Aún a riesgo de recibir toda suerte de injurias, ser calificado de ignaro y enterrar cualquier resto de credibilidad como madridista, tengo una opinión muy clara sobre quién debe ser el reemplazo de Ancelotti una vez finalice su contrato e inicie su periplo como seleccionador de Brasil. Rectifico, no la tengo sobre quién debe ser, sino sobre quién no debe ser o, al menos, a quién no quiero ver ni en pintura.
Quien haya leído las cosas que escribo, habrá deducido que Zidane no se cuenta entre los entrenadores a los que venero. Si bien su primera época en el Madrid fue intocable, gloriosa e incontestable, su segundo advenimiento se me antojó innecesario. Aún a pesar de ello, tiene un lugar reservado en el Asgard madridista con todo merecimiento, tanto como jugador como en su labor como entrenador, mientras mis recelos se dirigen a otro morador de ese Olimpo, en este caso, y por ahora, sólo por los méritos contraídos sobre el terreno de juego.
No me escondo si digo que nunca idolatré a Raúl González Blanco aún a pesar de tener una primera mitad de carrera sólo a la altura de los elegidos. Comenzando por las apariencias, corría feo, y no me estoy refiriendo al cruel vídeo en que lo llaman “hijo del viento” por darse una carrera tribunera en pos de un balón al que nunca llegaría y al que jamás llegó. Raúl corría feo, entre giboso y ortopédico, por mucho que su sacrificio y espíritu fueran indiscutibles. Esa falta de estética le hacía parecer torpe, si bien nunca dejó de mostrar detalles de una clase técnica muy por encima de lo normal. El problema vino a partir de 2002 ó 2003. Florentino Pérez fichó a Ronaldo Nazario, el mejor delantero de la historia, y Raúl se vio un tanto desplazado, tanto por posición como por funciones. El brasileño era todo lo contrario que él: técnica superlativa, una potencia en carrera que le hacía constituir una estampida por sí mismo y una marcada tendencia a la dejación de funciones en cuestiones como la presión, la defensa o la intensidad a la hora de aplicarse en los entrenamientos, especialmente a la hora de mantener la forma. Aún a pesar de todo lo anterior, seguía siendo decisivo e imparable, pues no olvidemos que se trataba de un superdotado desde el punto de vista no sólo técnico, sino también físico.
No me escondo si digo que nunca idolatré a Raúl González Blanco aún a pesar de tener una primera mitad de carrera sólo a la altura de los elegidos. No engaño a nadie cuando digo que, en la época del Madrid galáctico, iba al Bernabéu a ver a Ronaldo, Zidane, Figo o Beckham, pero no a Raúl
Raúl no era un virtuoso ni nunca quiso serlo, era un tipo que destacaba por su inteligencia e instinto, sabiendo siempre dónde iba a ir un rechace. El tópico decía que no era un 10 en nada, pero era un 8 en todo, lo cual, extrapolado al mundo de la música, es como hablar de una Fender Stratocaster, la navaja suiza del guitarrista, la chica para todo, y algo había de cierto en ello. El problema vino cuando su físico, afectado por las consecuencias de tener un entrenamiento de deportista de élite cuando aún no había terminado su proceso de crecimiento, hizo que perdiera chispa y que, con 25 ó 26 años, su cuerpo empezara a hacerle moverse como un veterano. Tampoco le favorecía la comparación con jugadores de unas prestaciones técnicas muy superiores a las suyas que le rodeaban ni el ciclo negativo en el que se vio sumido el equipo. No engaño a nadie cuando digo que, en la época del Madrid galáctico, iba al Bernabéu a ver a Ronaldo, Zidane, Figo o Beckham, pero no a Raúl.
En cuestiones de carácter, Raúl no parece un tipo fácil. Todos nos tomaríamos una cerveza con Steve McManaman, con Roberto Carlos o con Ronaldo, pero el gesto hosco y mohíno de Raúl, así como una gestión inexistente de su imagen y relaciones públicas, no lo hacían un tipo carismático, circunstancia esta que estoy convencido que tuvo influencia decisiva a la hora de no ganar un Balón de Oro cuya concesión no podía ser más merecida y que, sin embargo, acabó en manos de Michael Owen.
