Rakitic Sartre

Buenos días. Recomendaba el pensador indio Swami Vivekananda la asunción casi continua de riesgos. “Toma riesgos”, animaba el sabio. “Si ganas, serás feliz; si pierdes, serás sabio”. Depende lo que pierdas, nos atrevemos a replicar a D. Swami, sin ánimo de enmendarle la plana. Si el perder significa perder la vida, el espacio que queda en adelante para ejercer la sabiduría nos parece que es excesivamente reducido como para que valga la pena el coscorrón por el bollo. La mayor o menor aversión al riesgo de cada cual viene también definida por la decisión concreta de la que hablemos. Si hay riesgo para la salud, la aversión a dicho riesgo será por fuerza mayor que si el riesgo es perderse un programa de Tele5, es un decir.

Se da la circunstancia de que otro gran filósofo, esté más occidental, preconizaba la toma de riesgos incluso cuando pueda implicar poner en un brete la propia existencia. Sugería Sartre que para valorar la vida hay que ponerla en riesgo de vez en cuando. Qué cachondo Jean Paul. Muchos preferiríamos no aproximarnos nunca a conocer el valor de estar vivos mientras a cambio podamos prolongar sin sustos la posibilidad de seguir esa política. La política de vivir.

Parece que Rakitic, que trae hoy Marca a su primera plana, debe de ser lector de Sartre, hasta el punto en que “asume” el riesgo de jugar. Dice mucho en favor del excelente centrocampista croata su espíritu aventurero, pero en la redacción de La Galerna somos mayoría los hipocondríacos y nosotros, en el lugar de Rakitic, querríamos algunas garantías más, o simplemente el encontrarnos en una fase más avanzada de achatamiento de la curva. Igual todavía no estamos ahí, por mucho que todos echemos de menos el fútbol, por mucho que tengamos (empezando por algunos protagonistas, como Rakitic) hambre de balón.

Hay hambre de balón en el espectador y en muchos (no todos) de los futbolistas protagonistas. Y existe sobre todo un ansia agónica institucional: la Liga y los clubes que la componen están desesperados por reanudar el campeonato. Es comprensible. El desplome de ingresos que supone no jugar constituye un verdadero drama para la inmensa mayoría de equipos implicados. El jugar lo que resta de la temporada pasada, cuando sea y donde sea, incluso sin espectadores pero con televisión, salvaría a muchos clubes de una bancarrota segura. Nos parece normal que quieran jugar, pero toda precaución con la salud nos parece poca también. Ya lo digo el ministro de Cultura y Deportes recientemente: “ni Tebas ni yo (y nosotros añadimos: ni As ni Marca ni La Galerna, a pesar de que a nosotros también nos interesa que vuelva el fútbol pronto) van a decidir nada en este sentido; lo hará el Ministerio de Sanidad”.

Querríamos abogar por una vuelta rápida de la competición. Es lo que nos pide el impulso primero. La prudencia, sí uno antes mira a su alrededor, no lleva por ese camino, por mucho que nos apetezca transitarlo. Alemania ya hace amagos claros por volver (aunque ya ha retrasado todo unas semanas), pero hay que entender que la situación allí, en lo que al virus respecta, es relativamente benigna. España debe mirarse en el espejo de países donde la pandemia alcanza proporciones tan graves como las que alcanza en el nuestro. Por ejemplo Francia, que ya ha decretado la clausura definitiva de la temporada anterior. Por ejemplo Italia, donde el gobierno ya ha manifestado que encuentra “cada vez menos opciones” de reanudar la serie A. Esos son los países donde, tristemente, debe mirarse España, pues no en vano soportan tasas de contagio y mortalidad similares a las nuestras. Quizá convenga, por duro que sea, resignarse al hecho de que la temporada 19/20 quede en el limbo, como si no hubiera existido. Las consecuencias económicas para los agentes involucrados son muy graves, ya lo sabemos. Las de precipitarse en la vuelta al césped podrían ser peores.

Os dejamos con la prensa cataculé. Nosotros no nos sentimos capacitados para comentarla después del soberano repaso que en estas páginas dio ayer Pepe Kollins tanto a Sport como a Mundo Deportivo.

Si podéis pasar un buen día, hacedlo. De lo contrario, todo el ánimo del mundo.