Real Madrid, 2 - Shakhtar, 1: Las mil y una noches de Karim

Tuvo que ser Karim Benzema, el gato que se hizo tigre, quien anotará el gol número mil del Real Madrid en la Copa de Europa y rubricara con letras de oro su propio capítulo del gran libro de la leyenda blanca. Enfrente, nuestro Shakhtar de siempre, nuestro particular Rosenborg noveintoide trasplantado a estos no tan felices años 20 del nuevo mileno, que permanecía ajeno a estas viejas cuentas de la gloria.

Con un bloque más armado con la presencia en la medular del histórico futbolista ucraniano Stepanenko, que bien pudiera llamarse Stopanenko por los tobillos que rasca, el Shakhtar, como acostumbra, llueve o truene, se entregó a la parsimonia.

Un chachachá de Transiberiano que sin embargo no amodorró al Madrid, lanzado a ganar el partido. Así, a los cuatro minutos, Luka para Lucas y Lucas para Luka, permitió al hechicero balcánico rematar desde el fondo de la cocina de casa del joven arquero Trubin que, milagrosamente, despejó a córner.

Fueron los mejores minutos del Real, los iniciales, cuando aún no había hecho efecto la picadura de la mosca tsé-tsé ucraniana que, de tanto en cuando, lanzaba peligrosos aguijonazos, como un disparo cruzado al palo de Courtois de Alan Patrick, el enésimo brasileiro del Shakhtar, con nombre, en este caso, de agente de la CIA; al que respondió Vinícius —últimamente siempre Vinícius— con una galopada en solitario desde su campo.

Fueron los mejores minutos del Real, los iniciales, cuando aún no había hecho efecto la picadura de la mosca tsé-tsé ucraniana

Antes, Mendy, cual toro desenfrenado, estuvo a punto de cometer un penalti de los que no se pitan en el Viejo Continente, pero que en la Liga (a secas) de Tebas son de Rafa no me jodas, penalti y expulsión. Pero todas las jugadas resultaban eso, un sueño erótico perdido en el subconsciente de una fase REM a la que nos inducía el estilo Shakhtar.

Una actitud ante el juego que también tiene su reverso tenebroso. A los catorce minutos, un melón servido por su portero a dos metros de su arco a un central llamado Marlon, también brasileiro, pero no tanto, y que controló mal con la espinilla, permitió que Vini, veloz, audaz, fulgurante, le robara la merienda en el recreo para servir el pase de la muerte para Karim.

1-0 y el gol número mil merengue en Copa de Europa.

Pudieron sentenciar poco después los de Carletto con una nueva edición de Vázquez, Modric, Vázquez, Modric que desbarató de nuevo Trubin para resarcirse de su cucumis melo anterior.

Se las prometía muy felices este Madrid milenario de goles, en ventaja ante un Shakhtar goleado en Ucrania y cuasi desahuciado en el grupo, pero acabó lamentablemente contagiado por la pachorra del Dombás. El Shakhtar, pétreo e impertérrito, seguía a lo suyo. Con tanta samba importada en su filas, es cuestión de tiempo que sus brasileños acaben por crear peligro. Avisó primero Fernando con un disparo que salió lamiendo el palo que dirían cronistas de otro tiempo.  No volvió a avisar más.

A los 38’, una fabulosa dejada con el pecho de Alan Patrick permitió a Fernando fusilar a Courtois desde muy cerca. Pudo ser peor si el arquero valón bajo el arco blanco no salva con una estirada felina, a un minuto del descanso, otro disparo fortísimo del ariete naranja ante una defensa y un rival completamente acarajotados.

El Madrid necesitaba sentarse en el diván del vestuario.

No regresó demasiado corajudo al verde, por el contrario. Con ese ritmo pringoso, lo más destacable de los primeros minutos del segundo tiempo fue la amarilla que vio De Zerbi, que desde el banquillo gesticula él solo más que toda su plantilla ucraniobrasileira.

El Shakhtar había conseguido su propósito: el Madrid ya se había puesto nervioso. Y cuando precisamente parecía evidente su desconexión del partido, de repente, templó los nervios con una jugada de gol victoriosa a los sesenta minutos que resultó una verdadera pieza de orfebrería.

El Shakhtar había conseguido su propósito: el Madrid ya se había puesto nervioso. Y cuando parecía evidente su desconexión del partido, templó los nervios con una jugada de gol victoriosa a los sesenta minutos que resultó una verdadera pieza de orfebrería

Modric y Vini merodeaban por el balcón del área, cuando el último metió un pase interior que devolvió Casemiro de excelso taconazo, Vini a su vez sirvió de nuevo a Karim para hacer el mil y el mil y uno de la noche. Las mil y una noches de Karim.

Ahora sí, con amarillas incluso mediante, el Madrid no parecía dispuesto a volver a caer en el sueño de Morfeo que propone el Shakhtar, y que si te descuidas resulta en el guante de cuchillas de Freddy Krueger chirriando sobre el frío metal.

Con su trio de ases —Casemiro, Kroos, Modric— incombustible pero exhausto, el Madrid de nuevo invitaba a los ucranios a chafar la fiesta de un Bernabéu que, como se encargaron de recordar varias docenas de veces en la retransmisión, llevaba más de cuarenta días sin ver ganar a su equipo.

Decidió golpear al Shakhtar con su propia medicina y refugiarse en el dominio de la pelota para alcanzar la recta final del partido sin demasiados sobresaltos, salvo un estacazo desde fuera del área del capitán de los de Donetsk, Taras Stepanenko, que no Stopanenko, que rozó el poste de Courtois. No acababa el Madrid de encontrar la calma en el encuentro, justo en el momento en el que Benzema, el hombre estadístico de la noche, pedía el cambio.

Otro Luka, Jovic en este caso, ingresaba en el campo. Se fue Karim y se acabó el partido, como el cuento que susurra el príncipe Karim a una niña antes de dormir a lo largo de mil y una noches.

Mil y un goles del Madrid en su campo de estrellas.

Fotografías Imago.