Valencia. Duro de roer. Como el turrón de Alicante. El último superviviente de la bandeja de dulces navideños.

Si en Getafe al célebre árbol de Navidad de Carletto se le cayeron las bolas, esta noche solo bastaron dos minutos, providencial corte de Casemiro mediante, para que Carlo farfullara en la banda y casi se atragantara. Tendría guasa que fuera con el primer chicle de muchos. Estirarse es lo que precisamente buscaba el Madrid en el campo de minas dispuesto por el Valencia en el Bernabéu, agazapado, buscando el contraataque por la izquierda a lomos de Gayà y Gonzalo Guedes, sus mejores bazas.

Ambos contendientes nos brindaron un primer cuarto de hora tedioso, tan aburrido como una fiesta universitaria del Aula de Pensamiento de un colegio mayor cualquiera, al que sólo Hernández al Cuadrado aportó algo de chispa dejando sin sanción sendas tarascadas de Gayá y Casemiro sobre Lucas y Piccini respectivamente. No obstante, la actuación del canario desencadenado bien merece cuatro volúmenes de tapa dura con terciopelo de Alberto Cosín en La Galerna.

Vini, quién si no, fue quién animó el cotarro. Cambió al Consorcio por Chimo Bayo. Amagó la recepción del esférico, para dejar pasar la pelota y salir disparado como una flecha dejando a su marcador patidifuso. Sería el mismo Junior quien rematara poco después de cabeza muy cerca del palo. Transcurrida la media hora, Asensio, muy activo, sabedor de que parece en la pole de la pizarra de Ancelotti e hijo, recogió del cielo de Madrid —de Madrid al cielo— un pase de larga distancia diseñado por Modric. Cillessen, apurado, despejó su disparo seco con la derecha. Entretanto, descontrolado, Casemiro veía amarilla por conducción temeraria.

Fue el preludio del milagro. Antes, Benzema conquistó medio metro, suficiente para el picnic de Karim, que extendió mantel, sacó tortilla, tupper de pollo empanado y humus del Mercadona, y disparó rozando el poste. A los 40 minutos, el nuevo Vini, reflexivo cual Pensador de Rodin, peinó el perímetro para servir al otro lado donde pululaba el hechicero balcánico. Modric, efervescente y juvenil, caracoleó en el balcón del área antes de estrellar, como en el Alfonso Pérez, otro balón con violencia en la cuneta.

El destino nos volvió a privar de un golazo.

No obstante, golpe a golpe, el Valencia —acogotado— buscaba oxígeno en el rincón. Un error en la salida cuando el primer tiempo agonizaba, permitió el robo franco de Casemiro, que salió disparado hacia la meta che. Y entonces, sesenta partidos después, sucedió.

Se abrieron las nubes del cielo del Bernabéu, sonó música celestial y Hernández al Cuadrado, cual arcángel vengador, señaló penalti por un encontronazo con Alderete. Penaltito que diría Carletto, pena máxima, en cualquier caso, que provocó que el becario y el redactor de polideportivo de Superdeporte se quemaran a lo bonzo en la redacción.

Benzema, a la escuadra. 1-0 al filo del descanso y al diván el Valencia.

Se abrieron las nubes del cielo del Bernabéu, sonó música celestial y Hernández al Cuadrado, cual arcángel vengador, señaló penalti

Y a los 51 minutos, directamente al psiquiátrico tras la locura de gol que fabricó Vinícius con colaboración de Benzema. Junior combinó en un fantástico uno due con Karim dentro del área. La jugada parecía perdida entre los fornidos centrales valencianos, pero el mago sacó el enésimo conejo de su chistera. Con un toque sutil, afortunado para algunos, rebote, incluso, para los profanos, Vini, en un palmo, a lo Buitre, liquidó a sus defensores como quien aplasta una mosca en el porche de la casa del pueblo en verano, se plantó a un metro Cillessen, encogido en su propia área, miró torero al tendido y sentenció el encuentro.

Han sido apenas dos partidos, pero su ausencia se hizo notar. El retorno de O´Rei no pudo ser mejor en la blanca Gondor madridista. No sólo es el alma del Madrid, sino que está tocado por las hados.  A falta de media hora, con un Valencia incapaz, un nuevo robo en la medular permitió una penetración clara de Asensio, a pase interior de Benzema, que remató con potencia. Cillessen despejó con mano blanda y el balón acabó por depositarse mansamente en la red tras cabezazo de Vinícius, completamente sólo, cual bakala en un parking cuatro noches después.

3-0 y media hora para deleite blanco y crujir de pipas. Un periodo de esparcimiento que comenzó con increíble despeje a la zamorana de Courtois tras una folha seca rabiosa de Wass desde la frontal y continuó con Ceballos y Camavinga, incorporándose a la ruta del bacalao del Bernabéu para dar un merecido descanso a los pretorianos Modric y Casemiro.

Hubo tiempo incluso para un penalti absurdo cometido por un desconcentrado Mendy que Hernández al Cuadrado, ojo avizor, pitó sin dudar.  Courtois, felino, detuvo el lanzamiento de Guedes, pero la mala fortuna quiso que la pelota rebotara hasta la testa del luso que no perdonó esta vez.

El Madrid amarra una nueva e importante victoria, aplaca los interesados rumores de crisis y provoca un tuit de Piqué

3-1 y quince minutos. El Valencia había conseguido trasladar cierta inquietud a la grada, pero ahí quedó. En el último minuto, un buen pase interior de Ceballos permitió a Mendy resarcirse de su boutade anterior con una asistencia sobre Karim que, solo, extendió de nuevo su mantel para sentarse a merendar y, a la media vuelta, cerró la goleada de la noche.

4-1. El Madrid amarra una nueva e importante victoria, aplaca los interesados rumores de crisis y provoca un tuit de Piqué.

Poco más se puede pedir a un sábado noche.

Fotografías Imago.