Nada más saber de las intenciones peregrinas de Sergio Ramos de disputar los Juegos Olímpicos (que se celebran el próximo verano, apenas unos días después de la Eurocopa) se me vino el personaje de Astérix a la cabeza. El pequeño galo es universal por su astucia, la que tiene especial importancia precisamente en este capítulo del que me acuerdo: Astérix y los Juegos Olímpicos, donde logra ganar todas las pruebas atléticas sin necesidad de la poción mágica.
Yo no sé si Ramos cree que va a poder disponer de dicha poción al ver como una posibilidad terminar la temporada regular, jugar luego la Eurocopa con la selección, después marcharse con los jóvenes olímpicos y a continuación reincorporarse al Real Madrid para comenzar otra larga y dura temporada profesional. Y todo con treinta y cuatro años. El hecho de que él lo vea realizable no dice mucho de su profesionalidad, o dice demasiado, según se mire.
Tampoco dice mucho (o dice demasiado) de su astucia, proverbial, por otra parte. Yo soy de los que piensan que el personaje hace tiempo que se comió a Sergio Ramos. Y los personajes no suelen casar con las colectividades. Los grandes líderes de la historia del deporte nunca dejaron que el personaje que había en ellos los ocultara. Pienso en Michael Jordan, por ejemplo, alrededor del cual giraba todo el equipo que veía en él a una estrella comprometida con el objetivo del grupo.
Yo no soy quién para juzgar el grado de compromiso de Sergio Ramos con el Real Madrid (del que hay que decir, muy contradictoriamente por mi parte que, aunque dudoso en las formas es indudablemente alto), pero quizá sí para apuntar, tímidamente, que la excentricidad y/o el deseo de trascender el Yo más allá de los logros profesionales, y más en un deporte de equipo donde todo lo conseguido, para bien y para mal, es éxito y responsabilidad de todos sus miembros, es el alejamiento progresivo (e inexorable, me temo) del bien común.
Digamos que ese sombrerito tan pequeño es tan aparentemente inofensivo como Yoko Ono. Y luego miren los berridos que daba ante el embeleso de Lennon. Yo a ese sombrerito le oí dar un berrido, y luego (y antes, pensando en retrospectiva) he visto a los Beatles, al Madrid, introducirse en la psicodelia y el misterio confuso, nada profundo, de Yoko Ramos.
Por ahí hay amenaza de ruptura. Como la de los Fab Four. Y no es la estética por mucho que predisponga a ciertas tendencias e indique un camino boscoso hacia el crepúsculo de los dioses (recuerden aquella desmedida y deslumbrante llegada a Madrid, ese esencial deseo de llamar la atención, de hace casi quince años), sino las intenciones, las intenciones peregrinas de las que hablaba al principio y que ya se han desatado sin control en el personaje.
Que Sergio Ramos considere “una idea bonita” participar en los Juegos Olímpicos es una estridencia egotista a una edad (ya se ha pasado) en que la mayoría de los futbolistas (¡y de los deportistas!) decide reducir sus apariciones profesionales para no perder la intensidad requerida y alargar su carrera en lo posible.
Es como si la búsqueda ansiosa de la inmortalidad estuviera matando a Sergio Ramos. Como si no fuese ya inmortal después del gol de la Décima y de una carrera casi mitológica. A mí Sergio Ramos me parece un Quijote trastornado por novelas de caballería que pretenden trascender el fútbol, como si a todo ese fútbol que ha dado Ramos se le pudiera trascender.
Sergio Ramos quiere ser Curro y Talavante, quiere ser Beckham y Lebron echando polvos de talco al aire al comienzo de cada partido emulando a un luchador de sumo. Sergio Ramos quiere ser el novio, el padrino y hasta el cura tatuado y sin tatuar. Y quiere ponerse sombreritos delante de los micrófonos. Y además quiere tirar todos los penaltis y todas las faltas. Sergio Ramos quiere jugar la Liga y la Copa de Europa y la Copa del Rey y la Eurocopa y ahora también los Juegos Olímpicos y ser el capitán de todo en el fútbol mudo y en el fútbol sonoro. Sergio Ramos quiere ser Astérix.
Lo que ha cundido el gol de la decima ehhhhhh.
Pues a mi me da igual
Lo que los luchadores de sumo esparcen por el dohyo (el espacio donde se lleva a cabo el combate), no son polvos de talco sino sal.
Lo que Lebron James suelta en el aire son polvos de talco, que es lo que se dice en el artículo.
La culpa de todo,
la tiene Yoko Ono.
Lo jodido es que luego pensara canelita en ir a por otra renovacion despues de jugar los juegos y eurocopas y hacer una temporada de mierda , que lo renueve la federacion española de futbol.
Creerse mas de lo que es
Jekill y Hyde. Puede ser el mejor central del mundo durante 89 minutos y por ir de sobrado preparar una cagada monumental impropia de un alevín al minuto siguiente. En un equipo con James, Bale, Kroos, Modric o el propio Vinicius, se ha auto-designado como lanzador de faltas salvadoras.
Con todo, lo que más me disgusta de canelita es su sobradez ante los micros, su perjudicial (para el equipo) compadreo con la prensa, sus estúpidas disculpas/explicaciones tras una derrota, su cuajo de presentar ofertas de China para irse gratis o, como hace años, especular con ofertas del ManU o de la farsa.
La personalidad histriónica en el campo te la puedes hacer perdonar con rendimiento. Cuándo también la sacas fuera del campo y llegas a perjudicar reiteradamente a tu equipo... Creo que no hay rendimiento para perdonar eso.
Con lo que nos ha dao ....
Llamadme loco, pero yo lo veo; pretemporada y aclimatación en los JJ.OO. y ya se queda jugando en club japonés, yo creo que él ha pensado lo mismo...