Real Madrid, 0-Adversario, 1: Todo es mentira

Buenas noches, amigos galernautas. Con este espacio en blanco acompañamos así a la quedada blanca, que esta tarde en la Torre D del Santiago Bernabéu, ha mantenido un minuto de silencio por el juego limpio, en memoria por aquel bello deporte llamado balompié, mancillado per saecula saeculorum por nuestro rival esta noche, recibido en los aledaños del estadio por una lluvia de 20.000 billetes con la efigie de Laporta en plan Borbón en las pesetas.

Hacía tiempo que, zarandeados por la corrección política, el tacticismo y el nininini, nuestro adversario, esa farsa llamada Barça, hoy más Farça que nunca, sufría un recibimiento tan hostil. Ya lo advertía en la previa arqueando una ceja, al tiempo que musitaba caldera socarrón el de Reggiolo; claro que el Bernabéu no es el Zalacaín.

El Madridismo bullía, pero no de épica ni de historia por hacer alguna. Lo hacía de indignación. No sólo por la tropelía criminal, sino por el intolerable laissez faire laissez passer practicado hasta la ignominia por la llamada prensa deportiva, que será deportiva, pero de prensa tiene poco. Agitado este cóctel, pudo marcar Modric a los 36 segundos acunado por el bendito silencio de Juan Carlos Rivero por un problema de conexión del Ente. El balón se estrelló en el lateral de la red y Ter Stegen pudo mesarse tranquilo su tremendo pelazo que antes no tenía, una farsa, otra más, capilar en este caso.

Fue el preludio de un Madrid vigoroso, preciso, victorioso en el juego de presiones propuesto por el jardinero de la democracia catarí. Abrumados por la hostilidad —no están acostumbrados— y superados por la puesta en escena del Real, cuatro minutos tardó Ronald Araujo en soltar dos tarascadas de amarilla, primero a Nacho y luego a Vini. No vio ninguna. Lo cierto es que el primer tiempo condensó en 45 minutos todo aquel teatro del bueno que denunciaba el bueno de Mourinho en el londinense barrio de Chelsea. Raphinha sufrió una falta normal con tres vueltas de campana y un triple Axel, Busi tendría un vahído y Gavi —¡Gavi!— también se desplomaría fulminado por el Espíritu Santo. Munuera Montero, al parecer, podría estar comprobando entonces el Bizum. Mami, que será lo que tiene Negreira.

Para aplacar a los merengues, la Farça recurrió a las malas artes de las que tanto reniega. Busquets desplazó una pelota y se ganó un sonoro carallo de Vini. Pobre. Poco después, cómo no, sería precisamente él el primer amonestado tras una lucha canaria con Frenkie De Jong que se fue de rositas. Así, a los doce minutos, Karim mandó a gol un excelente servicio cruzado con rosca de Vinicius. Fuera de juego claro. Como no lo pareció el afortunado y sorprendente gol de nuestro rival a los 25 minutos, absolutamente inmerecido. Ferrán aprovechó un error de Camavinga en la entrega, de los que comete y ni debe ni puede cometer, para servir a Kessié que a trompicones y tras rebotar el balón en Courtois primero, Militao después y finalmente malograr el despeje Nacho, alojarse en el fondo de la red. En el diccionario de la Real Academia de la Lengua, este gol acompaña a la palabra “churro”. No fue fuera de juego por un pelo de una gamba. Sí, de esos de los que nos hemos hartado de sufrir esta temporada.

Yo no soy corrupto y ustedes, tampoco, pero la sensación de que todo es mentira ha prendido ya en el corazón de muchos hinchas

El primer tiempo dio poco más de sí, salvo una simulación de Busi, tremendo actor. 0-1 al descanso y un Madrid, quizás hiperventilado, pero poco claro, al diván. De la consulta salió con la mente clara, confianti que diría CR7, y durante el primer cuarto de hora de la reanudación acogotó una y otra vez a un adversario que se afanaba en achicar agua. A buen seguro tendremos pronto a algún sesudo Panenkita deconstruyendo la táctica de colgarse los once del larguero como el Eibar de Garmendia que viste del mismo color.

Superado el bache, amasando la pelota inofensivamente, nuestro enemigo pudo recuperar cierto resuello. Nos acercábamos a la zona Goes, pero Carletto, fiel a su costumbre de alinear en el once a sus pretorianos para partidos grandes, Kroos y Modric, seguía mascando chicle. A los 66 minutos —los 3960 segundos mágicos de Ámsterdam— Rodrygo hacía acto de presencia en lugar de Nacho, desplazando a Camavinga al lateral izquierdo.

Audaz, Carletto. Menos mal que Ansu sacó bajo palos, sí Fati, un disparo muy claro de Kessié, solo en el área,  para anotar el segundo de esos. Último cuarto de hora con Tchouaméni en el lugar de un cansado Toni Kroos.

El Madrid insistía e insistía mientras los de Hernández resistían y resistían con Ter Stegen tomándose su tiempo en cada saque de puerta en lo que constituye la enésima innovación técnico-táctica guardioliana de la Masía. No jugábamos mal, tampoco del todo bien, pero no era suficiente para contrarrestar el churrigol azulgrana. Sin pensar en Barcelona, Ancelotti apostó por soltar al Toro en el verde. Lo hacía por Modric. A siete minutos para el final ya no quedaba nadie de la medular inicial.

Pudo empatar Rodrygo con un disparo desde fuera del área, pero fue el canto del cisne blanco. No hubo épica en una infausta noche por muchos motivos, ninguno relacionado con el deporte. Hoy perdimos, seguramente en justa lid, y aún queda la vuelta en Barcelona donde normalmente jugamos más sueltos, hay Copa en definitiva, pero da igual todo.

Yo no soy corrupto y ustedes, tampoco, pero la sensación de que todo es mentira ha prendido ya en el corazón de muchos hinchas.

Esperemos que no sean sólo los madridistas, pero cualquiera sabe.

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