Real Madrid, 1 - Chelsea, 1: ¡Viven!

Decía Alberto Cosín en la previa galernauta que jugar contra el Chelsea es como rendir visita al dentista. Lo que desconocíamos es que tras la mascarilla del odontólogo íbamos a descubrir la cara pérfidamente sonriente de nuestro suegro.

Que Marcelo rebotara como un crash-dummie en un choque en el primer minuto con Ngolo Kanté —imponente durante todo el encuentro— fue un buen preludio del martirio que estaba por venir.

Lo de los blues no fue un pasillo de seguridad, que diría el Sabio de Hortaleza. No. Fue un edificio entero. Siderúrgicas Tuchel Incorporated. Con el Madrid sobrepasado y Lukita perdido en combate, un frívolo taconazo de Casemiro provocó el primer infarto de la noche. El prometedor Mount, tras salvar una frenética entrada de Militao, sirvió un delicado centro para Pulisic, que el balcánico convirtió con la testa en un pase de la muerte para Werner.

Así como Courtois, Le Saint, evitó lo imposible para salvar con el pie el primer gol de los ingleses, Werner hizo honor a su nombre de pila: Timo.

Sin embargo, el Chelsea siguió golpeando cual martillo pilón cualquier intento de salida del un Madrid que combinaba desconcierto con una timorata presión que los blues superaban con filo cual cuchillo sobre la mantequilla. Así, Rüdiger, el central que se crio en un campo de refugiados de Berlín, sirvió para Pulisic, que controló con toda la quietud del mundo dentro del área ante la confusión de la zaga blanca y un especialmente perplejo Raphael Varane.

El croata sorteó a Courtois con maestría y abrió el marcador. Ceferino pelaba su primer langostino y el Di Stefano anunciaba tormenta. Así fue. Una vez más la lluvia, intenso aguacero, se convirtió en el jugador numero doce, un habitual últimamente en Valdebebas. Lo de los blues comenzaba a sonar a Canción Triste de Hill Street para el madridismo.

Con las primeras gotas, Benzema, rabioso, danzó bajo la lluvia para, en un fenomenal latigazo ante un enjambre azul desde fuera del área, estrellar el cuero en el poste. Fue un aldabonazo a la fe.

Y llegó la esperanza en un empate diseñado en el laboratorio del profesor Zinedine. Kroos sacó un córner en corto para Modric, que a su vez dejó para Marcelo, quien centró con la zurda al corazón del área donde Casemiro ganó de Cabeza para Militao, el cual peinó hacia atrás para Karim; Benzema controló de cabeza y, sin dejarla caer, clavó una violenta volea en la red ante el pasmo del portero senegalés del Chelsea.

Entonces, la lluvia comenzó a arreciar de tal modo que uno pudiera pensar que la famosa flor de Zidane iba a brotar en su calva. Agarrado a su fe y su mística, supo el Madrid sobrevivir a un Chelsea que le envió a la lona en un primer round donde rondamos el KO técnico.

Amainó el chaparrón —en ambos sentidos— durante la reanudación. Fue al filo de la primera hora de partido cuando por fin los blancos sortearon con sus pases las líneas de presión de los feroces soldados de Tuchel. El Madrid parecía recuperar sus constantes vitales tras ver la luz al final del túnel durante el suplicio de los primeros 45 minutos.

La presión, jaleada por los gritos de Ramos desde la grada que parecían una saeta desde un balcón de Sevilla, comenzaba a ofrecer los primeros frutos a un Madrid mucho más entonado. Un mojado equipo londinense comenzaba a dar signos de fatiga. El zombi del primer tiempo amenazaba con morder a su enemigo. Aún sin dientes.

A los 65 minutos, un desdibujado Vini dejó su lugar a Hazard en busca de mayor mordiente. No está el belga para demasiados mordiscos y además el partido entraba en una dinámica digna de masticar tuercas. Y en tamaña metalúrgica vinieron Asensio y Odriozola a ajustar tornillos en el lugar de unos desajustados Carvajal y Marcelo.

Los cambios, los truenos y el regreso de Noé al verde parecieron animar un encuentro apenas sacudido por algún ataque espeso de unos blues dirigidos por un Mount llamado a hacer historia con las Tres Rosas. En frente, el Madrid dejaba atrás su tortuoso pasado y afrontaba la recta final con mayor aplomo. Varane tuvo incluso el gol de la victoria en un saque de esquina.

Supo resistir el Madrid cuando peor lo pasó en el primer tiempo. Así es la Champions. A partir de cuartos, añadiría Florentino a Ceferino, que se tuvo que conformar con sólo un langostino.

Difícil de matar. Los de Zidane Viven.

Stanford Bridge, en todo caso, será a vida a muerte.

Fotografías: Imago.