Real Madrid, 3 - Liverpool, 1: Imagine

Parecía mentira, pero lo cierto es que entrábamos destemplados en la previa de un choque que juntaba sobre el verde nada menos que 19 Copas de Europa. Asuntos sombríos que tienen que ver con el dichoso SARS-COV2, y otro virus, el no menos dichoso virus FIFA. Aún andábamos soliviantados, también, por una nueva edición para la colección de penaltis dadaístas perpetrados por Jordi Alba.

Afortunadamente todo cambió cuando sonó el himno de la Champions. Por mucho que Jürgen Klopp bromeara acerca de jugar en un “campo de entrenamiento”, en realidad nunca fue consciente de que este pequeño feudo blanco lleva el nombre del más grande jugador de fútbol de todos los tiempos: Don Alfredo Di Stefano.

Y el Madrid honró su memoria con un encuentro memorable, sobre todo en los primeros 45 minutos. Comenzando por Zidane, del que todos los Analistas Internacionales Calvos, Panenkitas y demás sabios de salón anticipaban un sistema sobre tres centrales y dos carrileros. Nada más lejos de la realidad. Asensio y Vini como puñales y el prestidigitador Zinedine, de nuevo, haciendo exactamente lo contrario de lo que todo el mundo esperaba. Esto es, no ganar a La Roda, pero encadenar tres Copas de Europa.

Apenas diez minutos tardó el Madrid en tomar el mando del encuentro y desnaturalizar al Liverpool a cotas desconocidas. El conjunto de Klopp, celebrado como una eficaz máquina de presión alta, vio como el esquema de Zizou, con Vini como fulgurante estilete en la banda, acababa por clavarle alevoso un puñal tras otro por la espalda.

Poco tardó en llegar el primer aviso. Courtois, que esta noche añadió a su solvencia y seguridad un juego de pies excelso, sirvió un balón largo a Vinícius que el brasileño controló con delicadeza a 200 kilómetros por hora. Felix Brych, el árbitro, una suerte de Príncipe Encantador de Shreck con silbato, decidió no pitar la consiguiente falta sobre Modric prácticamente en la línea del área. Poco tuvo en todo caso de Disney su arbitraje. Estilo Mateu, pitar, pitó poco.

Al filo de la media hora, Kroos siempre atento a la espalda de la línea defensiva red decidió sacar el periscopio de su particular batiscafo en el centro del campo y enviar un pase tan preciso como kilométrico a un Vinicius más incisivo que nunca. El carioca controló con el pecho en velocidad y sentenció a Allison con solvencia. Ni el bigotito de su compatriota, digno de David Seaman, pareció desconcentrar a un Vini, hoy pleno de confianza

Al poco tiempo llegó el más que posible penalti sobre Karim, pero como afirmábamos en el spoiler de líneas precedentes, Brych prefirió hoy pasar la noche en Valdebebas contemplando el espectáculo.

A los 36 minutos, un Liverpool incómodo, temeroso de recibir una nueva puñalada trapera a su espalda, cometió otro error flagrante tras un nuevo misil teledirigido de Kroos que Alexander-Arnold despejó de cabeza de mala manera a la delicada zurda de Asensio.

El balear, mano a mano, levantó con mimo la pelota sobre Allison para después alojarla en la red de los reds con tranquilidad suprema. Como dijo Valdano en la retransmisión, la pelota pareció sacar la lengua a Allison. Y tomarse un gin-tonic añadiría este cronista.

Klopp, embutido en su chándal, estaba como una mona. Tan es así que decidió sustituir a Keita por Thiago apenas a cinco minutos del descanso que prometía ser divertido en el vestuario británico.

Sin embargo, de acuerdo con la tónica de esta temporada de catastróficas desdichas en serie, al poco de la reanudación, un afortunadísimo gol de Salah metió a los ingleses en el partido y en la eliminatoria. El Faraón recibió un balón dentro del área entre rechaces y pudo marcar a pesar de que Courtois tocó con la mano. Por la gracia de Horus. El primer tiro a puerta del hexacampeón de Europa; una absoluta desgracia en cualquier caso para lo desplegado por el Real Madrid hasta entonces en el terreno de juego.

El gol hizo daño al Madrid, no obstante, sabedor de su buen desempeño durante todo el encuentro fue lentamente recuperando el ánimo. Tanto que el 2-1 comenzó a parecerle poco. A falta de media hora, un nuevo contragolpe iniciado por Courtois permitió Asensio servir el pase de la muerte a Vinícius. Falló o lo evitó un desesperado Alexander-Arnold, sin embargo, fue el preludio del tercero.

Tan dormido el Liverpool como el Barça en una esquina de Anfield, esta vez desde la banda, pudo conducir con calma Luka Modric para servir un centro raso al punto de penalti que remató seco y asesino Vinícius para devolver la justicia al marcador a los 65.

A partir de ahí se impuso el respeto sobre el césped del Alfredo Di Stéfano, aunque el Madrid acabara completamente exhausto. Seguro que La Saeta Rubia hoy hubiera estado orgullo de un equipo que viaja hasta la cuna de Los Beatles cantando Imagine a plena voz.

Fotografías: Imago.