La cuota de poder que Raúl fue aglutinando en el vestuario fue en aumento hasta convertirse en capitán en 2002 tras la no renovación, e insisto mucho en esto, NO RENOVACIÓN, no despido, de Fernando Hierro por una serie de diferencias con Jorge Valdano y que dio con el malagueño y con Vicente del Bosque fuera del club. Esa creciente influencia le hizo dar la impresión de tener mañas y formas de cacique en el vestuario, presuntamente vetando fichajes que pudieran hacerle la competencia y creando una camarilla de adláteres entre los que se encontraban Guti o Salgado, tipos con mucho peso dentro del equipo. Es célebre la anécdota de una pretemporada en la que, en un ejercicio de carrera continua, adelantó a toda velocidad a un grupo de canteranos que se lo estaban tomando con más calma charlando entre ellos mientras trotaban de manera despreocupada. La leyenda dice que les espetó algo parecido a “Si por mi fuera, os volvíais a Madrid ahora mismo”, afeando la falta de esfuerzo de los referidos jóvenes a la hora de realizar tan tedioso ejercicio. Hay quien considera que fue un gesto de liderazgo o de “animal competitivo”, mientras que, personalmente, me parece una maña de amargado veterano de los de colmillo retorcido, llámenme raro.
He mencionado que Raúl gestionaba de manera peculiar sus relaciones públicas, pero no dejemos de percibir que contaba con el apoyo de una notable parte de la prensa deportiva. Tampoco debemos olvidar que estamos hablando de una época en la que los periodistas, aunque menos de lo que creen y mucho menos de lo que les gustaría, tenían influencia en el equipo. Eran tiempos de ruedas de prensa diarias, de invitaciones a comer al asador de moda que, oh casualidad, siempre redundaban en una campaña de halagos o lisonjas de los periodistas agasajados en favor del jugador que, en cada comida, abonaba la dolorosa con el convencimiento de que una campaña de marketing en una agencia especializada habría salido mucho más cara que unos chuletones para los juntaletras de guardia y cuyo nombre nos imaginamos todos.
se acabó creando una percepción de Raúl como el madridistaverdadero, el guardián de las esencias que sentía la camiseta y demás tópicos vetustos que apestan a Brummel o Varón Dandy. Eso está muy bien, pero creo que todos queremos mucho al Real Madrid, y ese amor y entrega que podemos ponerle no constituyen carta de naturaleza para poder entrenar al primer equipo con un rendimiento conforme a las exigencias que la historia del Club impone
Todo lo anterior referido a la prensa y sus periodistas, acababa creando una percepción de Raúl como el madridistaverdadero, el guardián de las esencias que sentía la camiseta y demás tópicos vetustos que apestan a Brummel o Varón Dandy. Eso está muy bien, pero creo que todos queremos mucho al Real Madrid y ese amor y entrega que podemos ponerle no constituyen carta de naturaleza para poder jugar en el primer equipo con un rendimiento conforme a las exigencias que la historia del Club impone. Ese argumento choca frontalmente con el hecho de que Raúl, igual que Casillas cuando marchó al Oporto, vio complementada la ficha que percibía en su club de destino, por el Real Madrid hasta completar la cantidad en que estaban fijados sus emolumentos al momento de su marcha y que se prolongó por un número de temporadas idéntico a la cantidad de años que quedaban al contrato suscrito por el jugador y el club blanco. Eso no es bueno ni malo, si bien empiezo diciendo que, al menos en mi caso, no perdonaría un euro, pero, por favor, un poco de tiento a la hora de convertir a alguien en epítome del madridismo.
Finalmente, la trayectoria de Raúl como entrenador no tiene grandes hitos, más allá de seguir sin conseguir ascender a segunda división al Castilla. No sé cuánto de responsabilidad recae sobre él, cuánta sobre los jugadores o qué proporción es Negreirae Causa, si bien Zidane contaba con una experiencia magra y no hace falta recordar el resultado.
Añado como último dato, y, aunque baladí, para mí grave en extremo, es que Raúl, y creo que sigue haciéndolo, se refería a sí mismo en las ruedas de prensa en tercera persona, y eso no puede consentirse.
Buenos días
Totalmente de acuerdo con Vd.
No quiero opinar en la faceta de Raúl jugador
Pero en la faceta de Raúl entrenador del Madrid
SERIA NEFASTO
Solo me limito a su currículum
Así que si el Castilla la viene pequeño que salga del Club y que coja experiencia y méritos para ocupar nuestro banquillo
Bastante de acuerdo con el autor. Para mí, el punto de inflexión en la carrera de Raúl como jugador fue su operación de apendicitis en 2003. Desde entonces, nunca volvió a ser el mismo. No fue tan evidente como con Isco, pero la correlación está ahí.
Artículo vomitivo sobre una leyenda del club. Podría tirar al autor todos los trofeos colectivos e individuales que Raúl ganó como madridista pero no voy a simplificar tanto como ha hecho él. Raúl fue un jugador superlativo. En lo técnico, en lo táctico y también en lo que significa vestir esa camiseta, algo que muchos jugadores con más calidad que él, jamas entendieron. Raúl es el Real Madrid, sus valores, el coraje, la determinación, el ser consciente de que no hay que rendirse nunca. Duante muchos años críticos en los que el club caminaba a la deriva, Raúl fue la única luz. Su liderazgo y su aportación futbolística fue crucial para ganar la séptima y la octava copa de Europa, tras una deriva de más de 30 años sin que grandes generaciones lo consiguieran. Cuando llegó Fabio Capello y se marchó Valdano, llegaron Mijatovic y Suker y aún así siguió jugando. Cuando llegaron los galácticos todo se puso en su contra y aún así siguió jugando. Su amor por el club, su madridismo, debería avergonzar a todos aquellos que atacan su trayectoria de una manera tan deleznable como ha hecho hoy el autor de este artículo. Cuando me preguntan por qué el REAL MADRID es tan grande el primer ejemplo que se me viene a la cabeza es el de Raúl. Sus valores como jugador son los valores del club. No hay un mejor representante.
David en cuanto a su historia como jugador totalmente de acuerdo contigo pero como entrenador ni ha demostrado nada ni tiene la experiencia y méritos necesarios para ocupar el banquillo del Real Madrid
No mezclemos las churras con las merinas
Un saludo
El autor no habla nada de Raúl como entrenador. Se ha limitado a escupir sobre una leyenda del club. Si queréis que hablemos de Raúl como entrenador hablamos, pero el artículo no lo hace.
Como jugador, no es el momento de opinar. Su historial está ahí.
Como entrenador, no ha demostrado nada en el Castilla y este año hubiese sido ideal para él salir, porque aparte de experiencia, su egoísmo hace de tapón a la promoción del resto de entrenadores de la cantera.
Tengo la impresión de que como Ancelotti tiene solo un año por delante, estando en la casa podría tener más posibilidades de ascender al primer equipo. Veremos si el club piensa igual y si tengo o no razón.
A mi Raúl nunca me pareció el guardián de las madridistas esencias y ni siquiera me cayó especialmente bien personalmente, pero este artículo denota una subjetividad de tal grado que traspasa la línea de la opinión y en un par de afirmaciones llega al [me autocensuro]. Es una leyenda, fue un 8 en casi todo y un 10 en astucia, y si el Castilla no ha subido ha sido por pequeños detalles. Y yo no hubiese abroncado a los jóvenes por su desidia, les hubiese pateado el trasero directamente por vagos y por no valorar el privilegio que supone estar en el Madrid.
De acuerdo en juzgar la segunda parte del Raúl futbolista, pero es injusto no detenerse en la primera. Quizás el dúo Cristiano-Messi eclipsó sus prestaciones, pero me atrevo a decir que a los 24 años tendría al menos tantos goles como ellos, pero sin llegar a ser un Julen Guerrero, su segunda parte fue ya de jugador corriente. Cómo entrenador eché de menos presionar al árbitro en el Pepico Amat y nivelar lo que hacían los viejos del Eldense